Valve reinventa el salón gamer moderno

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Valve ha pre­sen­ta­do su nue­va apues­ta de hard­wa­re para el salón: la Steam Machine, un híbri­do entre con­so­la y PC com­pac­to que bus­ca com­pe­tir cara a cara con los gigan­tes de la indus­tria. Integrando com­po­nen­tes de últi­ma gene­ra­ción, este dis­po­si­ti­vo pro­me­te el ren­di­mien­to de un orde­na­dor avan­za­do en el cuer­po de una con­so­la, dan­do la bien­ve­ni­da a un nue­vo eco­sis­te­ma jun­to a su visor Steam Frame y un reno­va­do Steam Controller. Su lle­ga­da está pre­vis­ta para la pri­ma­ve­ra de 2026, aun­que ya se cono­cen muchas de sus espe­ci­fi­ca­cio­nes cla­ve, pun­tos fuer­tes y espe­cu­la­cio­nes sobre pre­cios.

Potencia de PC en cuerpo de consola

La nue­va Steam Machine de Valve está dise­ña­da para eje­cu­tar cual­quier jue­go de la biblio­te­ca de Steam con sol­tu­ra, inclui­dos los títu­los AAA más exi­gen­tes. Su hard­wa­re pre­su­me de ser seis veces más poten­te que la últi­ma edi­ción de Steam Deck, con­te­ni­do en una car­ca­sa de for­ma­to cubo pen­sa­do para situar­se jun­to al tele­vi­sor. Bajo el capó, mon­ta un pro­ce­sa­dor AMD Zen 4 semi­per­so­na­li­za­do de 6 núcleos y 12 hilos con velo­ci­da­des de has­ta 4,8 GHz, y una grá­fi­ca AMD RDNA3 con 28 uni­da­des de cómpu­to capaz de alcan­zar los 2,45 GHz. Esta pare­ja se apo­ya en 16 GB de memo­ria DDR5 y 8 GB de VRAM GDDR6, con opcio­nes de alma­ce­na­mien­to de 512 GB a 2 TB en uni­da­des SSD. Compatibilidad total con Wi-Fi 6E, Bluetooth 5.3 y múl­ti­ples puer­tos USB, HDMI y DisplayPort enfo­can el equi­po para jue­gos en 4K a 60 FPS, ade­más de con­tar con retro­ilu­mi­na­ción RGB con­fi­gu­ra­ble para ese toque gamer actual.

El sis­te­ma ope­ra­ti­vo, SteamOS 3 basa­do en Arch y per­so­na­li­za­do para la con­so­la, faci­li­ta la tran­si­ción entre modo con­so­la y escri­to­rio KDE Plasma, y ase­gu­ra sopor­te inme­dia­to para miles de jue­gos sin tener que aban­do­nar el eco­sis­te­ma Steam. Además, a dife­ren­cia de con­so­las cerra­das, su filo­so­fía sigue apos­tan­do por soft­wa­re abier­to, per­mi­tien­do cier­ta per­so­na­li­za­ción si el usua­rio así lo desea. Junto a la Steam Machine, Valve lan­za Steam Frame (su visor VR) y el Steam Controller de segun­da gene­ra­ción, cerran­do una fami­lia de hard­wa­re que pre­ten­de colo­ni­zar tan­to el salón como la reali­dad vir­tual.

Precios, lanzamiento y expectativas

El dato más espe­ra­do, el pre­cio, sigue sin un valor defi­ni­ti­vo. Los ana­lis­tas pre­di­cen ran­gos entre 800 y 900 dóla­res para el mode­lo base de 512 GB y has­ta 1100 dóla­res para la ver­sión con 2 TB, posi­cio­nán­do­se fren­te a con­so­las como PS5 Pro y con un ren­di­mien­to com­pa­ra­ble. Todo apun­ta a una estra­te­gia de lan­za­mien­to a nivel glo­bal en la pri­ma­ve­ra de 2026, aun­que algu­nos medios han cita­do posi­bles reser­vas o pre-lanzamientos para mar­zo. Esta ven­ta­na per­mi­ti­rá a Valve ajus­tar pre­cios según la evo­lu­ción de los cos­tos de com­po­nen­tes, muy afec­ta­dos por la vola­ti­li­dad del mer­ca­do de memo­rias y alma­ce­na­mien­to.

Valve apun­ta a cap­tar a un públi­co que valo­ra tan­to el ren­di­mien­to de un PC como la como­di­dad y sen­ci­llez de una con­so­la, bus­can­do situar su Steam Machine como la solu­ción per­fec­ta para quie­nes quie­ren tener­lo todo en el salón sin com­pli­ca­cio­nes. En para­le­lo, el impul­so de Steam Frame seña­la que la reali­dad vir­tual sigue en la hoja de ruta de la com­pa­ñía, que espe­ra atraer tan­to a jugo­nes vete­ra­nos como a recién lle­ga­dos que bus­can una expe­rien­cia com­ple­ta e inte­gra­da.

Ecosistema y filosofía de futuro

Valve pare­ce haber apren­di­do de expe­ri­men­tos pre­vios: su eco­sis­te­ma está cada vez más inter­co­nec­ta­do, con man­dos, reali­dad vir­tual y soft­wa­re sin­cro­ni­za­dos entre sí. El enfo­que sigue sien­do tras­la­dar la vas­ta biblio­te­ca y filo­so­fía abier­ta de Steam a nue­vos for­ma­tos, faci­li­tan­do la vida al juga­dor que odia las res­tric­cio­nes y valo­ra opcio­nes de per­so­na­li­za­ción, sin per­der la faci­li­dad de uso. El reto está fija­do: con­ven­cer tan­to al afi­cio­na­do al PC como al tra­di­cio­nal usua­rio de con­so­la de que hay alter­na­ti­va real más allá de Sony y Microsoft.

El oficio de informar vs. The Paper

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Si algo se apren­de en un perió­di­co peque­ño es que la ruti­na nun­ca exis­te. «The Paper», recién ate­rri­za­da en SkyShowtime, expan­de la fór­mu­la del fal­so docu­men­tal —ese esti­lo incon­fun­di­ble que ele­vó «The Office» a fenó­meno— y se ins­ta­la en el Toledo Truth Teller, dia­rio local don­de redac­to­res con­vi­ven con titu­la­res impo­si­bles, jefes dema­sia­do huma­nos y todo tipo de micro­di­le­mas labo­ra­les. El ambien­te, inva­di­do de post-its, pape­les arru­ga­dos y cafés reca­len­ta­dos, es más reco­no­ci­ble que nun­ca, pero la inten­ción va mucho más allá de la nos­tal­gia: aquí el guion se des­li­za entre el absur­do y la ter­nu­ra, la crí­ti­ca y el exce­so bur­lón, rega­lan­do momen­tos genui­nos que el públi­co entre 16 y 80 años devo­ra sin pre­jui­cios.
Domhnall Gleeson encar­na a Ned Sampson, edi­tor tan idea­lis­ta como desas­tro­so, dis­pues­to a sal­var la cabe­ce­ra aun­que para ello recu­rra a estra­te­gias absur­das, reunio­nes caó­ti­cas y una ima­gi­na­ción sin fil­tros. Chelsea Frei, Sabrina Impacciatore y Oscar Nuñez com­ple­tan un repar­to que no teme el ridícu­lo, ni los diá­lo­gos incó­mo­dos ni los ges­tos ines­pe­ra­dos. La fic­ción avan­za apos­tan­do por la empa­tía y el humor negro, pero se cui­da de no caer en el tópi­co ni en el home­na­je vacío: cada epi­so­dio inten­ta dar una vuel­ta de tuer­ca, jugar con la expec­ta­ti­va de fra­ca­so y vol­car­se en la emo­ción real que, a veces, solo la pre­ca­rie­dad per­mi­te explo­rar.

Vida laboral, periodismo y segundas oportunidades en The Paper

Si «The Office» gira­ba en torno al absur­do empre­sa­rial, «The Paper» bai­la entre el caos digi­tal, el roman­ti­cis­mo del ofi­cio y el vér­ti­go cons­tan­te de la era viral. La cáma­ra se cue­la en los cubícu­los, reco­ge con­fi­den­cias espon­tá­neas (y dis­pa­ra­tes) y pone el foco en la cul­tu­ra del error, don­de el éxi­to pare­ce acci­den­tal y el mayor apren­di­za­je es sobre­vi­vir a otro día. Hay gui­ños direc­tos al mode­lo clá­si­co del perio­dis­mo —entre estan­te­rías con lito­ti­pos anti­guos y deba­tes sobre éti­ca pro­fe­sio­nal—, pero tam­bién una mira­da con­tem­po­rá­nea hacia la fra­gi­li­dad de los medios y el desa­fío de hacer rele­van­te lo irre­le­van­te.
Ned y Mare, pare­ja cen­tral, viven más des­en­cuen­tros que fle­cha­zos. El roman­ce nun­ca es faci­lón: ambas per­so­na­li­da­des cho­can, se esqui­van, pero el rit­mo y los diá­lo­gos evi­tan el recur­so fácil al dra­ma. Por el con­tra­rio, se mul­ti­pli­can los gags absur­dos y los des­en­la­ces sor­pren­den­tes, jus­to cuan­do todo pare­ce per­di­do. Los secun­da­rios ali­men­tan el enre­do: la redac­ción resul­ta tan caó­ti­ca como aco­ge­do­ra, y el ideal perio­dís­ti­co resis­te entre bro­mas, retos mora­les y obso­le­tos orde­na­do­res. El tra­ba­jo, como en la vida real, es una suce­sión de micro­fra­ca­sos y esfuer­zos recon­ver­ti­dos en segun­das opor­tu­ni­da­des, a veces con la úni­ca recom­pen­sa de una car­ca­ja­da irre­pe­ti­ble.​​

¿Escribir (y sobrevivir) todavía importa?

«The Paper» no bus­ca la per­fec­ción. Prefiere la hones­ti­dad de quie­nes creen en el perio­dis­mo cuan­do todo pare­ce estar en con­tra. Greg Daniels recu­pe­ra el for­ma­to moc­ku­men­tary y la estruc­tu­ra coral para mos­trar que, en el fon­do, la ver­dad es un lujo y la con­vi­ven­cia un reto. La redac­ción, con­ver­ti­da en pro­ta­go­nis­ta, rebo­sa deta­lles impre­vi­si­bles: des­de por­ta­das impro­vi­sa­das con erro­res tipo­grá­fi­cos, has­ta dis­cu­sio­nes sobre qué es noti­cia y qué solo mere­ce olvi­do digi­tal.
Cada per­so­na­je expo­ne su fra­gi­li­dad y sen­ti­do del humor. Los epi­so­dios no con­clu­yen con lec­cio­nes for­za­das, sino que apues­tan por la iner­cia y la impro­vi­sa­ción. El públi­co tran­si­ta por esa fron­te­ra difu­sa entre la risa y el des­en­can­to, encon­tran­do cier­ta com­pli­ci­dad y reco­no­ci­mien­to en el refle­jo del pro­pio fra­ca­so. El perio­dis­mo, lejos de ser idea­li­za­do, apa­re­ce como ofi­cio que se rein­ven­ta día tras día, sobre­vi­vien­do a los capri­chos de la vira­li­dad y los erro­res inevi­ta­bles. El resul­ta­do es una car­ta de amor a la auten­ti­ci­dad y a la capa­ci­dad huma­na de reír­se inclu­so en el desas­tre.

Diciembre resucita: perfumes, pelis y villancicos

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Un diciembre que huele a estreno

La Navidad ate­rri­za en 2025 con más fuer­za aún. Los anun­cios de colo­nias se adue­ñan de la tele­vi­sión y el paseo por cual­quier cen­tro comer­cial se con­vier­te en una mara­tón de aro­mas y luces. Entre el clá­si­co jaleo de com­pras, la indus­tria del per­fu­me se rein­ven­ta y lan­za estu­ches irre­sis­ti­bles, edi­cio­nes limi­ta­das y cam­pa­ñas visua­les que hip­no­ti­zan tan­to como un árbol de Navidad ante la ven­ta­na. Loewe, Valentino y muchos más bus­can el estre­lla­to, sabien­do que un buen per­fu­me es la lla­ve para revi­vir recuer­dos fes­ti­vos en un solo soplo.​

¿Quién se resis­te a unos cal­ce­ti­nes con renos o a ese jer­sey impo­si­ble reser­va­do para las cenas en fami­lia? Esta vuel­ta a la nos­tal­gia des­ca­ra­da, deco­ra­da con memes y situa­cio­nes vira­les, rein­ven­ta tra­di­cio­nes. El fon­do de arma­rio navi­de­ño nun­ca estu­vo tan vivo ni las reunio­nes tan impreg­na­das de his­to­ria com­par­ti­da y nue­vos ritos.

Michelle Pfeiffer lidera la magia navideña

Este año, el gran even­to audio­vi­sual vie­ne con la son­ri­sa píca­ra de Michelle Pfeiffer, pro­ta­go­nis­ta total de «¡Vaya Navidad!» (títu­lo ori­gi­nal «Oh. What. Fun.»). Prime Video la estre­na­rá el 3 de diciem­bre, y la his­to­ria roza lo hila­ran­te: Claire Clauster se has­tía del peso de ser la «mamá navi­de­ña per­fec­ta» y plan­ta a su fami­lia, obli­gan­do a todos a des­cu­brir —o per­der— el sen­ti­do real de las fies­tas. Pfeiffer des­plie­ga caris­ma en una come­dia que mez­cla iro­nía y ter­nu­ra, fir­ma­da por Chandler Baker y diri­gi­da por Michael Showalter. El cas­ting (Felicity Jones, Chloë Grace Moretz, Denis Leary…) refuer­za el con­tras­te entre caos fes­ti­vo y redes­cu­bri­mien­to fami­liar. La misión: sobre­vi­vir al diciem­bre más hones­to de la tele­vi­sión.

Villancicos a ritmo de pop y Kylie Minogue

La ban­da sono­ra navi­de­ña de 2025 tie­ne nom­bre pro­pio. Kylie Minogue vuel­ve diez años des­pués de su míti­co álbum navi­de­ño con una reedi­ción: «Kylie Christmas (Fully Wrapped)». El 5 de diciem­bre ate­rri­zan cua­tro temas nue­vos («Hot In December», «This Time Of Year», «Office Party» y «XMAS») y la reco­pi­la­ción de todos sus clá­si­cos (“Santa Baby”, “It’s The Most Wonderful Time of the Year”, “100 Degrees”, “At Christmas”) en for­ma­tos para todos los gus­tos. Las play­lists se rin­den ante Kylie, jus­to cuan­do lo que ape­te­ce es dejar­se lle­var y bai­lar entre envol­to­rios y brin­dis. Siendo sin­ce­ros, ¿qué sería de la Navidad sin una melo­día pega­di­za y un estri­bi­llo que nos conec­te con el niño (o la estre­lla pop) que lle­va­mos den­tro?.