«A Working Man», cuando la acción se convierte en castigo

Tiempo de lec­tu­ra: ±8 minu­tos

No hay nada peor que sen­tar­se fren­te a una pelí­cu­la de acción espe­ran­do explo­sio­nes, peleas memo­ra­bles y per­so­na­jes con caris­ma, y aca­bar desean­do que el villano gane solo para que la tor­tu­ra ter­mi­ne antes. «A Working Man», la últi­ma pro­pues­ta de Amazon Prime Video, es exac­ta­men­te eso: una colec­ción de erro­res enca­de­na­dos que ni Jason Statham ni Sylvester Stallone logran sal­var, por mucho que ambos nos cai­gan bien. Aquí no hay reden­ción posi­ble, solo un nau­fra­gio épi­co en cada depar­ta­men­to, des­de el guion has­ta la direc­ción, pasan­do por unos esce­na­rios que pare­cen saca­dos de un catá­lo­go de deco­ra­dos de sal­do.

La pre­mi­sa es tan vie­ja como el pro­pio géne­ro: Levon Cade, exma­ri­ne bri­tá­ni­co reci­cla­do a curran­te de la cons­truc­ción, se ve obli­ga­do a vol­ver a las anda­das cuan­do la hija de su jefe es secues­tra­da por una mafia rusa de sal­do. Statham, que sue­le ser garan­tía de mam­po­rros y ceño frun­ci­do, aquí pare­ce estar en pilo­to auto­má­ti­co, como si supie­ra que ni con tres cafés y dos dobles de whisky iba a poder levan­tar este muer­to. Stallone, por su par­te, fir­ma un guion que haría son­ro­jar a cual­quier beca­rio de Hollywood: diá­lo­gos de car­tón pie­dra, villa­nos de ope­re­ta y moti­va­cio­nes tan pro­fun­das como un char­co tras la llu­via.

La direc­ción de David Ayer, que en otros tiem­pos supo impri­mir cier­ta ener­gía a sus pelí­cu­las, aquí se pier­de en una mara­ña de pla­nos mal ilu­mi­na­dos y un mon­ta­je que haría pali­de­cer a cual­quier edi­tor de vídeos de bodas. Las esce­nas de acción, que debe­rían ser el alma de la pelí­cu­la, son un fes­ti­val de cor­tes abrup­tos, cáma­ra tem­blo­ro­sa y peleas que no trans­mi­ten ni ten­sión ni espec­ta­cu­la­ri­dad. Si bus­ca­bas adre­na­li­na, aquí solo encon­tra­rás bos­te­zos y la incó­mo­da sen­sa­ción de estar vien­do una paro­dia invo­lun­ta­ria del géne­ro.

Por si fue­ra poco, los acto­res secun­da­rios pare­cen haber sido ele­gi­dos en un cas­ting exprés en el bar de la esqui­na. Los villa­nos, con acen­tos rusos tan sobre­ac­tua­dos que rozan el ridícu­lo, no gene­ran ni mie­do ni res­pe­to. Más bien dan ganas de invi­tar­les a un karao­ke para ver si al menos allí logran des­ta­car. Los esce­na­rios, supues­ta­men­te ambien­ta­dos en Chicago, son una suce­sión de cli­chés urba­nos sin alma ni cohe­ren­cia geo­grá­fi­ca: un plano de la sky­li­ne aquí, una per­se­cu­ción por un subur­bio allá, y de repen­te, ¡zas!, esta­mos en un bos­que digno de pelí­cu­la de serie B. La pelí­cu­la no solo care­ce de sen­ti­do de lugar, sino que pare­ce roda­da en un lim­bo don­de la lógi­ca y la con­ti­nui­dad han sido des­te­rra­das.

El guion es un des­pro­pó­si­to mayúscu­lo. Stallone pare­ce haber vol­ca­do en el papel todas las ideas que se le ocu­rrie­ron en una tar­de de resa­ca: exsol­da­dos trau­ma­ti­za­dos, mafias rusas gené­ri­cas, secues­tros sin emo­ción, y un pro­ta­go­nis­ta que, en teo­ría, debe­ría ser un hom­bre corrien­te pero que aca­ba sien­do una cari­ca­tu­ra sin mati­ces. Las sub­tra­mas fami­lia­res, que en otras manos podrían haber apor­ta­do algo de huma­ni­dad, aquí solo sir­ven para alar­gar la ago­nía y dis­traer de lo poco que fun­cio­na. El resul­ta­do es una his­to­ria tan enre­ve­sa­da como insus­tan­cial, don­de nin­gún per­so­na­je impor­ta y los giros de guion se ven venir des­de el minu­to uno.

Stantham no sabe si tirar la gra­na­da o comér­se­la para aca­bar con el sufri­mien­to de seme­jan­te bodrio…

La acción, ese supues­to sal­va­vi­das, es el mayor nau­fra­gio de todos. Los com­ba­tes cuer­po a cuer­po, que debe­rían ser el sello de Statham, están edi­ta­dos con tal tor­pe­za que cues­ta seguir quién gol­pea a quién. La vio­len­cia, lejos de ser crea­ti­va o impac­tan­te, resul­ta repe­ti­ti­va y caren­te de ener­gía. Ni siquie­ra los efec­tos espe­cia­les logran apor­tar algo de emo­ción: explo­sio­nes de sal­do, dis­pa­ros sin fuer­za y una ban­da sono­ra que inten­ta, sin éxi­to, insu­flar vida a una pelí­cu­la ya mori­bun­da. El clí­max, que debe­ría ser el momen­to de reden­ción, es tan oscu­ro y mal roda­do que uno aca­ba miran­do el reloj, desean­do que la pesa­di­lla ter­mi­ne de una vez.

Si habla­mos de los per­so­na­jes secun­da­rios, la cosa no mejo­ra. Michael Peña y David Harbour apa­re­cen y des­apa­re­cen sin dejar hue­lla, como si ni ellos mis­mos supie­ran qué pin­tan en la his­to­ria. Los villa­nos, cari­ca­tu­res­cos has­ta el extre­mo, pare­cen saca­dos de una paro­dia de «Rocky & Bullwinkle» más que de una pelí­cu­la de acción seria. El resul­ta­do es un des­fi­le de cli­chés y sobre­ac­tua­cio­nes que no apor­tan nada, más allá de algún que otro momen­to invo­lun­ta­ria­men­te cómi­co.

La ambien­ta­ción es otro de los gran­des fra­ca­sos. La pelí­cu­la pre­su­me de estar ambien­ta­da en Chicago, pero la ciu­dad nun­ca cobra vida. Los esce­na­rios son gené­ri­cos, sin per­so­na­li­dad ni atmós­fe­ra, y el abu­so de pla­nos de la sky­li­ne aca­ba resul­tan­do can­sino. Las tran­si­cio­nes entre loca­li­za­cio­nes care­cen de lógi­ca, y uno tie­ne la sen­sa­ción de que los per­so­na­jes se tele­trans­por­tan de un sitio a otro sin que impor­te dema­sia­do el cómo ni el por­qué. Todo esto con­tri­bu­ye a una sen­sa­ción cons­tan­te de des­co­ne­xión, como si la pelí­cu­la estu­vie­ra impro­vi­sa­da sobre la mar­cha.

La direc­ción de Ayer, lejos de apor­tar cohe­ren­cia o rit­mo, se limi­ta a enca­de­nar esce­nas sin alma ni ten­sión. El mon­ta­je es caó­ti­co, la ilu­mi­na­ción es tan pobre que en oca­sio­nes cues­ta dis­tin­guir qué está ocu­rrien­do en pan­ta­lla, y la cáma­ra tem­blo­ro­sa solo aña­de con­fu­sión. La pelí­cu­la inten­ta com­pen­sar su fal­ta de ideas con vio­len­cia gra­tui­ta y fra­ses lapi­da­rias, pero ni siquie­ra en eso logra des­ta­car. El resul­ta­do es una expe­rien­cia visual­men­te des­agra­da­ble, que solo con­si­gue aumen­tar la frus­tra­ción del espec­ta­dor.

En cuan­to a Statham, poco se le pue­de repro­char. Hace lo que pue­de con el mate­rial que le han dado, pero ni su caris­ma ni su peri­cia en las esce­nas de acción logran sal­var el con­jun­to. Su acen­to, nor­mal­men­te incon­fun­di­ble, aquí se con­vier­te en un expe­ri­men­to falli­do que des­con­cier­ta más que otra cosa. Es como si el pro­pio actor supie­ra que está atra­pa­do en un pro­yec­to sin rum­bo, y se limi­ta­ra a cum­plir el expe­dien­te sin dema­sia­do entu­sias­mo.

Michael Peña pen­san­do en que habrá hecho para mere­cer esto…

El guion de Stallone es, pro­ba­ble­men­te, el mayor las­tre de la pelí­cu­la. Todo sue­na a déjà vu, a ideas reci­cla­das y per­so­na­jes pla­nos. Las moti­va­cio­nes de los villa­nos son inexis­ten­tes, los diá­lo­gos son for­za­dos y las situa­cio­nes resul­tan tan inve­ro­sí­mi­les que cues­ta tomar­se en serio nada de lo que ocu­rre en pan­ta­lla. Ni siquie­ra los inten­tos de humor fun­cio­nan, y las pocas sub­tra­mas fami­lia­res solo sir­ven para aña­dir minu­tos inne­ce­sa­rios a una pelí­cu­la que ya de por sí se hace inter­mi­na­ble.

En resu­men, «A Working Man» es un desas­tre de prin­ci­pio a fin. Ni la acción, ni los acto­res, ni los esce­na­rios, ni el guion logran estar a la altu­ra. Es una pelí­cu­la que solo pue­de reco­men­dar­se a los com­ple­tis­tas de Statham o a quie­nes dis­fru­ten con los desas­tres cine­ma­to­grá­fi­cos. El res­to haría bien en bus­car otra cosa que ver, por­que aquí solo encon­tra­rán decep­ción, abu­rri­mien­to y la incó­mo­da sen­sa­ción de haber per­di­do dos horas de su vida que jamás recu­pe­ra­rán.

El «Amen Break», el latido que revolucionó la música sin que nadie lo supiera

Tiempo de lec­tu­ra: ±12 minu­tos


En un rin­cón olvi­da­do de la his­to­ria musi­cal yace un solo de bate­ría de seis segun­dos que se con­vir­tió en el ADN de miles de can­cio­nes. Este frag­men­to, cono­ci­do como el Amen Break, no solo rede­fi­ne lo que sig­ni­fi­ca la crea­ti­vi­dad en la era digi­tal, sino que tam­bién expo­ne las para­do­jas de un sis­te­ma que vene­ra el arte pero olvi­da a sus crea­do­res. Desde el hip-hop calle­je­ro has­ta las pis­tas de bai­le elec­tró­ni­cas, este rit­mo ha sido pira­tea­do, glo­ri­fi­ca­do y miti­fi­ca­do, todo mien­tras su autor ori­gi­nal moría en el ano­ni­ma­to.

El origen, un accidente musical con sello gospel

Todo comen­zó en 1969, cuan­do The Winstons, una ban­da de soul lide­ra­da por Richard Lewis Spencer, gra­bó «Color Him Father», un tema que ganó un Grammy y ven­dió un millón de copias. Pero la his­to­ria no está del lado A del vini­lo, sino en la cara B: «Amen, Brother», una ver­sión funk de un himno gós­pel. A los 1:26 minu­tos, los ins­tru­men­tos callan y el bate­ris­ta Gregory Coleman eje­cu­ta un solo de cua­tro com­pa­ses. No era com­ple­jo —un redo­ble de sna­re, un gol­pe de kick—, pero su caden­cia orgá­ni­ca y la tex­tu­ra cru­da de la gra­ba­ción lo hicie­ron úni­co.

La ban­da, una mez­cla racial inusual para la épo­ca, se disol­vió en 1970 sin ima­gi­nar que aquel break sería su lega­do. Coleman, for­ma­do en la Iglesia Bautista, toca­ba con la inten­si­dad de quien vive la músi­ca, no la eje­cu­ta. Irónicamente, su con­tri­bu­ción más dura­de­ra fue un «relleno» com­pues­to en 20 minu­tos. Mientras «Color Him Father» sona­ba en la radio, «Amen, Brother» dor­mía en los archi­vos, has­ta que una déca­da des­pués, el DJ Breakbeat Lou lo res­ca­tó para su com­pi­la­ción Ultimate Breaks and Beats9.

La revolución, de Compton a las raves de Londres

En los años 80, el hip-hop des­cu­brió el poder del sam­pleo. Productores como Dr. Dre lo usa­ron en «Straight Outta Compton» de N.W.A., dis­tor­sio­nan­do el break para dar­le un aire ame­na­zan­te. Pero fue en el Reino Unido don­de el Amen Break mutó: los pro­duc­to­res de jun­gle y drum and bass lo ace­le­ra­ron a 160 BPM, lo cor­ta­ron en mil peda­zos y lo recons­tru­ye­ron con bajos sís­mi­cos. Artistas como Goldie en «Inner City Life» o LTJ Bukem lo con­vir­tie­ron en el cora­zón de un géne­ro que cele­bra­ba la velo­ci­dad y la rebe­lión.

¿Por qué este break y no otro? La res­pues­ta está en su fle­xi­bi­li­dad. Los seis segun­dos ori­gi­na­les —sin melo­días que inter­fi­rie­ran— eran un lien­zo en blan­co. Los transien­tes afi­la­dos del sna­re per­mi­tían apli­car efec­tos sin per­der cla­ri­dad, y la irre­gu­la­ri­dad rít­mi­ca (como el sna­re retra­sa­do en el ter­cer com­pás) daba un toque humano impo­si­ble de repli­car con máqui­nas. Desde Skrillex has­ta Tyler, the Creator, todos encon­tra­ron en él una base para expre­sar caos o belle­za.

Hoy el Amen Break tras­cien­de géne­ros: está en el pop melan­có­li­co de Lana Del Rey, en el metal indus­trial de Slipknot, e inclu­so en la ban­da sono­ra de Futurama. Es un fenó­meno glo­bal, pero tam­bién ínti­mo: en 2011, DJ Shadow con­fe­só que usó el break en 21 temas de su álbum Endtroducing… por­que era «como con­ver­sar con un vie­jo ami­go».

La deuda impagable, ética en la era del sampleo

La para­do­ja del Amen Break es que su éxi­to no bene­fi­ció a sus crea­do­res. The Winstons nun­ca reci­bie­ron rega­lías: los dere­chos de «Amen, Brother» per­te­ne­cían al sello Metromedia, y cuan­do Spencer supo del sam­pleo masi­vo en 1996, ya era tar­de para deman­dar. Coleman, por su par­te, murió en 2006 sin hogar y sin saber que su solo sona­ba en esta­dios y fes­ti­va­les. En 2015, DJs bri­tá­ni­cos recau­da­ron £24,000 para Spencer vía GoFundMe, un ges­to bien­in­ten­cio­na­do pero que evi­den­ció las grie­tas del sis­te­ma.

Este caso abre deba­tes incó­mo­dos: ¿es el sam­pleo un home­na­je o un roto? Cuando Bad Bunny usó un sam­ple sin licen­cia en «Safaera», Spotify lo reti­ró tem­po­ral­men­te, pero ¿cuán­tos artis­tas indie no tie­nen recur­sos para recla­mar? La ley de dere­chos de autor —dise­ña­da para un mun­do ana­ló­gi­co— lucha por seguir el rit­mo de la crea­ti­vi­dad digi­tal. Mientras, el Amen Break sigue vivo, sam­plea­do más de 5,000 veces según WhoSampled, un fan­tas­ma que repi­te su his­to­ria en cada nue­va can­ción.


Referencias

  • Spencer, R. L. (1969). Color Him Father [Grabación musi­cal]. Metromedia Records.
    El sen­ci­llo gana­dor del Grammy que escon­día el Amen Break en su cara B.
  • WhoSampled. (2020). Amen, Brotherhttps://www.whosampled.com
    Base de datos que ras­trea más de 5,000 usos del break.
  • Sopitas.com. (2025). La curio­sa y tris­te his­to­ria del sam­ple más usa­do.
    Reportaje deta­lla­do sobre el impac­to cul­tu­ral y las con­tro­ver­sias lega­les.
  • RTVE. (2020). The Winstons, “Amen, brother”https://www.rtve.es
    Análisis histórico-musical del tema y su lega­do.
  • Wikipedia. (2024). Amen Breakhttps://es.wikipedia.org
    Entrada enci­clo­pé­di­ca con datos téc­ni­cos y cro­no­lo­gía.

Rubén Sánchez y Sierra Jacobs, una vida nómada en busca de los paisajes más salvajes del planeta

Tiempo de lec­tu­ra: ±12 minu­tos


En agos­to de 2022, Rubén Sánchez y Sierra Jacobs toma­ron una deci­sión que cam­bia­ría sus vidas para siem­pre: aban­do­na­ron la como­di­dad de un hogar tra­di­cio­nal para embar­car­se en una aven­tu­ra sin fecha de retorno. Con su fur­go­ne­ta cam­per Mercedes Sprinter 4×4 con­ver­ti­da en hogar y su fiel com­pa­ñe­ro canino Casimiro, esta pare­ja de aven­tu­re­ros salió des­de el peque­ño pue­blo leo­nés de Prioro para reco­rrer el mun­do, docu­men­tan­do los pai­sa­jes más espec­ta­cu­la­res del pla­ne­ta a tra­vés de su pro­yec­to Wild Earth Expedition. A día de hoy, más de 60.000 kiló­me­tros des­pués, su via­je con­ti­núa y su expe­rien­cia nos demues­tra que hay otras for­mas de vivir, más conec­ta­das con la natu­ra­le­za y ale­ja­das del con­su­mis­mo impe­ran­te en nues­tra socie­dad.

Lo que comen­zó como un sue­ño com­par­ti­do por dos aman­tes de la natu­ra­le­za y los via­jes, se ha con­ver­ti­do en un esti­lo de vida que ya lle­va casi tres años en mar­cha. Rubén, fotó­gra­fo y videó­gra­fo espe­cia­li­za­do en pai­sa­jes y via­jes, y Sierra, videó­gra­fa, tra­duc­to­ra e intér­pre­te, encon­tra­ron en su pasión común el motor per­fec­to para dar un giro a sus vidas. «Cuando vives esta vida “pira­ta” te atra­pa», con­fe­sa­ba Rubén en una entre­vis­ta, des­ta­can­do una de las pri­me­ras reve­la­cio­nes que des­cu­brie­ron en su camino: «Lo pri­me­ro de lo que te das cuen­ta es que nece­si­tas muy poco para vivir, nos resul­ta más bara­ta este tipo de vida, gas­ta­mos menos al mes que en un piso en España». Su aven­tu­ra nos ense­ña que el ver­da­de­ro lujo no está en lo mate­rial, sino en la liber­tad de poder con­tem­plar los ama­ne­ce­res más espec­ta­cu­la­res des­de la ven­ta­na de tu hogar rodan­te.

@ Rubén Sánchez

Un hogar de 6 metros cuadrados sobre ruedas

¿Te ima­gi­nas com­par­tir menos de seis metros cua­dra­dos con tu pare­ja y un perro duran­te años? Esta es la reali­dad coti­dia­na de Rubén y Sierra, quie­nes han con­ver­ti­do una fur­go­ne­ta Mercedes Sprinter 4×4 en su hogar iti­ne­ran­te. Un espa­cio equi­va­len­te al tama­ño de una pla­za de apar­ca­mien­to que, lejos de ser una limi­ta­ción, ha sido el cata­li­za­dor de una pro­fun­da trans­for­ma­ción en su for­ma de enten­der las rela­cio­nes y la con­vi­ven­cia. En noviem­bre de 2024, ambos com­par­tie­ron su expe­rien­cia en una char­la TEDx titu­la­da «El amor en 6 metros cua­dra­dos», don­de reve­la­ron los secre­tos para man­te­ner una rela­ción sana en un espa­cio tan redu­ci­do.

La adap­ta­ción a este esti­lo de vida no fue inme­dia­ta. Pasar de un hogar tra­di­cio­nal a un espa­cio don­de cada cen­tí­me­tro cuen­ta requie­re un pro­ce­so de des­ape­go mate­rial y una reor­ga­ni­za­ción com­ple­ta de prio­ri­da­des. Los arma­rios limi­ta­dos obli­gan a con­ser­var solo lo impres­cin­di­ble, con­vir­tien­do el mini­ma­lis­mo no en una elec­ción esté­ti­ca, sino en una nece­si­dad prác­ti­ca. El baño se redu­ce a lo esen­cial, la coci­na debe ser fun­cio­nal pero com­pac­ta, y la cama se trans­for­ma en sofá duran­te el día para opti­mi­zar el espa­cio habi­ta­ble. Este ejer­ci­cio cons­tan­te de adap­ta­ción y fle­xi­bi­li­dad tras­cien­de lo físi­co para influir tam­bién en lo emo­cio­nal y rela­cio­nal.

La con­vi­ven­cia en un espa­cio tan redu­ci­do actúa como una espe­cie de lupa que mag­ni­fi­ca tan­to lo mejor como lo peor de cada uno. No hay espa­cio para escon­der­se tras las dis­cu­sio­nes, no exis­te la posi­bi­li­dad de reti­rar­se a otra habi­ta­ción para enfriar­se tras un des­acuer­do. Esto ha obli­ga­do a la pare­ja a desa­rro­llar herra­mien­tas de comu­ni­ca­ción mucho más efi­cien­tes y a resol­ver los con­flic­tos de mane­ra inme­dia­ta y cons­truc­ti­va. En seis metros cua­dra­dos, o apren­des a per­do­nar rápi­do o la con­vi­ven­cia se vuel­ve inso­por­ta­ble. Esta limi­ta­ción espa­cial ha for­ta­le­ci­do para­dó­ji­ca­men­te su víncu­lo emo­cio­nal, como pue­de apre­ciar­se en sus docu­men­ta­les sobre la vida en fur­go­ne­ta.

El día a día en la fur­go­ne­ta tie­ne sus pro­pios rit­mos. Las maña­nas sue­len comen­zar tem­prano, espe­cial­men­te cuan­do el obje­ti­vo es cap­tu­rar la luz dora­da del ama­ne­cer en algún pai­sa­je remo­to. La bús­que­da de luga­res para per­noc­tar, la ges­tión del agua pota­ble, la recar­ga de bate­rías para sus equi­pos elec­tró­ni­cos y la orga­ni­za­ción de las rutas for­man par­te de una nue­va ruti­na que nada tie­ne que ver con la vida seden­ta­ria. Casimiro, el perro que res­ca­ta­ron de una pro­tec­to­ra y que aho­ra via­ja con ellos, ha aña­di­do un ele­men­to adi­cio­nal a la ecua­ción, pero tam­bién ha sido un com­pa­ñe­ro leal que pro­por­cio­na segu­ri­dad y afec­to en los momen­tos más soli­ta­rios de la tra­ve­sía.

El pre­su­pues­to men­sual se ha sim­pli­fi­ca­do con­si­de­ra­ble­men­te. Según han com­par­ti­do en sus videos, sus gas­tos prin­ci­pa­les se redu­cen a com­bus­ti­ble y ali­men­ta­ción. «Solo gas­tas, si quie­res, en comi­da y com­bus­ti­ble. Con unos ingre­sos míni­mos y si pue­des tra­ba­jar onli­ne, pue­des via­jar inde­fi­ni­da­men­te», comen­ta­ba Rubén en una entrevista6. La ausen­cia de hipo­te­cas, alqui­le­res o fac­tu­ras domés­ti­cas tra­di­cio­na­les libe­ra una par­te impor­tan­te de los recur­sos que antes des­ti­na­ban a man­te­ner un esti­lo de vida está­ti­co. Esto no sig­ni­fi­ca que no exis­tan gas­tos impor­tan­tes: el man­te­ni­mien­to de la fur­go­ne­ta en per­fec­to esta­do es cru­cial cuan­do tu casa y tu medio de trans­por­te son el mis­mo vehícu­lo, y las repa­ra­cio­nes en paí­ses leja­nos pue­den ser un que­bra­de­ro de cabe­za tan­to logís­ti­co como eco­nó­mi­co.

@ Rubén Sánchez

Wild Earth Expedition, la aventura de fotografiar el mundo

Wild Earth Expedition no es solo un via­je; es un pro­yec­to vital y pro­fe­sio­nal con obje­ti­vos ambi­cio­sos. A tra­vés de su canal de YouTube «Ruben Earth» y sus redes socia­les, docu­men­tan no solo los pai­sa­jes más espec­ta­cu­la­res del pla­ne­ta, sino tam­bién las viven­cias, desa­fíos y apren­di­za­jes que sur­gen cuan­do se abra­za por com­ple­to una vida nóma­da. Sus epi­so­dios sema­na­les en for­ma­to docu­men­tal com­bi­nan impre­sio­nan­tes tomas pai­sa­jís­ti­cas con refle­xio­nes per­so­na­les sobre la liber­tad, la sos­te­ni­bi­li­dad y la cone­xión con la natu­ra­le­za.

Desde que ini­cia­ron su tra­ve­sía, han com­ple­ta­do varias eta­pas que les han lle­va­do por terri­to­rios diver­sos: Islas Canarias (2022−2023), el Ártico Noruego y Escandinavia (2023), Georgia (2023) y una ambi­cio­sa ruta por Asia Central que inclu­yó Rusia, Kazajistán, Kirguistán y Uzbekistán duran­te 2024. Cada uno de estos des­ti­nos les ha enfren­ta­do a con­di­cio­nes extre­mas, des­de tem­pe­ra­tu­ras árti­cas has­ta desier­tos inhós­pi­tos, ponien­do a prue­ba tan­to su resis­ten­cia físi­ca como la de su fur­go­ne­ta adap­ta­da.

El Ártico Noruego les rega­ló uno de esos momen­tos mági­cos que com­pen­san cual­quier difi­cul­tad: la pri­me­ra visión de una auro­ra boreal en pleno mes de agos­to, un fenó­meno tan ines­pe­ra­do como sobre­co­ge­dor que cap­ta­ron en sus cáma­ras. En Rusia, inten­ta­ron alcan­zar el mon­te Elbrus, la mon­ta­ña más alta de Europa, pero diver­sos con­tra­tiem­pos, inclui­do un inten­to de soborno poli­cial y con­di­cio­nes meteo­ro­ló­gi­cas adver­sas, modi­fi­ca­ron sus pla­nes. Estas situa­cio­nes impre­vis­tas son par­te inhe­ren­te de la vida en la carre­te­ra, y la capa­ci­dad de adap­ta­ción se con­vier­te en una habi­li­dad esen­cial para quien deci­de abra­zar este esti­lo de vida.

La foto­gra­fía y la video­gra­fía son mucho más que herra­mien­tas de tra­ba­jo para ambos; son su for­ma de inter­pre­tar y com­par­tir el mun­do. Rubén, con más de 15 años de expe­rien­cia foto­gra­fian­do y fil­man­do pai­sa­jes para dife­ren­tes medios de comu­ni­ca­ción inter­na­cio­na­les, ha desa­rro­lla­do un esti­lo pro­pio que bus­ca cap­tu­rar no solo la belle­za super­fi­cial de los luga­res, sino su esen­cia y la emo­ción que trans­mi­ten. Durante los dos años de la pan­de­mia, cuan­do se encon­tra­ban con­fi­na­dos en el pue­blo leo­nés de los abue­los de Rubén, lle­vó a cabo el pro­yec­to «La luz de las mon­ta­ñas», explo­ran­do los pai­sa­jes de la mon­ta­ña orien­tal de León y cen­trán­do­se espe­cial­men­te en los ama­ne­ce­res y atar­de­ce­res inver­na­les, bus­can­do las luces más espec­ta­cu­la­res que ofre­ce ese entorno mon­ta­ño­so. Este tra­ba­jo cul­mi­nó en una expo­si­ción que reco­rrió varios pue­blos de la mon­ta­ña leo­ne­sa duran­te el verano de 2022, jus­to antes de ini­ciar su gran aven­tu­ra.

Sierra apor­ta al pro­yec­to no solo su talen­to como videó­gra­fa, sino tam­bién sus habi­li­da­des como tra­duc­to­ra e intér­pre­te, fun­da­men­ta­les para nave­gar por terri­to­rios don­de la comu­ni­ca­ción pue­de con­ver­tir­se en un desa­fío. Su enfo­que com­ple­men­ta­rio per­mi­te que Wild Earth Expedition pue­da lle­gar a una audien­cia inter­na­cio­nal, con con­te­ni­do dis­po­ni­ble tan­to en espa­ñol como en inglés. El canal en inglés «@sierraintothewild» amplía el alcan­ce de su tra­ba­jo más allá del públi­co his­pa­no­ha­blan­te, conec­tan­do con aman­tes de la natu­ra­le­za y los via­jes de todo el mun­do.

La con­vi­ven­cia con las dife­ren­tes cul­tu­ras y el res­pe­to por los entor­nos natu­ra­les son valo­res fun­da­men­ta­les en su pro­yec­to. En sus docu­men­ta­les, no solo mues­tran la belle­za de los pai­sa­jes, sino que con­tex­tua­li­zan las pro­ble­má­ti­cas ambien­ta­les y socia­les de las regio­nes que visi­tan, pro­mo­vien­do un turis­mo cons­cien­te y res­pon­sa­ble. Su pro­pio esti­lo de vida, redu­cien­do al míni­mo su hue­lla eco­ló­gi­ca y prio­ri­zan­do la cone­xión con la natu­ra­le­za sobre el con­su­mo, es en sí mis­mo un men­sa­je pode­ro­so en tiem­pos de cri­sis cli­má­ti­ca y sobre­ex­plo­ta­ción de recur­sos.

@ Rubén Sánchez

El futuro en el horizonte, próximos destinos y proyectos

Con América del Sur en el hori­zon­te para 2025, Rubén y Sierra se pre­pa­ran para explo­rar los pai­sa­jes de Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Esta eta­pa repre­sen­ta un sal­to cua­li­ta­ti­vo en su pro­yec­to, no solo por la dis­tan­cia geo­grá­fi­ca y cul­tu­ral res­pec­to a sus explo­ra­cio­nes pre­vias, sino por los desa­fíos logís­ti­cos que impli­ca trans­por­tar su hogar rodan­te a otro con­ti­nen­te. Los Andes, el Altiplano boli­viano, la Patagonia o el desier­to de Atacama pro­me­ten ser esce­na­rios espec­ta­cu­la­res para sus obje­ti­vos foto­grá­fi­cos, pero tam­bién pon­drán a prue­ba su adap­ta­bi­li­dad ante con­di­cio­nes extre­mas y terre­nos difí­ci­les.

El pro­yec­to Wild Earth Expedition con­ti­núa evo­lu­cio­nan­do no solo en tér­mi­nos geo­grá­fi­cos sino tam­bién con­cep­tua­les. Lo que comen­zó como un via­je de explo­ra­ción foto­grá­fi­ca se ha trans­for­ma­do en una pla­ta­for­ma de refle­xión sobre esti­los de vida alter­na­ti­vos, sos­te­ni­bi­li­dad y la bús­que­da de un equi­li­brio más armó­ni­co con nues­tro entorno. A tra­vés de su Patreon y otras vías de cola­bo­ra­ción, han con­se­gui­do que su pro­yec­to sea auto­sos­te­ni­ble eco­nó­mi­ca­men­te, demos­tran­do que es posi­ble con­ver­tir una pasión en un medio de vida sin renun­ciar a los valo­res per­so­na­les.

Para Rubén, este pro­yec­to repre­sen­ta la cul­mi­na­ción de años de espe­cia­li­za­ción en foto­gra­fía de via­jes y pai­sa­jes. Sus imá­ge­nes no solo docu­men­tan luga­res de extra­or­di­na­ria belle­za, sino que trans­mi­ten emo­cio­nes y narra­ti­vas que invi­tan al espec­ta­dor a refle­xio­nar sobre su pro­pia rela­ción con la natu­ra­le­za. La posi­bi­li­dad de dedi­car días, e inclu­so sema­nas, a la espe­ra de las con­di­cio­nes lumí­ni­cas idea­les para una sola foto­gra­fía es un lujo que solo per­mi­te este esti­lo de vida nóma­da, y que se refle­ja en la cali­dad de su tra­ba­jo.

En cuan­to a Sierra, su papel como comu­ni­ca­do­ra y su sen­si­bi­li­dad para cap­tar las inter­ac­cio­nes huma­nas apor­tan una dimen­sión adi­cio­nal al pro­yec­to. Sus habi­li­da­des lin­güís­ti­cas han per­mi­ti­do a la pare­ja conec­tar con comu­ni­da­des loca­les en los dife­ren­tes paí­ses que visi­tan, enri­que­cien­do enor­me­men­te su expe­rien­cia y la de su audien­cia. La pers­pec­ti­va feme­ni­na en un tipo de aven­tu­ra tra­di­cio­nal­men­te domi­na­da por hom­bres tam­bién cons­ti­tu­ye un valor aña­di­do que dife­ren­cia a Wild Earth Expedition de otros pro­yec­tos simi­la­res.

El impac­to de su tra­ba­jo tras­cien­de lo mera­men­te esté­ti­co o docu­men­tal. A tra­vés de char­las como la TEDx sobre la con­vi­ven­cia en espa­cios redu­ci­dos, Rubén y Sierra com­par­ten apren­di­za­jes que pue­den apli­car­se a muchos ámbi­tos de la vida. Las lec­cio­nes sobre des­ape­go mate­rial, comu­ni­ca­ción efec­ti­va, reso­lu­ción de con­flic­tos y adap­ta­bi­li­dad son uni­ver­sa­les, y resul­tan espe­cial­men­te valio­sas en un mun­do que enfren­ta desa­fíos sin pre­ce­den­tes que exi­gi­rán trans­for­ma­cio­nes pro­fun­das en nues­tra for­ma de vivir y rela­cio­nar­nos.

A medi­da que el núme­ro de segui­do­res de Wild Earth Expedition cre­ce, tam­bién lo hace la res­pon­sa­bi­li­dad de man­te­ner la auten­ti­ci­dad del pro­yec­to. El equi­li­brio entre com­par­tir su expe­rien­cia y pre­ser­var la inti­mi­dad en un espa­cio ya de por sí redu­ci­do repre­sen­ta un desa­fío coti­diano. La mone­ti­za­ción del con­te­ni­do sin com­pro­me­ter los valo­res que die­ron ori­gen al pro­yec­to es otro de los aspec­tos que requie­ren una aten­ción cons­tan­te. Sin embar­go, la liber­tad de deci­dir sus pro­pios rit­mos y prio­ri­da­des com­pen­sa con cre­ces estas difi­cul­ta­des.

La sus­ten­ta­bi­li­dad a lar­go pla­zo de este esti­lo de vida es una pre­gun­ta que sobre­vue­la cons­tan­te­men­te el pro­yec­to. ¿Cuánto tiem­po es posi­ble man­te­ner una exis­ten­cia nóma­da sin echar de menos la esta­bi­li­dad de un hogar fijo? ¿Cómo evo­lu­cio­na­rán sus nece­si­da­des per­so­na­les y pro­fe­sio­na­les con el paso de los años? Por aho­ra, la res­pues­ta pare­ce cla­ra para ambos: «No tene­mos bille­te de vuel­ta». La vida en la carre­te­ra les ha atra­pa­do, y mien­tras sigan encon­tran­do en ella más recom­pen­sas que sacri­fi­cios, su hogar segui­rá sien­do esa fur­go­ne­ta de menos de seis metros cua­dra­dos que les per­mi­te des­per­tar cada día ante un nue­vo hori­zon­te.

El lega­do de Rubén Sánchez y Sierra Jacobs no está solo en las impre­sio­nan­tes foto­gra­fías que cap­tu­ran o los docu­men­ta­les que pro­du­cen, sino en demos­trar con su ejem­plo que exis­ten alter­na­ti­vas via­bles a los esti­los de vida con­ven­cio­na­les. En un mun­do don­de el éxi­to sue­le medir­se por la acu­mu­la­ción de pose­sio­nes mate­ria­les y el ascen­so en esca­la­fo­nes pro­fe­sio­na­les pre­de­ter­mi­na­dos, ellos pro­po­nen una métri­ca dife­ren­te: la rique­za de expe­rien­cias, la cone­xión con la natu­ra­le­za y la liber­tad de defi­nir el pro­pio camino. Su aven­tu­ra con­ti­núa, y con ella, la ins­pi­ra­ción para quie­nes sue­ñan con rom­per mol­des y explo­rar nue­vos hori­zon­tes, tan­to geo­grá­fi­cos como vita­les.

Referencias

  • Fernández, F. (2024). «Esta vida “pira­ta” te atra­pa, no tene­mos bille­te de vuel­ta». La Nueva Crónica. Una entre­vis­ta reve­la­do­ra que pro­fun­di­za en los aspec­tos eco­nó­mi­cos y prác­ti­cos de la vida nóma­da, des­ta­can­do cómo este esti­lo de vida pue­de resul­tar más eco­nó­mi­co que el con­ven­cio­nal.
  • Sánchez, R. (2023). ASÍ ES CONVIVIR EN PAREJA EN 6 METROS CUADRADOS. Vuelta al Mundo. Ruben Earth. Episodio docu­men­tal que explo­ra los desa­fíos y recom­pen­sas de la vida en espa­cios redu­ci­dos, con espe­cial aten­ción a la diná­mi­ca de pare­ja.
  • Sánchez, R. (2024). Rusia NO nos lo PONE FACIL. Intentamos lle­gar al mon­te más alto de Europa. Ruben Earth. Documental que mues­tra las difi­cul­ta­des impre­vis­tas duran­te su via­je por Rusia, ilus­tran­do cómo la adap­ta­bi­li­dad es esen­cial en este esti­lo de vida.
  • Sánchez, R. (2025). La luz de las mon­ta­ñas – Ruben Earth. Descripción del pro­yec­to foto­grá­fi­co rea­li­za­do duran­te la pan­de­mia en la mon­ta­ña leo­ne­sa, que cul­mi­nó en una expo­si­ción iti­ne­ran­te y mues­tra las raí­ces crea­ti­vas del actual pro­yec­to Wild Earth Expedition.
  • Sánchez, R., & Jacobs, S. (2024). El amor en 6 metros cua­dra­dos. TEDx Talks. Una char­la reve­la­do­ra don­de la pare­ja com­par­te sus estra­te­gias para man­te­ner una rela­ción salu­da­ble en un espa­cio extre­ma­da­men­te redu­ci­do, ofre­cien­do lec­cio­nes apli­ca­bles a cual­quier con­vi­ven­cia.
  • Wild Earth Expedition. (2025). WILD EARTH EXPEDITION – Ruben Earth. Una expli­ca­ción deta­lla­da del pro­yec­to, sus eta­pas y los via­je­ros que lo com­po­nen, ofre­cien­do una visión gene­ral de la filo­so­fía detrás de esta aven­tu­ra sin fecha de retorno.