Y entonces surgió el "House"

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El hou­se es mucho más que un géne­ro musi­cal: es una cul­tu­ra, una acti­tud y un pul­so que ha hecho vibrar a gene­ra­cio­nes ente­ras des­de su naci­mien­to en los clu­bes under­ground de Chicago a prin­ci­pios de los años 80. Su his­to­ria es la de una revo­lu­ción sóni­ca que, par­tien­do de la pis­ta de bai­le, ha con­quis­ta­do el mun­do y sigue rein­ven­tán­do­se con cada lati­do. Prepárate para sumer­gir­te en el ori­gen, la tra­yec­to­ria, los nom­bres impres­cin­di­bles y la vibran­te actua­li­dad del soni­do hou­se.

El origen, Chicago, sudor y máquinas

La géne­sis del hou­se se sitúa en el Chicago de los pri­me­ros años ochen­ta, en una ciu­dad mar­ca­da por la diver­si­dad y la efer­ves­cen­cia de sus clu­bes noc­tur­nos. El epi­cen­tro fue el legen­da­rio Warehouse, un club fre­cuen­ta­do por afro­ame­ri­ca­nos, lati­nos y la comu­ni­dad LGBTQ+ que bus­ca­ban un refu­gio don­de la músi­ca y el bai­le fue­ran sinó­ni­mo de liber­tad. Allí, Frankie Knuckles, cono­ci­do como el “Padrino del House”, mez­cla­ba dis­cos raros de soul, funk y dis­co con las pri­me­ras cajas de rit­mos y sin­te­ti­za­do­res, dan­do for­ma a un soni­do nue­vo, hip­nó­ti­co y pro­fun­da­men­te bai­la­ble.

El nom­bre “hou­se” tie­ne varias teo­rías: algu­nos lo atri­bu­yen direc­ta­men­te al Warehouse, otros a la cos­tum­bre de los DJs de crear músi­ca en sus pro­pias casas, y hay quie­nes pien­san que sim­ple­men­te era la “músi­ca de la casa” que sona­ba en esos clu­bes. Lo cier­to es que el hou­se nació de la nece­si­dad de pro­lon­gar la fies­ta dis­co, de expe­ri­men­tar con nue­vas tec­no­lo­gías y de crear una expe­rien­cia colec­ti­va en la pis­ta de bai­le.

Las pri­me­ras pro­duc­cio­nes, como “On & On” de Jesse Saunders (1984), mar­ca­ron el ini­cio de una era: bajos sin­te­ti­za­dos, beats mar­ca­dos, sam­ples voca­les y una estruc­tu­ra repe­ti­ti­va que invi­ta­ba a per­der­se en el rit­mo. El hou­se era sim­ple, direc­to y con­ta­gio­so, dise­ña­do para no dejar a nadie quie­to. Pronto, otros pio­ne­ros como Larry Heard (Mr. Fingers), Marshall Jefferson, Ron Hardy y Adonis se suma­ron a la ola, cada uno apor­tan­do mati­ces y empu­jan­do los lími­tes del géne­ro.

El hou­se no tar­dó en expan­dir­se: pri­me­ro a Nueva York y Detroit, don­de se fusio­nó con el gara­ge y el techno, y des­pués a Londres y el res­to de Europa, don­de se con­vir­tió en un fenó­meno masi­vo y sen­tó las bases de la cul­tu­ra rave. El hou­se era ya una decla­ra­ción de inten­cio­nes: músi­ca para todos, sin barre­ras de raza, géne­ro o cla­se.

Trayectoria, evolución, explosión y reinvención

Desde sus ini­cios, el hou­se ha sido un géne­ro en cons­tan­te muta­ción. En los ochen­ta, la esce­na de Chicago se lle­nó de sub­gé­ne­ros: deep hou­se, acid hou­se (con el icó­ni­co “Acid Tracks” de DJ Pierre y la TB-303), vocal hou­se y más. Cada varian­te tenía su pro­pio sabor, pero todas com­par­tían la obse­sión por el groo­ve y la pis­ta de bai­le.

El hou­se cru­zó el Atlántico y encon­tró en el Reino Unido un terreno fér­til. Allí, el acid hou­se se con­vir­tió en la ban­da sono­ra de la “Second Summer of Love” (1988−89), con fies­tas ile­ga­les, cul­tu­ra rave y una explo­sión de crea­ti­vi­dad que cam­bió para siem­pre la músi­ca elec­tró­ni­ca. Londres, Manchester y Berlín se con­vir­tie­ron en capi­ta­les del hou­se, y el géne­ro empe­zó a mez­clar­se con el pop, el techno y el hip-hop.

En los noven­ta, el hou­se se diver­si­fi­có aún más: sur­gie­ron esti­los como el pro­gres­si­ve hou­se, el tri­bal hou­se, el French hou­se (con Daft Punk y Cassius a la cabe­za) y el tech hou­se. Los clu­bes de Ibiza, Nueva York y Berlín se con­vir­tie­ron en tem­plos de la cul­tu­ra de club, y los DJs en autén­ti­cas estre­llas inter­na­cio­na­les. El hou­se se coló en la radio, la tele­vi­sión y las lis­tas de éxi­tos, pero nun­ca per­dió su esen­cia under­ground.

La revo­lu­ción digi­tal de los 2000 demo­cra­ti­zó la pro­duc­ción musi­cal: con un por­tá­til y un soft­wa­re cual­quie­ra podía crear un hit hou­se. Nuevos nom­bres como David Guetta, Calvin Harris y Eric Prydz lle­va­ron el hou­se a las masas, fusio­nán­do­lo con el pop y el EDM. Al mis­mo tiem­po, la esce­na under­ground seguía viva, con sellos y artis­tas inde­pen­dien­tes explo­ran­do soni­dos más oscu­ros, expe­ri­men­ta­les o nos­tál­gi­cos.

Hoy, el hou­se sigue tan vigen­te como siem­pre. Subgéneros como el tech hou­se, el deep hou­se, el bass hou­se y el futu­re rave domi­nan fes­ti­va­les y clu­bes de todo el mun­do La cul­tu­ra del remix, el uso crea­ti­vo de sam­ples y la inter­ac­ción con otras corrien­tes (como el hip-hop, el afro­beat o el reg­gae­tón) man­tie­nen el géne­ro fres­co y rele­van­te. El hou­se es, en esen­cia, una invi­ta­ción a bai­lar y a cele­brar la diver­si­dad.

Máximos representantes y actualidad, del Warehouse a la pista global

Hablar de hou­se es hablar de nom­bres pro­pios que han mar­ca­do su his­to­ria. Frankie Knuckles es el refe­ren­te indis­cu­ti­ble, pero la lis­ta de pio­ne­ros es amplia: Larry Heard (Mr. Fingers) y su deep hou­se sofis­ti­ca­do; Marshall Jefferson y el himno “Move Your Body”; Ron Hardy, el DJ expe­ri­men­tal de Music Box; Adonis y su mini­ma­lis­mo cru­do; y DJ Pierre, inven­tor del acid hou­se.

En Nueva York, Larry Levan y el Paradise Garage apor­ta­ron el toque soul­ful y la cul­tu­ra del remix, mien­tras que en Detroit, figu­ras como Juan Atkins y Derrick May conec­ta­ron el hou­se con el techno, amplian­do aún más el espec­tro sono­ro. En Europa, Daft Punk, Cassius, David Morales y Masters at Work lle­va­ron el hou­se a nue­vas altu­ras, mien­tras que en la actua­li­dad, artis­tas como David Guetta, Calvin Harris, Carl Cox, Disclosure, Peggy Gou, Maya Jane Coles, Leon Vynehall y CamelPhat man­tie­nen el géne­ro en la cres­ta de la ola.

El hou­se actual es un cri­sol de esti­los y ten­den­cias. El tech hou­se, con su fusión de rit­mos techno y groo­ves hou­se, es el soni­do domi­nan­te en clu­bes y fes­ti­va­les. El deep hou­se sigue con­quis­tan­do a quie­nes bus­can atmós­fe­ras más intros­pec­ti­vas y ele­gan­tes. El futu­re rave y el bass hou­se apor­tan ener­gía y moder­ni­dad, mien­tras que la esce­na indie y under­ground sigue explo­ran­do nue­vas fron­te­ras sono­ras.

La tec­no­lo­gía ha sido cla­ve: des­de las cajas de rit­mos Roland y los sam­plers de los ochen­ta has­ta las pla­ta­for­mas de strea­ming y los DAWs actua­les, el hou­se ha sabi­do adap­tar­se a cada revo­lu­ción téc­ni­ca. Los DJs y pro­duc­to­res actua­les jue­gan con sam­ples, loops y efec­tos en tiem­po real, crean­do sets cada vez más diná­mi­cos y sor­pren­den­tes. La cul­tu­ra del club, la moda y la esté­ti­ca visual tam­bién for­man par­te del ADN del hou­se, que sigue sien­do sinó­ni­mo de comu­ni­dad, inclu­sión y liber­tad.

El hou­se no es solo músi­ca: es movi­mien­to, his­to­ria y futu­ro. Su capa­ci­dad para rein­ven­tar­se, absor­ber influen­cias y emo­cio­nar a públi­cos de todas las eda­des lo man­tie­ne tan vivo como el pri­mer día. Hoy, en cual­quier rin­cón del pla­ne­ta, hay alguien bai­lan­do hou­se y sin­tien­do esa cone­xión uni­ver­sal que solo este géne­ro pue­de ofre­cer.


Referencias

  1. Wikipedia (2024). House (músi­ca). Un repa­so exhaus­ti­vo al ori­gen, evo­lu­ción y carac­te­rís­ti­cas téc­ni­cas del hou­se, con espe­cial aten­ción a los pio­ne­ros de Chicago y la expan­sión glo­bal del géne­ro.

  2. 120 BPM Store (2021). House music – 120 bpm sto­re. Análisis de los ini­cios del hou­se, la influen­cia de la músi­ca dis­co y el papel de los clu­bes y DJs en la crea­ción del soni­do.

  3. Amped Studio (2024). ¿Qué es la músi­ca hou­se? Descripción de los artis­tas más influ­yen­tes y del impac­to de figu­ras como Frankie Knuckles, Marshall Jefferson, David Guetta y Calvin Harris en la popu­la­ri­za­ción y desa­rro­llo del géne­ro.

  4. Acusmatica (2025). Música House. Explicación de las carac­te­rís­ti­cas téc­ni­cas del hou­se, la impor­tan­cia de los sin­te­ti­za­do­res y sam­plers, y ejem­plos de temas repre­sen­ta­ti­vos como «French Kiss» de Lil Louis.

  5. Martha Debayle (2025). La his­to­ria del «House» con Mario Lafontaine. Recorrido por los orí­ge­nes, pio­ne­ros y sub­gé­ne­ros del hou­se, con anéc­do­tas y play­list reco­men­da­das para enten­der la evo­lu­ción del soni­do.

El Eternauta, del cómic a la serie, entre la nieve mortal y la resistencia (contiene spoilers)

La adap­ta­ción de «El Eternauta» a Netflix ha reavi­va­do el deba­te entre la fide­li­dad al cómic ori­gi­nal y las licen­cias crea­ti­vas de la serie. Con la con­fir­ma­ción de una segun­da tem­po­ra­da tras el éxi­to glo­bal de la pri­me­ra, el uni­ver­so de Juan Salvo se expan­de, pero no sin polé­mi­cas. Este artícu­lo explo­ra las trans­for­ma­cio­nes narra­ti­vas, des­de el cam­bio de nom­bre de los emble­má­ti­cos «cas­ca­ru­dos» a sim­ples «bichos» has­ta la intro­duc­ción del cliffhan­ger de «Los Manos», ana­li­zan­do cómo estas deci­sio­nes impac­tan en la esen­cia polí­ti­ca y sim­bó­li­ca de la obra de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López.

La serie como proyecto multitemporal, más allá de la primera temporada

La reno­va­ción de «El Eternauta» para una segun­da tem­po­ra­da era inevi­ta­ble tras alcan­zar el top 3 glo­bal de Netflix y acu­mu­lar 58 millo­nes de horas vis­tas en su pri­me­ra sema­na. Sin embar­go, el final abier­to de la tem­po­ra­da 1 —con la apa­ri­ción de «Los Manos» y el giro trai­cio­ne­ro de per­so­na­jes cla­ve como Clara— ha divi­di­do a la audien­cia. Mientras algu­nos cele­bran la expan­sión del rela­to, otros cri­ti­can la dilu­ción de la estruc­tu­ra auto­con­clu­si­va del cómic ori­gi­nal, don­de la inva­sión alie­ní­ge­na se resol­vía en un solo arco. La serie, al optar por un for­ma­to seria­li­za­do, prio­ri­za el sus­pen­se tele­vi­si­vo sobre la inme­dia­tez meta­fó­ri­ca de la his­to­rie­ta, un ries­go que podría pagar caro si no pro­fun­di­za en los temas fun­da­cio­na­les de la obra.

El Cambio de «Cascarudos» a «Bichos»: ¿Simplificación o Pérdida Simbólica?

Uno de los deba­tes más inten­sos gira en torno a la deci­sión de renom­brar a los «cas­ca­ru­dos» —insec­tos gigan­tes con­tro­la­dos por los inva­so­res— como «bichos». En el cómic, el tér­mino «cas­ca­ru­do» no solo desig­na una espe­cie alie­ní­ge­na, sino que fun­cio­na como metá­fo­ra de la maqui­na­ria repre­si­va: seres sin volun­tad pro­pia, obe­dien­tes a una jerar­quía opre­so­ra Al redu­cir­los a «bichos», la serie pier­de esta capa de sig­ni­fi­ca­do, homo­ge­ni­zan­do su iden­ti­dad y des­co­nec­tán­do­los de su car­ga polí­ti­ca ori­gi­nal. Este cam­bio, apa­ren­te­men­te menor, refle­ja una ten­den­cia a sua­vi­zar el len­gua­je crí­ti­co de Oesterheld para adap­tar­lo a un públi­co glo­bal, sacri­fi­can­do mati­ces cla­ve de la crí­ti­ca social.

La elec­ción no es ino­cen­te: los «bichos» de la serie son pre­sen­ta­dos como ame­na­zas gené­ri­cas, mien­tras que en el cómic los cas­ca­ru­dos encar­na­ban la des­hu­ma­ni­za­ción de los cola­bo­ra­cio­nis­tas duran­te las dic­ta­du­ras. La tela­ra­ña que tejen en la adap­ta­ción —una adi­ción no pre­sen­te en el mate­rial ori­gi­nal— aun­que visual­men­te impac­tan­te, refuer­za su rol como mons­truos de acción, no como sím­bo­los de opre­sión sis­té­mi­ca. Esta sim­pli­fi­ca­ción narra­ti­va podría limi­tar la pro­fun­di­dad ale­gó­ri­ca que hizo de la his­to­rie­ta un refe­ren­te cul­tu­ral.

«Los Manos» y el cliffhanger, la nueva jerarquía de la invasión

El momen­to más dis­rup­ti­vo del final de la pri­me­ra tem­po­ra­da es la intro­duc­ción de «Los Manos», seres con dedos mul­ti­ples que con­tro­lan a los «bichos» des­de las som­bras. En el cómic, estos seres —subor­di­na­dos a una enti­dad supe­rior lla­ma­da «Los Ellos»— repre­sen­ta­ban la buro­cra­cia repre­si­va y la com­pli­ci­dad inter­na­cio­nal con las dic­ta­du­ras lati­no­ame­ri­ca­nas. La serie, sin embar­go, los retra­ta como estra­te­gas fríos, enfo­cán­do­se en su rol mili­tar más que en su sim­bo­lis­mo polí­ti­co. La deci­sión de cerrar la tem­po­ra­da con su apa­ri­ción en el Estadio Monumental, mien­tras Juan Salvo vis­lum­bra su cone­xión con el futu­ro, prio­ri­za el mis­te­rio sci-fi sobre la denun­cia social.

Este giro narra­ti­vo gene­ra expec­ta­ti­vas ambi­va­len­tes: por un lado, pro­me­te explo­rar la jerar­quía alie­ní­ge­na en pro­fun­di­dad; por otro, corre el ries­go de redu­cir la tra­ma a un enfren­ta­mien­to bina­rio entre huma­nos e inva­so­res, des­di­bu­jan­do las múl­ti­ples capas de opre­sión que Oesterhard entre­la­zó en la his­to­rie­ta. La segun­da tem­po­ra­da ten­drá el desa­fío de equi­li­brar el espec­tácu­lo visual con la recu­pe­ra­ción de estas metá­fo­ras, espe­cial­men­te con­si­de­ran­do que el pre­su­pues­to aumen­ta­rá a 20 millo­nes de dóla­res y se fil­ma­rán ocho epi­so­dios en lugar de seis.

Oesterheld y su fami­lia
Solano López

La persistencia del legado político en una serie global

A pesar de las licen­cias crea­ti­vas, la serie man­tie­ne vivo el núcleo temá­ti­co de resis­ten­cia colec­ti­va. La esce­na don­de Juan Salvo (Ricardo Darín) aren­ga a los sobre­vi­vien­tes en Campo de Mayo —«No somos héroes, somos tes­ti­gos»— encap­su­la la esen­cia del men­sa­je de Oesterheld: la lucha como acto de memo­ria y dig­ni­dad. Sin embar­go, la adap­ta­ción miti­ga el con­tex­to espe­cí­fi­co de la Argentina dic­ta­to­rial, tras­la­dan­do la acción al pre­sen­te y eli­mi­nan­do refe­ren­cias direc­tas a la mili­tan­cia de los auto­res.

Este equi­li­brio entre actua­li­za­ción y fide­li­dad se mani­fies­ta en la ban­da sono­ra: temas de Soda Stereo y Mercedes Sosa anclan la his­to­ria en la iden­ti­dad local, mien­tras los efec­tos de soni­do hiper­rea­lis­tas —como el cru­jir de los capa­ra­zo­nes de los «bichos»— bus­can conec­tar con una audien­cia inter­na­cio­nal. El desa­fío pen­dien­te es que estas elec­cio­nes téc­ni­cas no opa­quen el sus­tra­to ideo­ló­gi­co que con­vir­tió a «El Eternauta» en un sím­bo­lo de lucha con­tra la opre­sión.

El futuro de la adaptación, ¿hacia dónde navega El Eternauta?

La con­fir­ma­ción de una segun­da tem­po­ra­da obli­ga a replan­tear el artícu­lo ori­gi­nal, que asu­mía una estruc­tu­ra cerra­da. Ahora, el aná­li­sis debe anti­ci­par cómo la serie abor­da­rá ele­men­tos cla­ve del cómic aún no adap­ta­dos:

  1. Los Gurbos: Criaturas cie­gas y colo­sa­les que en la his­to­rie­ta repre­sen­ta­ban la bru­ta­li­dad irra­cio­nal de la repre­sión. Su inclu­sión podría enri­que­cer el bes­tia­rio alie­ní­ge­na y pro­fun­di­zar en la crí­ti­ca a la des­hu­ma­ni­za­ción.

  2. La Dimensión Temporal: En el cómic, Juan Salvo via­ja al futu­ro, encon­tran­do una Tierra devas­ta­da por la inva­sión. La serie ha insi­nua­do esta capa­ci­dad con sus visio­nes, pero aún no la explo­ra ple­na­men­te.

  3. Los Ellos: La enti­dad supre­ma que con­tro­la a «Los Manos». Su reve­la­ción podría rein­tro­du­cir la crí­ti­ca al poder invi­si­ble y las estruc­tu­ras neo­co­lo­nia­les, ausen­tes en la pri­me­ra tem­po­ra­da.

Bruno Stagnaro, direc­tor de la serie, ha seña­la­do que la segun­da tem­po­ra­da «inda­ga­rá en con­cep­tos de cien­cia fic­ción ape­nas esbo­za­dos». Este enfo­que sugie­re un giro hacia lo espec­ta­cu­lar, pero si logra inte­grar­lo con la car­ga polí­ti­ca ori­gi­nal, podría cerrar la bre­cha entre puris­tas y nue­vos fans.

Entre la fidelidad y la renovación

La adap­ta­ción de «El Eternauta» enfren­ta el dile­ma clá­si­co de las obras de cul­to: cómo moder­ni­zar sin trai­cio­nar. El cam­bio de «cas­ca­ru­dos» a «bichos» y el cliffhan­ger de «Los Manos» son sín­to­mas de una ten­sión crea­ti­va entre el acce­so glo­bal y la pro­fun­di­dad local. Mientras la serie se pre­pa­ra para su segun­da tem­po­ra­da —con fil­ma­ción en Buenos Aires y efec­tos lide­ra­dos por Pablo Helman—, el lega­do de Oesterheld y Solano López exi­ge que las metá­fo­ras polí­ti­cas no sean sacri­fi­ca­das en el altar del entre­te­ni­mien­to. La nie­ve mor­tal sigue cayen­do, pero su sig­ni­fi­ca­do debe per­ma­ne­cer intac­to: una adver­ten­cia con­tra el olvi­do y la com­pli­ci­dad.


Referencias

  • Oesterheld, H. G., & Solano López, F. (2015). El Eternauta. Fantagraphics Books.
  • Edición inte­gral en inglés de la his­to­rie­ta ori­gi­nal, con notas crí­ti­cas y con­tex­to his­tó­ri­co. Ganadora del Premio Eisner a mejor colec­ción de tiras de pren­sa.
  • Sasturain, J. (2016). El Eternauta: Una lec­tu­ra posi­ble. Ediciones Colihue.
  • Ensayo fun­da­men­tal sobre la his­to­rie­ta, su con­tex­to, sus inter­pre­ta­cio­nes polí­ti­cas y su vigen­cia cul­tu­ral.
  • Gago, M. (2017). Sesenta años de lec­tu­ras de Oesterheld. Editorial Sudamericana.
  • Análisis aca­dé­mi­co sobre la obra de Oesterheld, con espe­cial énfa­sis en las múl­ti­ples lec­tu­ras de «El Eternauta».
  • Repetto, I. (2025). La ban­da sono­ra de El Eternauta: la lis­ta de can­cio­nes que sue­nan en la serie del momen­to de Netflix. La Nación.
  • Artículo perio­dís­ti­co que deta­lla la músi­ca y las can­cio­nes pre­sen­tes en la serie, y su impor­tan­cia en la narra­ti­va audio­vi­sual.
  • Pol, I. (2025). El Eternauta y los esce­na­rios digi­ta­les que pare­cen reales. La Nación.
  • Reportaje sobre la pro­duc­ción téc­ni­ca y visual de la serie, con entre­vis­tas al equi­po y expli­ca­ción de las tec­no­lo­gías emplea­das.

Comunicar en la oscuridad, cómo mantenernos conectados en un apagón total

El 28 de abril de 2025, España, Portugal y par­te de Europa vivie­ron un apa­gón eléc­tri­co gene­ral que dejó a millo­nes de per­so­nas sin luz, sin inter­net y, lo más inquie­tan­te, sin la posi­bi­li­dad de comu­ni­car­se con sus seres que­ri­dos. En un mun­do hiper­co­nec­ta­do, don­de la depen­den­cia del móvil y la red es abso­lu­ta, la expe­rien­cia fue un recor­da­to­rio bru­tal de nues­tra fra­gi­li­dad tec­no­ló­gi­ca. ¿Qué pasa­ría si maña­na se repi­te? ¿Cómo podría­mos man­te­ner­nos comu­ni­ca­dos si el móvil y el WhatsApp dejan de fun­cio­nar? Vamos a explo­rar alter­na­ti­vas reales, des­de apps que fun­cio­nan sin inter­net has­ta la vie­ja radio, pasan­do por la tec­no­lo­gía mesh y las solu­cio­nes más ana­ló­gi­cas. Prepárate para un via­je por la comu­ni­ca­ción en tiem­pos de apa­gón, sin dra­mas, pero con los pies en la tie­rra.

Cuando el móvil se apaga, el gran vacío comunicativo

El apa­gón de abril de 2025 dejó cla­ro que la infra­es­truc­tu­ra de tele­co­mu­ni­ca­cio­nes es tan vul­ne­ra­ble como la eléc­tri­ca. Aunque duran­te los pri­me­ros minu­tos algu­nos pudie­ron enviar WhatsApps o hacer lla­ma­das gra­cias a las bate­rías de res­pal­do de las ante­nas, la reali­dad se impu­so rápi­do: una vez ago­ta­da la ener­gía de emer­gen­cia, la red cayó como un cas­ti­llo de nai­pes. Para que un men­sa­je lle­gue por WhatsApp, no bas­ta con que tu móvil fun­cio­ne; toda la cade­na de nodos, ante­nas, ser­vi­do­res y cables debe estar ope­ra­ti­va. Si una sola pie­za falla, adiós a la comu­ni­ca­ción digi­tal.

En esas horas de des­con­cier­to, muchos redes­cu­brie­ron la impor­tan­cia de la radio FM y de los telé­fo­nos con chip de radio, que, conec­ta­dos a unos sen­ci­llos auri­cu­la­res, per­mi­tían al menos ente­rar­se de lo que ocu­rría. Pero ¿y para hablar con la fami­lia, los ami­gos, los veci­nos? La sen­sa­ción de ais­la­mien­to fue tan inten­sa como ines­pe­ra­da. El móvil, ese apén­di­ce inse­pa­ra­ble, se vol­vió un pisa­pa­pe­les de lujo.

Las auto­ri­da­des, des­bor­da­das, reco­men­da­ron inten­tar las lla­ma­das de emer­gen­cia (112) des­de móvi­les de dife­ren­tes ope­ra­do­ras, bus­can­do apro­ve­char cual­quier res­qui­cio de red dis­po­ni­ble. Incluso se habi­li­ta­ron líneas fijas alter­na­ti­vas y, en últi­ma ins­tan­cia, se ani­mó a la pobla­ción a acu­dir físi­ca­men­te a los cen­tros de segu­ri­dad más cer­ca­nos si la comu­ni­ca­ción era impo­si­ble. Un sal­to atrás en el tiem­po, pero efi­caz en situa­cio­nes extre­mas.

La cla­ve que nos dejó el apa­gón: no pode­mos depen­der solo del móvil ni de inter­net. Si que­re­mos estar pre­pa­ra­dos para el pró­xi­mo cor­te, toca explo­rar alter­na­ti­vas, des­de las más tec­no­ló­gi­cas has­ta las más ana­ló­gi­cas.

Alternativas para comunicarse sin electricidad ni internet: del mesh al papel

La bue­na noti­cia es que exis­ten opcio­nes para man­te­ner cier­to nivel de comu­ni­ca­ción inclu­so cuan­do la red cae. La mala: requie­ren pre­pa­ra­ción pre­via, algo de inge­nio y, sobre todo, cam­biar el chip men­tal de la inme­dia­tez digi­tal. Olvídate de los memes y los vídeos de gatos; aquí habla­mos de men­sa­jes bási­cos, cor­tos y, muchas veces, cara a cara.

Las apps que funcionan sin internet ni cobertura

En pleno siglo XXI, la tec­no­lo­gía mesh (red de malla) ha abier­to una puer­ta intere­san­te: per­mi­te que los móvi­les se conec­ten direc­ta­men­te entre sí usan­do Bluetooth o WiFi, for­man­do una red local que no depen­de de ante­nas ni ser­vi­do­res. ¿Magia? No, físi­ca bási­ca y soft­wa­re lis­to para la emer­gen­cia.

Entre las apps más des­ta­ca­das está Briar, dis­po­ni­ble en Android, que per­mi­te enviar men­sa­jes cifra­dos a otros usua­rios cer­ca­nos usan­do Bluetooth o WiFi direc­to. No nece­si­tas cober­tu­ra, pero sí estar a pocos metros del des­ti­na­ta­rio. Ideal para comu­ni­car­se en un edi­fi­cio, una comu­ni­dad o un cam­pa­men­to impro­vi­sa­do. La pri­va­ci­dad es máxi­ma, ya que los men­sa­jes no pasan por ser­vi­do­res y se alma­ce­nan solo en el dis­po­si­ti­vo. Eso sí, olví­da­te de hablar con tu pri­mo en la otra pun­ta de la ciu­dad: el alcan­ce es limi­ta­do. Briar es per­fec­ta para gru­pos redu­ci­dos y situa­cio­nes de ais­la­mien­to extre­mo.

Otra opción es Bridgefy, que tam­bién uti­li­za Bluetooth para crear una red de malla entre usua­rios. Su ven­ta­ja es que los men­sa­jes pue­den sal­tar de móvil en móvil, amplian­do el alcan­ce siem­pre que haya sufi­cien­tes per­so­nas con la app ins­ta­la­da en la zona. Es como un telé­fono roto digi­tal, pero que fun­cio­na. La ins­ta­la­ción es sen­ci­lla y sir­ve tan­to para Android como para iOS, aun­que la segu­ri­dad no es tan robus­ta como la de Briar. En un apa­gón, lo impor­tan­te es que el men­sa­je lle­gue, aun­que sea dan­do un rodeo.

Para los más techies, Meshtastic com­bi­na apps móvi­les con dis­po­si­ti­vos de radio­fre­cuen­cia LoRa, per­mi­tien­do enviar men­sa­jes a varios kiló­me­tros de dis­tan­cia sin depen­der de la red eléc­tri­ca ni de inter­net. Eso sí, requie­re com­prar hard­wa­re espe­cí­fi­co y tener cier­tos cono­ci­mien­tos téc­ni­cos. La ven­ta­ja es su alcan­ce y per­so­na­li­za­ción; la des­ven­ta­ja, que no es una solu­ción plug and play para la mayo­ría.

El viejo walkie-talkie nunca muere

Si hay un clá­si­co de las emer­gen­cias, ese es el walkie-talkie. Los mode­los moder­nos, con alcan­ce de varios kiló­me­tros y auto­no­mía para días, pue­den ser la sal­va­ción en un apa­gón pro­lon­ga­do. No requie­ren red, solo pilas o bate­rías car­ga­das. Su uso es sen­ci­llo, y per­mi­ten coor­di­nar gru­pos, avi­sar de emer­gen­cias o sim­ple­men­te man­te­ner el con­tac­to entre veci­nos. En comu­ni­da­des rura­les o urba­ni­za­cio­nes, orga­ni­zar una red de wal­kies pue­de mar­car la dife­ren­cia.

La radio FM y el boca a boca, lo analógico resiste

Cuando todo lo digi­tal falla, la radio FM sigue sien­do la rei­na de la infor­ma­ción. Muchos móvi­les inclu­yen chip de radio, aun­que a veces está des­ac­ti­va­do por el fabri­can­te. Una radio por­tá­til a pilas es un bási­co en cual­quier kit de emer­gen­cia. Permite reci­bir infor­ma­ción ofi­cial, avi­sos y, en algu­nos casos, men­sa­jes de la comu­ni­dad. Es comu­ni­ca­ción uni­di­rec­cio­nal, pero en una cri­sis, saber qué ocu­rre es tan impor­tan­te como poder hablar.

El boca a boca, el tablón de anun­cios en el por­tal o la nota manus­cri­ta en el para­bri­sas del coche recu­pe­ran pro­ta­go­nis­mo. Puede sonar arcai­co, pero en ausen­cia de tec­no­lo­gía, la comu­ni­ca­ción direc­ta es la más fia­ble. Organizar pun­tos de encuen­tro, tur­nos de infor­ma­ción o gru­pos de vigi­lan­cia veci­nal pue­de ser vital.

¿Y los móviles por satélite?

Aunque en 2025 los móvi­les por saté­li­te no son de uso común, exis­ten y podrían ser una solu­ción en esce­na­rios extre­mos2. Estos dis­po­si­ti­vos se conec­tan direc­ta­men­te con saté­li­tes de órbi­ta baja, inde­pen­dien­tes de la red eléc­tri­ca terres­tre. Suelen usar­se en ámbi­tos mili­ta­res, expe­di­cio­nes o zonas remo­tas, pero su pre­cio y dis­po­ni­bi­li­dad los ale­jan del gran públi­co. Aun así, en el futu­ro podrían con­ver­tir­se en una alter­na­ti­va real para emer­gen­cias masi­vas, sobre todo si los pro­yec­tos de redes sate­li­ta­les euro­peas avan­zan.

Preparar el kit de comunicación de emergencia

La expe­rien­cia del apa­gón ha hecho que muchos recon­si­de­ren su pre­pa­ra­ción. Un kit bási­co debe­ría incluir:

  • Una radio FM por­tá­til con pilas de repues­to

  • Walkie-talkies con bate­rías car­ga­das

  • Un móvil anti­guo con chip de radio acti­va­do

  • Apps como Briar o Bridgefy ins­ta­la­das y con­fi­gu­ra­das

  • Una lis­ta de con­tac­tos y direc­cio­nes en papel

  • Linternas, pilas y car­ga­do­res sola­res

No se tra­ta de vivir en modo prep­per, sino de asu­mir que la tec­no­lo­gía pue­de fallar y que un poco de pre­vi­sión pue­de aho­rrar­nos sus­tos y angus­tias.

El papel de las autoridades y la comunidad

Durante el apa­gón, las auto­ri­da­des refor­za­ron los ser­vi­cios poli­cia­les y de emer­gen­cia, habi­li­tan­do líneas alter­na­ti­vas y reco­men­dan­do acu­dir a cen­tros de segu­ri­dad en caso de inco­mu­ni­ca­ción. La cola­bo­ra­ción ciu­da­da­na y la cal­ma fue­ron cla­ve para evi­tar el caos. En situa­cio­nes así, seguir los cana­les ofi­cia­les de infor­ma­ción, man­te­ner la cal­ma y cola­bo­rar con los veci­nos es tan impor­tan­te como tener el últi­mo gad­get.

La pre­ven­ción pasa tam­bién por exi­gir a las ope­ra­do­ras y a las admi­nis­tra­cio­nes que mejo­ren la auto­no­mía de las infra­es­truc­tu­ras crí­ti­cas, con bate­rías de res­pal­do más poten­tes o gene­ra­ción solar en las ante­nas. No es solo una cues­tión téc­ni­ca, sino de resi­lien­cia social.

¿Estamos preparados para el próximo apagón?

La pre­gun­ta que que­da flo­tan­do tras el apa­gón de 2025 es incó­mo­da: ¿esta­mos lis­tos para vivir sin móvil ni inter­net duran­te horas o días? La res­pues­ta, para la mayo­ría, es un rotun­do no. Pero la bue­na noti­cia es que la pre­pa­ra­ción no es com­pli­ca­da ni cara. Basta con recu­pe­rar algu­nas cos­tum­bres olvi­da­das, ins­ta­lar un par de apps y, sobre todo, hablar con los veci­nos.

La tec­no­lo­gía mesh, los wal­kies y la radio son alia­dos ines­pe­ra­dos en un mun­do digi­tal. No sus­ti­tui­rán al WhatsApp ni al TikTok, pero pue­den mar­car la dife­ren­cia entre el ais­la­mien­to y la cone­xión en una emer­gen­cia. La cla­ve está en no dejar­lo para maña­na: ins­ta­la las apps, com­pra la radio, habla con tu comu­ni­dad.

El apa­gón fue un avi­so, no una con­de­na. Si apren­de­mos la lec­ción, la pró­xi­ma vez esta­re­mos menos per­di­dos y más conec­ta­dos, aun­que sea a la vie­ja usan­za. Porque, al final, comu­ni­car es mucho más que enviar un emo­ji: es estar ahí, aun­que sea en la oscu­ri­dad.


Referencias

  1. Xataka Android. (2025). El apa­gón dejó cla­ro que no pode­mos depen­der de WhatsApp. Estas apps de men­sa­je­ría fun­cio­nan inclu­so sin inter­net. Explica alter­na­ti­vas como Briar, Bridgefy y Meshtastic para comu­ni­car­se sin red.

  2. Maldita Tecnología. (2025). Por qué las tele­co­mu­ni­ca­cio­nes falla­ron con el apa­gón eléc­tri­co y cómo podría­mos mejo­rar la resi­lien­cia. Analiza la vul­ne­ra­bi­li­dad de la infra­es­truc­tu­ra y la opción de móvi­les por saté­li­te.

  3. El Faro de Ceuta. (2025). Cómo actuar en caso de un nue­vo apa­gón eléc­tri­co masi­vo. Detalla las medi­das toma­das por las auto­ri­da­des y las reco­men­da­cio­nes para la pobla­ción.

  4. Hipertextual. (2025). Briar: así es la app para enviar men­sa­jes sin inter­net ni cober­tu­ra. Profundiza en el fun­cio­na­mien­to y limi­ta­cio­nes de Briar, una app cla­ve en situa­cio­nes de emer­gen­cia.

  5. Genbeta. (2025). España se ha que­da­do sin luz con un enor­me apa­gón. Describe el impac­to ini­cial y la recu­pe­ra­ción pro­gre­si­va de las tele­co­mu­ni­ca­cio­nes tras el apa­gón.