El oficio de informar vs. The Paper

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Si algo se apren­de en un perió­di­co peque­ño es que la ruti­na nun­ca exis­te. «The Paper», recién ate­rri­za­da en SkyShowtime, expan­de la fór­mu­la del fal­so docu­men­tal —ese esti­lo incon­fun­di­ble que ele­vó «The Office» a fenó­meno— y se ins­ta­la en el Toledo Truth Teller, dia­rio local don­de redac­to­res con­vi­ven con titu­la­res impo­si­bles, jefes dema­sia­do huma­nos y todo tipo de micro­di­le­mas labo­ra­les. El ambien­te, inva­di­do de post-its, pape­les arru­ga­dos y cafés reca­len­ta­dos, es más reco­no­ci­ble que nun­ca, pero la inten­ción va mucho más allá de la nos­tal­gia: aquí el guion se des­li­za entre el absur­do y la ter­nu­ra, la crí­ti­ca y el exce­so bur­lón, rega­lan­do momen­tos genui­nos que el públi­co entre 16 y 80 años devo­ra sin pre­jui­cios.
Domhnall Gleeson encar­na a Ned Sampson, edi­tor tan idea­lis­ta como desas­tro­so, dis­pues­to a sal­var la cabe­ce­ra aun­que para ello recu­rra a estra­te­gias absur­das, reunio­nes caó­ti­cas y una ima­gi­na­ción sin fil­tros. Chelsea Frei, Sabrina Impacciatore y Oscar Nuñez com­ple­tan un repar­to que no teme el ridícu­lo, ni los diá­lo­gos incó­mo­dos ni los ges­tos ines­pe­ra­dos. La fic­ción avan­za apos­tan­do por la empa­tía y el humor negro, pero se cui­da de no caer en el tópi­co ni en el home­na­je vacío: cada epi­so­dio inten­ta dar una vuel­ta de tuer­ca, jugar con la expec­ta­ti­va de fra­ca­so y vol­car­se en la emo­ción real que, a veces, solo la pre­ca­rie­dad per­mi­te explo­rar.

Vida laboral, periodismo y segundas oportunidades en The Paper

Si «The Office» gira­ba en torno al absur­do empre­sa­rial, «The Paper» bai­la entre el caos digi­tal, el roman­ti­cis­mo del ofi­cio y el vér­ti­go cons­tan­te de la era viral. La cáma­ra se cue­la en los cubícu­los, reco­ge con­fi­den­cias espon­tá­neas (y dis­pa­ra­tes) y pone el foco en la cul­tu­ra del error, don­de el éxi­to pare­ce acci­den­tal y el mayor apren­di­za­je es sobre­vi­vir a otro día. Hay gui­ños direc­tos al mode­lo clá­si­co del perio­dis­mo —entre estan­te­rías con lito­ti­pos anti­guos y deba­tes sobre éti­ca pro­fe­sio­nal—, pero tam­bién una mira­da con­tem­po­rá­nea hacia la fra­gi­li­dad de los medios y el desa­fío de hacer rele­van­te lo irre­le­van­te.
Ned y Mare, pare­ja cen­tral, viven más des­en­cuen­tros que fle­cha­zos. El roman­ce nun­ca es faci­lón: ambas per­so­na­li­da­des cho­can, se esqui­van, pero el rit­mo y los diá­lo­gos evi­tan el recur­so fácil al dra­ma. Por el con­tra­rio, se mul­ti­pli­can los gags absur­dos y los des­en­la­ces sor­pren­den­tes, jus­to cuan­do todo pare­ce per­di­do. Los secun­da­rios ali­men­tan el enre­do: la redac­ción resul­ta tan caó­ti­ca como aco­ge­do­ra, y el ideal perio­dís­ti­co resis­te entre bro­mas, retos mora­les y obso­le­tos orde­na­do­res. El tra­ba­jo, como en la vida real, es una suce­sión de micro­fra­ca­sos y esfuer­zos recon­ver­ti­dos en segun­das opor­tu­ni­da­des, a veces con la úni­ca recom­pen­sa de una car­ca­ja­da irre­pe­ti­ble.​​

¿Escribir (y sobrevivir) todavía importa?

«The Paper» no bus­ca la per­fec­ción. Prefiere la hones­ti­dad de quie­nes creen en el perio­dis­mo cuan­do todo pare­ce estar en con­tra. Greg Daniels recu­pe­ra el for­ma­to moc­ku­men­tary y la estruc­tu­ra coral para mos­trar que, en el fon­do, la ver­dad es un lujo y la con­vi­ven­cia un reto. La redac­ción, con­ver­ti­da en pro­ta­go­nis­ta, rebo­sa deta­lles impre­vi­si­bles: des­de por­ta­das impro­vi­sa­das con erro­res tipo­grá­fi­cos, has­ta dis­cu­sio­nes sobre qué es noti­cia y qué solo mere­ce olvi­do digi­tal.
Cada per­so­na­je expo­ne su fra­gi­li­dad y sen­ti­do del humor. Los epi­so­dios no con­clu­yen con lec­cio­nes for­za­das, sino que apues­tan por la iner­cia y la impro­vi­sa­ción. El públi­co tran­si­ta por esa fron­te­ra difu­sa entre la risa y el des­en­can­to, encon­tran­do cier­ta com­pli­ci­dad y reco­no­ci­mien­to en el refle­jo del pro­pio fra­ca­so. El perio­dis­mo, lejos de ser idea­li­za­do, apa­re­ce como ofi­cio que se rein­ven­ta día tras día, sobre­vi­vien­do a los capri­chos de la vira­li­dad y los erro­res inevi­ta­bles. El resul­ta­do es una car­ta de amor a la auten­ti­ci­dad y a la capa­ci­dad huma­na de reír­se inclu­so en el desas­tre.

La Enterprise nunca fue tan atrevida

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Héroes con ganas de jugar: la tripulación se reinventa

La ter­ce­ra tem­po­ra­da de «Star Trek: Strange New Worlds» comien­za como un torpe­do de foto­nes: la nave sacu­di­da, el des­tino pen­dien­do de un hilo y la sen­sa­ción de que cual­quier cosa pue­de pasar. La Enterprise, que siem­pre fue sím­bo­lo de explo­ra­ción y espe­ran­za, aho­ra es tam­bién una caja de sor­pre­sas para su tri­pu­la­ción. Si creías que cono­cías al capi­tán Pike tras dos tem­po­ra­das, pro­ba­ble­men­te no espe­ra­bas ver­lo lide­ran­do la misión “Hegemonía Parte II” con un plan impro­vi­sa­do y la ayu­da de vie­jos riva­les, lan­zan­do dar­dos iró­ni­cos sobre la diplo­ma­cia mien­tras las alar­mas retum­ban. El pro­pio Spock, habi­tual­men­te imper­tur­ba­ble, se per­mi­te aquí ges­tos huma­nos tan insos­pe­cha­dos como reci­tar ver­sos (“El Blues de las Campanas Nupciales” lo mues­tra más vul­ne­ra­ble y diver­ti­do que nun­ca), mien­tras Ortegas toma el man­do y expe­ri­men­ta con su pro­pio códi­go de honor. La’an y Uhura se con­vier­ten en el motor emo­cio­nal de varios epi­so­dios, reve­lan­do dimen­sio­nes pro­pias y demos­tran­do que un ofi­cial de la Flota es mucho más que el pues­to que ocu­pa. La tem­po­ra­da jue­ga con la idea de que el ver­da­de­ro ries­go no es tan­to lo que espe­ra al otro lado del sen­sor, sino des­pis­tar­se ante la ruti­na y dejar de soñar en voz alta con lo impo­si­ble. El espec­ta­dor vete­rano encuen­tra aquí home­na­jes direc­tos a «La nue­va gene­ra­ción» y la saga his­tó­ri­ca, pero no fal­tan bro­mas inter­nas y pico­teos de sit­com que harían son­reír inclu­so a un tutor vul­cano.

Las esce­nas gru­pa­les hier­ven de ener­gía como nun­ca: hay peleas absur­das, fies­tas irre­pe­ti­bles y has­ta un epi­so­dio don­de la tri­pu­la­ción pare­ce haber­se trans­for­ma­do en vul­ca­nos por cau­sas tan extra­ñas como impro­ba­bles. La nave en sí se trans­for­ma en un per­so­na­je pro­ta­go­nis­ta, alter­nan­do entre el caos del com­ba­te y el humor ines­pe­ra­do de una noche de fies­ta galác­ti­ca. La sen­sa­ción es que nadie –ni guio­nis­tas ni per­so­na­jes– teme equi­vo­car­se, por­que la aven­tu­ra aquí con­sis­te en sal­tar más lejos y con­fiar en que alguien ate­rri­za­rá de pie. Star Trek vuel­ve a sen­tir­se impre­vi­si­ble, pero no capri­cho­sa; cada giro sir­ve para extraer algo genui­na­men­te nue­vo de una plan­ti­lla que, con menos valen­tía, ya sería solo piro­tec­nia espa­cial.

Los guionistas sueltan amarras: homenaje, parodia y riesgo

Es impo­si­ble no notar cómo esta tem­po­ra­da los guio­nis­tas han deci­di­do sol­tar­se el pelo y arries­gar a nive­les insos­pe­cha­dos. El ejem­plo más radi­cal lle­ga con epi­so­dios expe­ri­men­ta­les que cru­zan la come­dia román­ti­ca y el mis­te­rio al esti­lo Agatha Christie, per­mi­tien­do que el tono cam­bie drás­ti­ca­men­te inclu­so den­tro del mis­mo capí­tu­lo. El epi­so­dio “Una hora de aven­tu­ra espa­cial” jue­ga con la meta­na­rra­ti­va, y “Cuatro vul­ca­nos y medio” se atre­ve a explo­rar la iden­ti­dad a tra­vés de un giro casi surrea­lis­ta. El resul­ta­do pue­de des­con­cer­tar a quie­nes bus­can homo­ge­nei­dad, pero es difí­cil no reco­no­cer una apues­ta por res­ca­tar el espí­ri­tu ico­no­clas­ta con el que nació la fran­qui­cia, moder­ni­zan­do los ries­gos y asu­mien­do que hoy, la audien­cia está tan ham­brien­ta de sor­pre­sa como lo esta­ba el públi­co de los años sesen­ta. Hay quien ha cri­ti­ca­do el des­cen­so de la serie­dad res­pec­to a la segun­da tem­po­ra­da o la pro­fun­di­dad del arco con Gorn, pero has­ta las obje­cio­nes más vehe­men­tes reco­no­cen el valor de una pro­pues­ta que evi­ta el pilo­to auto­má­ti­co y pre­fe­ri­ría estre­llar­se antes de abu­rrir.

El home­na­je a la era dora­da de Gene Roddenberry es inne­ga­ble: los auto­con­clu­si­vos coque­tean con el absur­do, el sus­pen­se y la refle­xión filo­só­fi­ca sin remil­gos. Y cuan­do toca zam­bu­llir­se en géne­ros inex­plo­ra­dos –como el caso de “Lanzadera a Kenfori”, don­de el sus­pen­se alie­ní­ge­na se cru­za con una tra­ma de terror bio­ló­gi­co– lo hacen a fon­do, sin com­ple­jos, asu­mien­do que par­te de la diver­sión es pre­ci­sa­men­te salir­se del carril y sor­pren­der­nos. El res­to de la tem­po­ra­da alter­na entre dile­mas éti­cos, pro­ble­mas per­so­na­les y momen­tos para res­pi­rar, sin mie­do a la diso­nan­cia tonal. Hay gui­ños que solo los trek­kies de pura cepa cap­ta­rán, pero la puer­ta está abier­ta para quie­nes se acer­can al uni­ver­so por pri­me­ra vez.

Aventuras sin red: de la nostalgia al descubrimiento

Lo que dis­tin­gue esta tem­po­ra­da es, pre­ci­sa­men­te, la capa­ci­dad para explo­rar moral­men­te la fron­te­ra entre tra­di­ción e inven­ción, sin per­der nun­ca el pul­so emo­cio­nal. El villano prin­ci­pal, los Gorn, sigue pre­sen­te como ame­na­za laten­te, pero la serie uti­li­za sus ata­ques para dis­pa­rar los con­flic­tos inter­nos y los dile­mas de la tri­pu­la­ción. Al mar­gen de la acción, hay espa­cio para la refle­xión sobre el trau­ma, la resi­lien­cia y la cons­truc­ción del futu­ro des­de la diver­si­dad y el res­pe­to a lo des­co­no­ci­do. Spock, enfren­ta­do a su dua­li­dad vulcano-humana, des­ti­la toda la alqui­mia emo­cio­nal de la serie; Pike se ve obli­ga­do a ele­gir entre la segu­ri­dad de la flo­ta y la leal­tad a su círcu­lo cer­cano en momen­tos cla­ve, mien­tras nue­vos per­so­na­jes secun­da­rios apor­tan colo­ri­do y dina­mis­mo a la Enterprise.

Charlie Cale conquistó SkyShowtime

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±9 minu­tos

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El uni­ver­so de la detec­ción de men­ti­ras tie­ne una nue­va rei­na, y su nom­bre es Charlie Cale. La serie «Poker Face», crea­da por Rian Johnson, se ha con­ver­ti­do en uno de los fenó­me­nos más adic­ti­vos de la pla­ta­for­ma SkyShowtime. Con Natasha Lyonne al fren­te del repar­to, esta joya tele­vi­si­va ha demos­tra­do que el for­ma­to pro­ce­di­men­tal sigue vivo y colean­do en ple­na era del strea­ming.

Un personaje que desentraña verdades

Charlie Cale es esa mujer que todos qui­sié­ra­mos ser en secre­tos momen­tos de la vida coti­dia­na. Su super­po­der es detec­tar men­ti­ras al ins­tan­te, una habi­li­dad que la mete en líos cons­tan­tes mien­tras reco­rre Estados Unidos en su Plymouth Barracuda. La pri­me­ra tem­po­ra­da nos pre­sen­tó este con­cep­to bri­llan­te: cada epi­so­dio fun­cio­na como una his­to­ria cerra­da, siguien­do la estruc­tu­ra «how­cat­chem» popu­la­ri­za­da por la míti­ca «Colombo».

La serie arran­có en enero de 2023 con diez epi­so­dios que esta­ble­cie­ron las reglas del jue­go. Charlie no es una detec­ti­ve pro­fe­sio­nal, sino una tra­ba­ja­do­ra de casino en fuga tras des­cu­brir acti­vi­da­des cri­mi­na­les de su jefe. Esta pre­mi­sa le per­mi­te mover­se libre­men­te por el terri­to­rio esta­dou­ni­den­se, topán­do­se con per­so­na­jes pin­to­res­cos y crí­me­nes impo­si­bles de igno­rar.

La segun­da tem­po­ra­da lle­gó en mayo de 2025 con doce epi­so­dios que man­tu­vie­ron la esen­cia mien­tras aña­dían capas de com­ple­ji­dad. Los crea­do­res deci­die­ron dar­le un tono más lige­ro a esta nue­va tan­da, qui­zás cons­cien­tes de que el mun­do nece­si­ta­ba más humor y menos ten­sión. Charlie sigue sien­do la mis­ma mujer astu­ta, pero aho­ra se enfren­ta a casos más diver­sos: des­de ligas meno­res de béis­bol has­ta fune­ra­rias, pasan­do por gran­jas de cai­ma­nes.

El elen­co de estre­llas invi­ta­das de la segun­da tem­po­ra­da ha sido espec­ta­cu­lar. Cynthia Erivo, quien tam­bién bri­lla en la pelí­cu­la musi­cal «Wicked», demos­tró su ver­sa­ti­li­dad inter­pre­ta­ti­va en el pri­mer epi­so­dio. Giancarlo Esposito, cono­ci­do mun­dial­men­te por su Gustavo Fring en «Breaking Bad» y «Better Call Saul», apor­tó su inten­si­dad carac­te­rís­ti­ca al segun­do capí­tu­lo. Katie Holmes tam­bién se sumó a esta tem­po­ra­da, demos­tran­do que «Poker Face» atrae tan­to a vete­ra­nos como a nue­vos talen­tos.

Steve Buscemi apa­re­ció en varios epi­so­dios, aun­que solo a tra­vés de su voz. Este actor, reco­no­ci­do por su magis­tral inter­pre­ta­ción de Nucky Thompson en «Boardwalk Empire», aña­dió su toque dis­tin­ti­vo sin nece­si­dad de apa­re­cer físi­ca­men­te. Su pre­sen­cia vocal fue sufi­cien­te para recor­dar­nos por qué sigue sien­do uno de los acto­res más res­pe­ta­dos de la indus­tria.

Natasha Lyonne, una carrera construida desde la infancia

Antes de con­ver­tir­se en la caza­do­ra de men­ti­ro­sos más caris­má­ti­ca de la tele­vi­sión, Natasha Lyonne ya había reco­rri­do un lar­go camino des­de su debut infan­til. Su pri­me­ra apa­ri­ción tele­vi­si­va fue a los sie­te años como Opal en «Pee-wee’s Playhouse» en 1986, una expe­rien­cia que mar­có el ini­cio de una carre­ra extra­or­di­na­ria. Posteriormente apa­re­ció sin acre­di­tar en «Heartburn» (1986) y tuvo un papel secun­da­rio en «Dennis the Menace» (1993).

Su sal­to a pape­les más madu­ros lle­gó cuan­do Woody Allen la des­cu­brió para «Everyone Says I Love You» (1996), con ape­nas die­ci­séis años. Esta opor­tu­ni­dad abrió las puer­tas a una déca­da dora­da de cine inde­pen­dien­te que inclui­ría títu­los como «Slums of Beverly Hills» (1998) y «But I’m a Cheerleader» (1999). Sin embar­go, fue su inter­pre­ta­ción de Jessica en «American Pie» (1999) la que la cata­pul­tó al reco­no­ci­mien­to masi­vo, un per­so­na­je que repe­ti­ría en «American Pie 2» (2001) y «American Reunion» (2012).

Los años 2000 fue­ron una mon­ta­ña rusa pro­fe­sio­nal y per­so­nal para Lyonne. Apareció en pelí­cu­las como «Detroit Rock City» (1999), «Kate & Leopold» (2001), «Party Monster» (2003) y «Blade: Trinity» (2004). Paralelamente, lucha­ba con­tra adic­cio­nes que casi ter­mi­nan con su carre­ra. En 2005 fue hos­pi­ta­li­za­da por hepa­ti­tis C, una infec­ción car­día­ca y un pul­món colap­sa­do, al tiem­po que reci­bía tra­ta­mien­to con meta­do­na por su adic­ción a la heroí­na.

Su resu­rrec­ción pro­fe­sio­nal lle­gó en 2013 con «Orange Is the New Black», don­de inter­pre­tó a Nicky Nichols duran­te sie­te tem­po­ra­das. Este papel le valió nomi­na­cio­nes al Emmy y dos pre­mios del Sindicato de Actores al mejor repar­to. La serie de Netflix no solo revi­ta­li­zó su carre­ra, sino que la esta­ble­ció como una fuer­za crea­ti­va impor­tan­te en la indus­tria.

«Muñeca Rusa» (2019−2022) repre­sen­tó su con­sa­gra­ción como crea­do­ra. Junto a Leslye Headland y Amy Poehler, desa­rro­lló esta serie sobre Nadia, una mujer atra­pa­da en bucles tem­po­ra­les en su cum­plea­ños núme­ro 36. La serie fun­cio­na­ba como una ver­sión con­tem­po­rá­nea de «Atrapado en el tiem­po», explo­ran­do trau­mas per­so­na­les y adic­cio­nes con una mez­cla per­fec­ta de humor y pro­fun­di­dad emo­cio­nal. Por este tra­ba­jo reci­bió nomi­na­cio­nes al Globo de Oro y al Emmy tan­to como actriz como pro­duc­to­ra y guio­nis­ta.

Entre medias, Lyonne ha demos­tra­do ser una direc­to­ra talen­to­sa, diri­gien­do epi­so­dios de «Orange Is the New Black», «Russian Doll», «Shrill» y «High Fidelity». En 2022 co-fundó jun­to a Bryn Mooser el estu­dio de inte­li­gen­cia arti­fi­cial Asteria, con el obje­ti­vo de crear lar­go­me­tra­jes ani­ma­dos. Su debut como direc­to­ra de lar­go­me­tra­jes está pro­gra­ma­do para el futu­ro pró­xi­mo.

El futuro promete más misterios

Las espe­cu­la­cio­nes sobre una ter­ce­ra tem­po­ra­da están en el aire. Aunque Peacock no ha con­fir­ma­do ofi­cial­men­te la reno­va­ción, todo apun­ta hacia una con­ti­nua­ción. El final de la segun­da tem­po­ra­da dejó varios fren­tes abier­tos, espe­cial­men­te con la apa­ri­ción de «la Iguana», una ase­si­na pro­fe­sio­nal capaz de men­tir sin que Charlie lo detec­te.

El éxi­to tan­to en crí­ti­ca como en audien­cia hace muy pro­ba­ble que vea­mos más aven­tu­ras de Charlie Cale. La serie se man­tie­ne con­sis­ten­te­men­te en el top de SkyShowtime, ocu­pan­do el segun­do pues­to solo detrás de «Tierra de mafio­sos». Los pla­zos de pro­duc­ción sugie­ren que una hipo­té­ti­ca ter­ce­ra tem­po­ra­da podría lle­gar a fina­les de 2026 o prin­ci­pios de 2027.

Rian Johnson y Natasha Lyonne han expre­sa­do inte­rés en con­ti­nuar la his­to­ria, aun­que ambos tie­nen otros pro­yec­tos en mar­cha. Johnson está ocu­pa­do con la ter­ce­ra pelí­cu­la de la saga «Puñales por la espal­da», mien­tras que Lyonne tie­ne varios pro­yec­tos cine­ma­to­grá­fi­cos pen­dien­tes, inclu­yen­do su apa­ri­ción en «Los 4 Fantásticos: Primeros pasos» (2025) como Rachel Rozman.

La fór­mu­la de «Poker Face» pare­ce inago­ta­ble. Cada epi­so­dio per­mi­te explo­rar nue­vos esce­na­rios, nue­vos per­so­na­jes y nue­vos crí­me­nes sin atar­se a con­ti­nui­da­des com­ple­jas. Esta fle­xi­bi­li­dad narra­ti­va es oro puro para una serie que depen­de tan­to de las estre­llas invi­ta­das como de su pro­ta­go­nis­ta prin­ci­pal.

El for­ma­to pro­ce­di­men­tal está vivien­do un rena­ci­mien­to ines­pe­ra­do gra­cias a series como esta. En una épo­ca domi­na­da por tem­po­ra­das lar­gas y argu­men­tos seria­li­za­do, «Poker Face» demues­tra que las his­to­rias auto­con­clu­si­vas siguen tenien­do su lugar en el pano­ra­ma tele­vi­si­vo. Charlie Cale ha encon­tra­do su hue­co per­fec­to entre la nos­tal­gia por el mis­te­rio clá­si­co y las deman­das del públi­co con­tem­po­rá­neo.

La capa­ci­dad de la serie para atraer talen­to de pri­me­ra línea epi­so­dio tras epi­so­dio habla del res­pe­to que gene­ra el pro­yec­to en Hollywood. Actores con­so­li­da­dos como los men­cio­na­dos no dudan en sumar­se a una his­to­ria que, bási­ca­men­te, les per­mi­te jugar duran­te una sema­na con un per­so­na­je com­ple­ta­men­te nue­vo. La tra­yec­to­ria de Lyonne, des­de niña actriz has­ta estre­lla y crea­do­ra, garan­ti­za que Charlie Cale segui­rá des­en­tra­ñan­do men­ti­ras con el mis­mo caris­ma que la ha carac­te­ri­za­do duran­te déca­das.

«Poker Face» ha con­se­gui­do algo extra­or­di­na­rio: hacer que espe­re­mos cada jue­ves con la emo­ción de des­cu­brir qué nue­vo mis­te­rio resol­ve­rá Charlie Cale. En un mun­do satu­ra­do de opcio­nes, eso no es poca cosa. La serie ha demos­tra­do que, a veces, lo que nece­si­ta­mos es sim­ple­men­te pasar un buen rato con alguien que sabe dis­tin­guir la ver­dad de la men­ti­ra, aun­que eso la meta en pro­ble­mas cons­tan­te­men­te.


Referencias

  • Johnson, R. (Creador). (2023−2025). Poker Face [Serie de tele­vi­sión]. Peacock/SkyShowtime. Una serie pro­ce­di­men­tal moder­na que recu­pe­ra la estruc­tu­ra clá­si­ca del for­ma­to detec­ti­ves­co con his­to­rias auto­con­clu­si­vas y un pro­ta­go­nis­ta caris­má­ti­co que ancla cada epi­so­dio.
  • Lyonne, N., Poehler, A. & Headland, L. (Creadoras). (2019−2022). Russian Doll [Serie de tele­vi­sión]. Netflix. Serie inno­va­do­ra sobre bucles tem­po­ra­les que esta­ble­ció a Lyonne como una crea­do­ra tele­vi­si­va de pri­mer nivel, explo­ran­do temas de trau­ma per­so­nal y auto­des­cu­bri­mien­to a tra­vés de una pro­ta­go­nis­ta atra­pa­da en la repe­ti­ción de una noche fatal.
  • Winter, T. (Creador). (2010−2014). Boardwalk Empire [Serie de tele­vi­sión]. HBO. Drama his­tó­ri­co pro­ta­go­ni­za­do por Steve Buscemi que defi­nió el están­dar de las series de épo­ca en HBO, demos­tran­do la ver­sa­ti­li­dad del actor en pape­les dra­má­ti­cos prin­ci­pa­les como el polí­ti­co corrup­to Nucky Thompson.
  • Gilligan, V. & Gould, P. (Creadores). (2008−2022). Breaking Bad/Better Call Saul [Series de tele­vi­sión]. AMC. Saga que con­so­li­dó a Giancarlo Esposito como uno de los anta­go­nis­tas más memo­ra­bles de la tele­vi­sión moder­na con su inter­pre­ta­ción de Gustavo Fring, el meticu­loso jefe del cár­tel chi­leno.
  • Jenji Kohan (Creadora). (2013−2019). Orange Is the New Black [Serie de tele­vi­sión]. Netflix. Drama car­ce­la­rio que mar­có el resur­gi­mien­to pro­fe­sio­nal de Natasha Lyonne como Nicky Nichols, demos­tran­do su capa­ci­dad para equi­li­brar humor y dra­ma en un entorno com­ple­jo y diver­so.