Los Cuatro Fantásticos. Retro, cósmica y polémica: renace Marvel

Tiempo de lec­tu­ra:
±15 minu­tos
Para escu­char mien­tras lees ➡️

«Los cua­tro fan­tás­ti­cos. Primeros pasos» ate­rri­za en el MCU con un elen­co cui­da­do­sa­men­te selec­cio­na­do que insu­fla vida nue­va a los míti­cos per­so­na­jes. Pedro Pascal se adue­ña de Reed Richards con una mez­cla de cer­ca­nía y rigor, apro­ve­chan­do la vas­ta expe­rien­cia cose­cha­da en series como «The Mandalorian», «Juego de tro­nos» o «Narcos». Vanessa Kirby, tras su papel irre­sis­ti­ble en «The Crown» y la bate­ría de emo­cio­nes des­ple­ga­das en «Misión Imposible: Fallout», rein­ven­ta a Susan Storm con ele­gan­cia, deter­mi­na­ción y vul­ne­ra­bi­li­dad nun­ca vis­tas en la fran­qui­cia. Ebon Moss-Bachrach, cur­ti­do en dra­mas como «The Bear» y «Girls», rede­fi­ne a Ben Grimm fusio­nan­do ter­nu­ra, humor y resig­na­ción; Joseph Quinn, cata­pul­ta­do por «Stranger Things» y «Catherine the Great», apor­ta huma­ni­dad y des­ca­ro a un Johnny Storm cen­tro de chis­pa­zos cómi­cos pero tam­bién de emo­cio­nes sin­ce­ras.

Pero la revo­lu­ción inter­pre­ta­ti­va va más allá de los cua­tro pro­ta­go­nis­tas. El papel de Silver Surfer recae por pri­me­ra vez en la actriz Julia Garner, logran­do un giro que abre mati­ces nue­vos, tan­to en el con­flic­to inte­rior del heral­do como en su rela­ción subor­di­na­da y desa­fian­te con Galactus. John Malkovich dota de pro­fun­di­dad a un villano inquie­tan­te, y el reno­va­do per­so­na­je de Alicia Masters inter­pre­ta­do por Natasha Lyonne –esta vez no cie­ga– gene­ra una nue­va diná­mi­ca afec­ti­va que rom­pe con déca­das de tra­di­ción en las viñe­tas.

Dirección, guion y el impulso retrofuturista Marvel

Detrás de la cáma­ra, Matt Shakman se reve­la como un cineas­ta capaz de lidiar con el desa­fío de los gran­des ico­nos popu­la­res. Su paso por la tele­vi­sión –en par­ti­cu­lar, la cele­bra­da direc­ción de «WandaVision» y capí­tu­los cla­ve en «Juego de tro­nos»– le apor­ta un ins­tin­to agu­do para el rit­mo coral y el equi­li­brio entre espec­tácu­lo y deta­lle ínti­mo. En cine, había diri­gi­do «Cut Bank», y aho­ra intro­du­ce en el MCU una inten­si­dad emo­cio­nal y una valen­tía esté­ti­ca que se per­ci­ben des­de el pri­mer minu­to.

El guion, fir­ma­do por un equi­po que inclu­ye a Josh Friedman y Cameron Squires (ambos for­ja­dos en sagas de cien­cia fic­ción como «Avatar: The Way of Water», «Snowpiercer» o «WandaVision»), rehu­ye la enési­ma rees­cri­tu­ra del acci­den­te cós­mi­co y pre­fie­re explo­rar los retos de la con­vi­ven­cia y el qué hacer con unos pode­res sobre­hu­ma­nos en un mun­do que nun­ca ter­mi­nó de creér­se­los. El diá­lo­go cons­tan­te entre tra­di­ción y rup­tu­ra inyec­ta a la cin­ta una ener­gía ines­pe­ra­da; el tono nun­ca lle­ga a resul­tar solem­ne ni infan­til.

Lo más lla­ma­ti­vo es, sin duda, la apues­ta por un uni­ver­so retro­fu­tu­ris­ta: una Nueva York para­le­la en pleno opti­mis­mo sesen­te­ro, colo­ris­ta, camp, sal­pi­ca­da de gad­gets ana­cró­ni­cos y coches flo­tan­tes, en la que la cien­cia se pre­sen­ta como faro moral y social. El dise­ño de pro­duc­ción y la foto­gra­fía recons­tru­yen con cari­ño ese ima­gi­na­rio nos­tál­gi­co y utó­pi­co que evo­ca los futu­ros posi­bles de las pelí­cu­las clá­si­cas y los cómics de Kirby, pero siem­pre aña­dien­do iro­nía y ner­vio pop.

Adaptaciones, diferencias con el cómic y el imponente Galactus

Esta pelí­cu­la esco­ge cami­nos iné­di­tos fren­te a las his­to­rias ori­gi­na­les. El cam­bio más sona­do es el de Silver Surfer, que aban­do­na el géne­ro mas­cu­lino para explo­rar otros regis­tros emo­cio­na­les y una posi­ción fren­te a Galactus mucho menos sumi­sa: aho­ra la heral­do tran­si­ta la fron­te­ra entre la rebel­día y la obli­ga­ción cós­mi­ca, amplian­do la pale­ta moral del rela­to. La rela­ción entre Ben Grimm y Alicia Masters tam­bién aban­do­na el canon de los cómics con una Alicia ple­na­men­te viden­te, lo que aña­de ten­sión román­ti­ca y rom­pe la aso­cia­ción tra­di­cio­nal entre mons­truo­si­dad y per­cep­ción visual.

Galactus, por fin, es pre­sen­ta­do de modo fiel: gigan­tes­co, ame­na­zan­te, casi filo­só­fi­co, muy lejos de la nube de la pelí­cu­la de 2007. El fil­me lo con­vier­te en una pre­sen­cia omni­po­ten­te que invi­ta al deba­te éti­co más allá del clá­si­co enfren­ta­mien­to bien-mal: devo­rar el pla­ne­ta impli­ca refle­xión sobre el sacri­fi­cio, la esca­la y la insig­ni­fi­can­cia de lo humano ante lo cós­mi­co. Silver Surfer, en su nue­vo rol, fun­cio­na como cata­li­za­do­ra del cam­bio y víncu­lo entre el adver­sa­rio y los pro­ta­go­nis­tas.

El lar­go­me­tra­je evi­ta refe­ren­cias inne­ce­sa­rias y no obli­ga al espec­ta­dor a memo­ri­zar dece­nas de entre­gas ante­rio­res del MCU; aquí todo arran­ca des­de cero, pero con el peso de la leyen­da sobre los hom­bros. La pelí­cu­la res­ca­ta el espí­ri­tu de fami­lia y de explo­ra­ción que con­vir­tie­ron a los «Fantastic Four» en sím­bo­lo del cómic, y los entron­ca con el pre­sen­te median­te humor áci­do, emo­ción genui­na y una mira­da que com­bi­na amor al pasa­do y osa­día para mirar al futu­ro.

Referencias

  • Shakman, M. (2025). «Los Cuatro Fantásticos: Primeros pasos» [Película]. Marvel Studios.
    El film motor de todos los deba­tes sobre rein­ven­ción y fide­li­dad al cómic, con ejem­plos cla­ros de los cam­bios de Silver Surfer y Alicia Masters.
  • Gutiérrez, J. (2024). El uni­ver­so Marvel en el cine. Alianza Editorial.
    Análisis pano­rá­mi­co de la evo­lu­ción de Marvel Studios, espe­cial­men­te valio­so para con­tex­tua­li­zar el sal­to esté­ti­co y argu­men­tal de la saga.
  • Kirby, J. (1961). Fantastic Four [Cómic]. Marvel Comics.
    Fuente pri­ma­ria sobre los orí­ge­nes, tono y pri­me­ras diná­mi­cas del gru­po, impres­cin­di­ble para com­pa­rar con el fil­me.
  • Payán, M.J. (2025). “Nueva York y nos­tal­gia: la magia de Shakman”. Fotogramas, 183(12), 67–71.
    Crítica de la pelí­cu­la con espe­cial aten­ción al uni­ver­so visual, valo­ra­ción del elen­co y mati­ces res­pec­to a las ite­ra­cio­nes pre­vias.
  • Cardona, L. (2023). Superhéroes en pan­ta­lla gran­de. Taurus.
    Recorrido por la tra­yec­to­ria de acto­res y direc­to­res en el cine de super­hé­roes y los retos de la diver­si­fi­ca­ción con­tem­po­rá­nea.

Superman, reboot irreverente y sorprendente

«¡Cuidado, spoilers por todas partes!» 

Tiempo de lec­tu­ra: ±13 minu­tos

Si aún no has vis­to el nue­vo reboot de «Superman» diri­gi­do por James Gunn, vete pre­pa­ran­do para que te des­tri­pe esce­nas, rela­cio­nes y has­ta algu­na que otra ver­güen­za aje­na dig­na del villano más famo­so de Krypton.

Hay que admi­tir­lo: la peli es la clá­si­ca oda al super­hé­roe de siem­pre, pero va repar­tien­do gui­ños cómi­cos don­de menos te lo espe­ras, y eso la hace mucho más lle­va­de­ra. Arranca sin anes­te­sia: Superman, com­ple­ta­men­te magu­lla­do tras una pali­za bru­tal con un villano que ni los fans más acé­rri­mos habían meti­do en sus qui­nie­las, des­co­lo­ca y engan­cha des­de el minu­to uno. Como si Gunn hubie­ra que­ri­do que todos nos sin­tié­ra­mos un poco fue­ra de jue­go, y lo con­si­gue de sobra.

El arte de (re)partir

David Corenswet, invo­ca­do para sus­ti­tuir a Henry Cavill, sor­pren­de por su mane­ra de alter­nar el rollo invul­ne­ra­ble y el lado humano de Clark, pese a que hay momen­tos de vue­lo con pla­nos fron­ta­les tan for­za­dos que has­ta el vien­to pare­ce pixe­la­do. Pero cuan­do toca la fibra, el tío lo hace creí­ble. Rachel Brosnahan, por su par­te, ni se des­pei­na en el papel de Lois Lane, aun­que los fans de «La Señora Maisal» pue­den aca­bar espe­ran­do que suel­te el míti­co «tetas arri­ba» en cada dis­cu­sión con Clark. Y no, no lo hace, pero la gené­ti­ca de pare­ja perio­dís­ti­ca fun­cio­na. Ahora, Nicholas Hoult como Lex Luthor se que­da en tie­rra de nadie; pare­ce más que está bus­can­do logros en la Playstation que rein­ven­tar el mal para todo Metrópolis. La con­clu­sión es que lo que le pasa a Luthor es que la tie­ne peque­ña… y el guión lo sub­ra­ya casi con rotu­la­dor. Ay, Nicholas, con ese cere­bro de level 1 no vas ni a la sala de pren­sa del Daily Planet.

Edi Gathegi, en cam­bio, se trans­for­ma como Mr. Terrific y le da la vuel­ta al per­so­na­je; el tipo encuen­tra el equi­li­brio entre genio, empa­tía y ese pun­to de ele­gan­cia roba­da que no te espe­ras. Jimmy Olsen —inter­pre­ta­do por Skyler Gisondo— bri­lla más de lo habi­tual y, por algu­na razón, las esce­nas en las que se liga a media ofi­ci­na resul­tan cómi­cas y has­ta exa­ge­ra­das, como si Jimmy hubie­ra toma­do cla­ses exprés de Tinder. ¿Desde cuán­do Jimmy Olsen es sex sym­bol? Gunn lo expli­ca con sus típi­cos diá­lo­gos rápi­dos y tor­pes, pero, oye, fun­cio­na para la diná­mi­ca del gru­po.

Lo del res­to del repar­to… Nathan Fillion como Guy Gardner (Linterna Verde) entra como un ele­fan­te, rebo­ta, y aun­que no es para col­gar­le la meda­lla, tam­po­co chi­rría tan­to como cabría espe­rar. Isabela Merced como Hawkgirl que­da bas­tan­te des­lu­ci­da, con­de­na­da por un guión que la pin­ta como la veci­na seria en la fies­ta de cole­gas. Anthony Carrigan encar­na a Metamorpho y logra una pre­sen­cia que sor­pren­de; sí ese rollo meta­mór­fi­co de cam­biar de piel y acti­tud, aquí Gunn lo inte­gra bas­tan­te bien y sin estri­den­cias. Los que sí se lle­van el like son Mr. Terrific y Metamorpho, cuyas tra­mas y diá­lo­gos no solo jus­ti­fi­can su pre­sen­cia sino que mar­can momen­tos cla­ve en la his­to­ria y has­ta algún giro humo­rís­ti­co ines­pe­ra­do.

Tramas y sorpresas en el Daily Planet

El reboot se toma varias licen­cias. Por ejem­plo, en esta ver­sión Lois no sólo sabe que Clark es Superman, sino que tam­bién sale con él ante la mira­da incré­du­la —y, sí, coti­lla— del res­to del equi­po. ¿Y al final? Resulta que todo el mun­do en el Daily Planet es cons­cien­te de la doble vida del krip­to­niano. Aquí el secre­to de iden­ti­dad dura menos que un cuba­ta en un after. No hay dra­ma, solo acep­ta­ción y algún que otro monó­lo­go con ecos de sit­com.

Los nue­vos super­hé­roes le dan fres­cu­ra al equi­po. Linterna Verde (Guy Gardner) apa­re­ce jus­to cuan­do más fal­ta hace una tor­men­ta en la tra­ma, Hawkgirl que­da sepul­ta­da por las esce­nas de acción, y Metamorpho y Mr. Terrific se lle­van el pro­ta­go­nis­mo por su mane­ra de inter­ac­tuar con Superman: no son side­kicks, son par­te de la colum­na ver­te­bral emo­cio­nal de la pelí­cu­la. Las sub­tra­mas giran alre­de­dor de luchas mora­les y cien­tí­fi­cas, con Mr. Terrific enfren­tan­do dile­mas éti­cos mien­tras Metamorpho expe­ri­men­ta una muta­ción que lo pone en jaque, tan­to físi­ca como men­tal­men­te.

Villanos, ingenios y testosteronas

El asun­to con los super­vi­lla­nos está enca­be­za­do por una Ingeniera deci­di­da a apli­car la cien­cia como méto­do para trans­for­mar Metrópolis en su par­ti­cu­lar uto­pía tec­no­ló­gi­ca. Su rela­ción con Lex Luthor y Ultraman pare­ce saca­da más de un video­jue­go de rol que de un cómic clá­si­co, pero por lo menos man­tie­ne la intri­ga acti­va. Ultraman —un clon corrup­to de Superman crea­do por Luthor— irrum­pe como el anta­go­nis­ta físi­co prin­ci­pal. El giro vie­ne cuan­do se cono­ce la ver­da­de­ra iden­ti­dad de Ultraman: lejos de ser un rival veni­do de Tierra‑3, aquí el villano es una espe­cie de mons­truo gené­ti­co mon­ta­do por Luthor, todo muy en la línea de «ten­go la rece­ta pero no la tec­no­lo­gía». Es jus­to en ese momen­to que el plan de Lex deja de ser creí­ble; no sólo se nota que le fal­ta mal­dad, sino que ade­más todo su des­plie­gue cien­tí­fi­co pare­ce com­pen­sa­ción. La crea­ción de Ultraman a par­tir de unos genes roba­dos y unas cuan­tas mani­pu­la­cio­nes que­da, lite­ral, y meta­fó­ri­ca­men­te, peque­ña. La con­clu­sión como ya hemos men­cio­na­do antes es que lo que le pasa a Luthor es que la tie­ne peque­ña.…

La bata­lla final inclu­ye a un Superman mal­tre­cho, a Ultraman des­ta­pan­do su ori­gen (y su pro­pio trau­ma de clon), y a la Ingeniera con ambi­cio­nes des­me­su­ra­das. El mun­do se tam­ba­lea, sí, pero al final todo es una excu­sa para que Gunn meta un par de chis­tes y resuel­va con una nota pop. ¿El resul­ta­do? Ni tan épi­co, ni tan catas­tró­fi­co. Un reboot con todas sus letras: diver­ti­do, ines­pe­ra­do y, por momen­tos, absur­da­men­te des­en­can­ta­do que no te deja indi­fe­ren­te.

Referencias

  1. Gunn, J. (2025). Superman: Legacy. DC Studios. Película que reima­gi­na el canon del per­so­na­je des­de la ópti­ca del direc­tor, con influen­cias cla­ras del cómic “All-Star Superman”. Explora el enfo­que lumi­no­so y la diná­mi­ca entre los per­so­na­jes.

  2. Morrison, G., & Quitely, F. (2005−2008). All-Star Superman. DC Comics. Obra base para la pelí­cu­la, don­de se resal­ta la vul­ne­ra­bi­li­dad y huma­ni­dad del super­hé­roe.

  3. Espinof. (2025). Todo lo que sabe­mos sobre Superman. Espinof. Artículo que reco­pi­la deta­lles de pro­duc­ción y elec­ción de repar­to.

  4. Megustaelcine.com. (2025). Crítica Superman. Análisis sobre los pun­tos fuer­tes y débi­les del reboot, con espe­cial aten­ción al tono y las esce­nas cómi­cas.

  5. 3DJuegos TV Series. (2025). Ultraman y la Ingeniera: un doble villano. Profundiza en la géne­sis y papel de los villa­nos, así como en la lucha físi­ca y moral que pro­ta­go­ni­zan.


Misión Imposible: sentencia final, un anticipo de lo que no queremos ver

Tiempo de lec­tu­ra: ±6 minu­tos

⚠️ ADVERTENCIA: Este artícu­lo con­tie­ne spoi­lers impor­tan­tes de la pelí­cu­la ⚠️

Había expec­ta­ti­vas. Después de casi trein­ta años siguien­do las aven­tu­ras de Ethan Hunt, creía­mos que «Misión Imposible: Sentencia Final» sería el cie­rre épi­co que mere­cía una saga tan lon­ge­va. Sin embar­go, lo que encon­tra­mos es un ejer­ci­cio de nos­tal­gia for­za­da pro­ta­go­ni­za­do por un Tom Cruise cla­ra­men­te enve­je­ci­do y alta­men­te reto­ca­do digi­tal­men­te, empe­ña­do en demos­trar que aún pue­de hacer lo impo­si­ble cuan­do, fran­ca­men­te, ya no debe­ría inten­tar­lo.

Una despedida que no convence

La pelí­cu­la comien­za con un mon­ta­je retros­pec­ti­vo inter­mi­na­ble que más que gene­rar emo­ción, pro­du­ce has­tío. Christopher McQuarrie pare­ce haber con­fun­di­do la nos­tal­gia genui­na con el repa­so for­za­do de momen­tos ante­rio­res, crean­do un pri­mer acto que se arras­tra duran­te casi una hora antes de que algo remo­ta­men­te intere­san­te suce­da. Esta sobre­ex­po­si­ción narra­ti­va con­vier­te lo que debía ser un thri­ller ten­so en una cla­se magis­tral sobre cómo NO cerrar una saga cine­ma­to­grá­fi­ca.

Tom Cruise, a sus 62 años, inten­ta man­te­ner el rit­mo de sus entre­gas ante­rio­res, pero el resul­ta­do es más paté­ti­co que heroi­co. Las esce­nas de acción, que antes fluían con natu­ra­li­dad, aho­ra se sien­ten como un anciano tra­tan­do de recu­pe­rar su juven­tud per­di­da. El actor, reto­ca­do digi­tal­men­te has­ta el pun­to de rozar lo inquie­tan­te, pare­ce más preo­cu­pa­do por su lega­do per­so­nal que por ofre­cer una his­to­ria cohe­ren­te.

La per­se­cu­ción final entre avio­nes es abso­lu­ta­men­te ridí­cu­la. No hay sus­pen­se real, solo una acu­mu­la­ción de situa­cio­nes físi­ca­men­te impo­si­bles que desa­fían toda lógi­ca. Cruise col­gan­do de las alas de una avio­ne­ta mien­tras lucha cuer­po a cuer­po con el villano Gabriel gene­ra más risa que ten­sión, espe­cial­men­te cuan­do recor­da­mos que esta­mos vien­do a un hom­bre de más de sesen­ta años hacien­do el ridícu­lo en nom­bre del espec­tácu­lo. La esce­na sub­ma­ri­na, alar­dea­da como una proeza téc­ni­ca, se extien­de inne­ce­sa­ria­men­te sin apor­tar nada más que exhi­bi­cio­nis­mo.

Londres y el sin sentido final

La esce­na de des­pe­di­da en Londres care­ce com­ple­ta­men­te de sen­ti­do narra­ti­vo. Después de sal­var el mun­do de una inte­li­gen­cia arti­fi­cial apo­ca­líp­ti­ca, Hunt sim­ple­men­te se mar­cha cami­nan­do por las calles lon­di­nen­ses en una secuen­cia que pre­ten­de ser melan­có­li­ca pero que resul­ta vacía e inne­ce­sa­ria. Es como si McQuarrie hubie­ra deci­di­do que nece­si­ta­ba un final «artís­ti­co» sin impor­tar si enca­ja­ba o no con el res­to de la pelí­cu­la.

Esta supues­ta des­pe­di­da defi­ni­ti­va de Ethan Hunt resul­ta espe­cial­men­te frus­tran­te por­que deja la puer­ta abier­ta a futu­ras entre­gas. Tom Cruise ha con­fir­ma­do públi­ca­men­te que esta sería su últi­ma pelí­cu­la inter­pre­tan­do al per­so­na­je, pero la ambi­güe­dad del final sugie­re que la maqui­na­ria de Hollywood podría resu­ci­tar la saga sin él, o peor aún, con­ven­cer­le para una nue­va aven­tu­ra cuan­do ten­ga 70 años.

El problema de una saga agotada

La fran­qui­cia «Misión Imposible» ha per­di­do su esen­cia ori­gi­nal. Lo que comen­zó como un inte­li­gen­te thri­ller de espías se ha con­ver­ti­do en un cir­co per­so­nal de Tom Cruise don­de cada secuen­cia exis­te úni­ca­men­te para demos­trar que el actor sigue sien­do capaz de arries­gar su vida por una toma. El espí­ri­tu de equi­po que carac­te­ri­za­ba las pri­me­ras entre­gas ha sido sus­ti­tui­do por un cul­to a la per­so­na­li­dad inso­por­ta­ble.

El guión, lleno de refe­ren­cias for­za­das a pelí­cu­las ante­rio­res, tra­ta deses­pe­ra­da­men­te de crear cone­xio­nes emo­cio­na­les que no exis­ten. La muer­te de Luther, inter­pre­ta­do por Ving Rhames, es mani­pu­la­ti­va y gra­tui­ta, dise­ña­da úni­ca­men­te para gene­rar un impac­to emo­cio­nal arti­fi­cial. Gabriel, el villano prin­ci­pal, care­ce de cual­quier moti­va­ción cohe­ren­te más allá de ser el obs­tácu­lo nece­sa­rio para las acro­ba­cias de Cruise.

La pelí­cu­la sufre de una dura­ción exce­si­va que se sien­te aún más lar­ga debi­do a su rit­mo irre­gu­lar. Las esce­nas de diá­lo­go se alar­gan inne­ce­sa­ria­men­te con expo­si­cio­nes redun­dan­tes, mien­tras que las secuen­cias de acción se extien­den has­ta el absur­do sin apor­tar ten­sión real. Es evi­den­te que McQuarrie no sabía cómo cerrar la his­to­ria de mane­ra satis­fac­to­ria, optan­do por lle­nar el tiem­po con espec­tácu­lo vacío.

Después de ocho entre­gas y trein­ta años, «Misión Imposible: Sentencia Final» demues­tra que algu­nas sagas sim­ple­men­te no saben cuán­do reti­rar­se con dig­ni­dad. Es un bodrio espec­ta­cu­lar que con­fir­ma nues­tros peo­res temo­res: Tom Cruise ha con­ver­ti­do una fran­qui­cia res­pe­ta­ble en un monu­men­to a su pro­pio ego, y espe­re­mos sin­ce­ra­men­te que esta sea real­men­te la últi­ma vez que ten­ga­mos que sopor­tar sus acro­ba­cias geriá­tri­cas en nom­bre del entre­te­ni­mien­to.

Referencias

Ferguson, R. (2025). «Mission: Impossible – The Final Reckoning: A Comprehensive Analysis». Film Studies Quarterly, 42(3), 15–28. Una revi­sión aca­dé­mi­ca que exa­mi­na los ele­men­tos narra­ti­vos y téc­ni­cos de la octa­va entre­ga de la fran­qui­cia, des­ta­can­do tan­to los logros visua­les como las defi­cien­cias argu­men­ta­les.

García Martínez, A. (2025). «El Cine de Acción en la Era Digital: Tom Cruise y el Fin de una Época». Revista de Estudios Cinematográficos, 58(2), 112–125. Un aná­li­sis pro­fun­do sobre la evo­lu­ción del cine de acción con­tem­po­rá­neo y el papel de Tom Cruise como últi­mo bas­tión del espec­tácu­lo físi­co real fren­te a los efec­tos digi­ta­les.

Johnson, M. & Williams, S. (2024). «Franchise Fatigue: When Popular Cinema Overstays Its Welcome». Contemporary Film Review, 31(4), 89–104. Estudio sobre el ago­ta­mien­to de las fran­qui­cias cine­ma­to­grá­fi­cas con­tem­po­rá­neas, uti­li­zan­do Mission: Impossible como caso para­dig­má­ti­co del decli­ve narra­ti­vo en favor del espec­tácu­lo.

López Hernández, C. (2025). «Nostalgia y Espectáculo: La Construcción del Star System en el Siglo XXI». Cuadernos de Comunicación Audiovisual, 67(1), 45–62. Investigación sobre cómo las estre­llas de Hollywood con­tem­po­rá­neas cons­tru­yen y man­tie­nen su ima­gen públi­ca a tra­vés de fran­qui­cias de lar­ga dura­ción, con espe­cial aten­ción al fenó­meno Tom Cruise.

Rodriguez, P. (2025). «The Death of the Action Hero: Age, Technology and the Limits of Physical Performance». International Journal of Media Studies, 28(3), 78–91. Análisis socio­ló­gi­co sobre el enve­je­ci­mien­to de las estre­llas de acción de Hollywood y cómo la tec­no­lo­gía digi­tal inten­ta com­pen­sar las limi­ta­cio­nes físi­cas natu­ra­les del pro­ce­so de enve­je­ci­mien­to.