Pierce Brosnan y Helen Mirren en «Tierra de mafiosos»: cuando el glamour se vuelve siniestro

Tiempo de lec­tu­ra: ±10 minu­tos

Hay algo pro­fun­da­men­te per­tur­ba­dor y a la vez mag­né­ti­co en ver a Pierce Brosnan orde­nar ase­si­na­tos mien­tras degus­ta un exqui­si­to vino tin­to. La ima­gen del ele­gan­te James Bond que cono­ci­mos duran­te déca­das se des­va­ne­ce por com­ple­to cuan­do obser­va­mos a Conrad Harrigan dis­fru­tar de una comi­da tran­qui­la mien­tras Harry Da Souza resuel­ve pro­ble­mas vio­len­tos en el sótano. Esta meta­mor­fo­sis radi­cal del actor irlan­dés cons­ti­tu­ye, sin duda, uno de los aspec­tos más fas­ci­nan­tes de «Tierra de mafio­sos», la serie que ha con­se­gui­do reu­nir a tres pesos pesa­dos del cine bri­tá­ni­co bajo la batu­ta de Guy Ritchie.

La pro­pues­ta de MobLand, como se cono­ce en inglés, lle­gó a SkyShowtime con una pre­mi­sa apa­ren­te­men­te fami­liar: dos fami­lias del cri­men lon­di­nen­se, los Harrigan y los Stevenson, enfren­ta­das en una gue­rra que ame­na­za con des­tro­zar impe­rios y vidas. Sin embar­go, lo que real­men­te dis­tin­gue a esta pro­duc­ción del res­to del satu­ra­do géne­ro mafio­so no es su ori­gi­na­li­dad argu­men­tal, sino la mane­ra en que trans­for­ma a acto­res con­sa­gra­dos en villa­nos abso­lu­ta­men­te creí­bles y per­tur­ba­do­res.

Tom Hardy, en el papel del «arre­gla­dor» Harry Da Souza, fun­cio­na como el ancla emo­cio­nal de una serie don­de la moral bri­lla por su ausen­cia. Su inter­pre­ta­ción del hom­bre que solu­cio­na todos los pro­ble­mas de la fami­lia Harrigan con una mez­cla de ele­gan­cia letal y frial­dad cal­cu­la­da demues­tra por qué sigue sien­do uno de los acto­res más ver­sá­ti­les de su gene­ra­ción. Pero son Brosnan y Mirren quie­nes real­men­te roban el pro­ta­go­nis­mo inter­pre­ta­ti­vo, con­vir­tién­do­se en una pare­ja de poder tan fas­ci­nan­te como terro­rí­fi­ca.

Cuando la realeza cinematográfica abraza la oscuridad

Helen Mirren inter­pre­ta a Maeve Harrigan con una inten­si­dad que eri­za la piel. La actriz, acos­tum­bra­da a encar­nar figu­ras de auto­ri­dad res­pe­ta­ble como la Reina Isabel II, se sumer­ge aquí en un per­so­na­je que es pura mal­dad refi­na­da. Maeve no es sim­ple­men­te la espo­sa del jefe mafio­so; es la ver­da­de­ra men­te maes­tra detrás de las deci­sio­nes más crue­les de la fami­lia. Su Lady Macbeth sádi­ca con­tro­la a Conrad con una suti­le­za que resul­ta aún más ate­rra­do­ra que la vio­len­cia explí­ci­ta.

Los crí­ti­cos han seña­la­do que Mirren se divier­te inter­pre­tan­do a esta matriar­ca cri­mi­nal que saca cocaí­na del esco­te para cele­brar que su nie­to mues­tra ten­den­cias psi­có­pa­tas. Cada mira­da entre ella y Brosnan con­tie­ne todo el veneno nece­sa­rio para man­te­ner el thri­ller en cons­tan­te ten­sión. La quí­mi­ca entre ambos acto­res, cons­trui­da sobre déca­das de expe­rien­cia inter­pre­ta­ti­va, se trans­for­ma aquí en algo sinies­tro y mag­né­ti­co que fun­cio­na inclu­so cuan­do el guión fla­quea.

Pierce Brosnan, por su par­te, abra­za la locu­ra de Conrad Harrigan con un entu­sias­mo que sor­pren­de. El patriar­ca de los Harrigan es un hom­bre que ha per­di­do com­ple­ta­men­te la mesu­ra y el auto­con­trol, alguien que mata a su mejor ami­go sin evi­den­cias sóli­das sim­ple­men­te por sos­pe­chas de trai­ción. Brosnan aban­do­na por com­ple­to su ele­gan­cia natu­ral para mos­trar a un mafio­so volá­til, impre­de­ci­ble y pro­fun­da­men­te per­tur­ba­do. Su Conrad es un hom­bre que, como él mis­mo admi­te, «puso mil hom­bres bajo tie­rra» para lle­gar al poder.

La trans­for­ma­ción resul­ta tan con­vin­cen­te que algu­nos medios anglo­sa­jo­nes lle­ga­ron a cri­ti­car su acen­to irlan­dés, aun­que esto pare­ce más un deta­lle téc­ni­co que un pro­ble­ma inter­pre­ta­ti­vo real. Lo ver­da­de­ra­men­te impac­tan­te es ver cómo Brosnan con­si­gue que sin­ta­mos tan­to fas­ci­na­ción como repul­sión hacia un per­so­na­je que repre­sen­ta todo el mal del mun­do del cri­men orga­ni­za­do.

El desenlace que no convenció: cuando las expectativas superan la realidad

A pesar de las inter­pre­ta­cio­nes magis­tra­les de su trío pro­ta­go­nis­ta, «Tierra de mafio­sos» tro­pe­zó estre­pi­to­sa­men­te en su epi­so­dio final. El déci­mo capí­tu­lo, que debía cerrar una tem­po­ra­da lle­na de ten­sión y vio­len­cia esca­la­da, dejó a muchos espec­ta­do­res con una sen­sa­ción de incom­ple­ti­tud que con­tras­ta­ba dra­má­ti­ca­men­te con la cali­dad gene­ral de la serie.

Las crí­ti­cas al final se cen­tran prin­ci­pal­men­te en varios aspec­tos pro­ble­má­ti­cos del guión. La reso­lu­ción del con­flic­to entre las fami­lias Harrigan y Stevenson, que había sido cons­trui­da cui­da­do­sa­men­te duran­te nue­ve epi­so­dios, se sien­te apre­su­ra­da y poco satis­fac­to­ria. La muer­te de Richie Stevenson, el anta­go­nis­ta prin­ci­pal inter­pre­ta­do por Geoff Bell, lle­ga de mane­ra dema­sia­do direc­ta para una serie que había des­ta­ca­do por sus giros narra­ti­vos inte­li­gen­tes.

Pero lo que real­men­te moles­tó a la audien­cia fue la esce­na final don­de Jan, la espo­sa de Harry inter­pre­ta­da por Joanne Froggatt, apu­ña­la acci­den­tal­men­te a su mari­do. Los usua­rios de Reddit cali­fi­ca­ron este momen­to como «una locu­ra de guión», seña­lan­do que la pro­fun­di­dad de la heri­da pare­cía dema­sia­do seria para tra­tar­se de un acci­den­te. Esta reso­lu­ción for­za­da con­tras­ta bru­tal­men­te con la sofis­ti­ca­ción narra­ti­va que había carac­te­ri­za­do a epi­so­dios ante­rio­res.

El epi­so­dio tam­bién deja dema­sia­dos cabos suel­tos sin resol­ver. La situa­ción de Conrad y Maeve en pri­sión, el futu­ro de Eddie Harrigan tras des­cu­brir que no es hijo bio­ló­gi­co de Kevin, y espe­cial­men­te la ame­na­za que repre­sen­ta Cat McAllister que­dan en el aire de mane­ra poco satis­fac­to­ria. Para una serie que se había carac­te­ri­za­do por man­te­ner un rit­mo tre­pi­dan­te sin epi­so­dios de relleno, el final pare­ce más un par­che tem­po­ral que una con­clu­sión orgá­ni­ca.

La decep­ción resul­ta aún más pro­nun­cia­da con­si­de­ran­do que «Tierra de mafio­sos» había logra­do dife­ren­ciar­se del satu­ra­do géne­ro de series mafio­sas pre­ci­sa­men­te por su capa­ci­dad para evi­tar los cli­chés más obvios. Sin embar­go, el epi­so­dio final recu­rre a solu­cio­nes narra­ti­vas que pare­cen saca­das de cual­quier thri­ller gené­ri­co, trai­cio­nan­do la iden­ti­dad que la serie había cons­trui­do pacien­te­men­te.

A pesar de estos pro­ble­mas, la reno­va­ción para una segun­da tem­po­ra­da ofre­ce espe­ran­za de que los guio­nis­tas pue­dan corre­gir estos fallos. La base inter­pre­ta­ti­va sigue sien­do sóli­da, y el uni­ver­so crea­do por Guy Ritchie man­tie­ne su poten­cial para gene­rar his­to­rias fas­ci­nan­tes. Brosnan y Mirren han demos­tra­do que pue­den sos­te­ner una serie úni­ca­men­te con su pre­sen­cia en pan­ta­lla, y Tom Hardy con­ti­núa sien­do uno de los acto­res más fia­bles cuan­do se tra­ta de pape­les com­ple­jos.

«Tierra de mafio­sos» fun­cio­na mejor cuan­do se cen­tra en las diná­mi­cas fami­lia­res dis­fun­cio­na­les y las rela­cio­nes de poder entre sus per­so­na­jes prin­ci­pa­les. Las esce­nas entre Hardy y Mirren son «oro puro, lle­nas de sub­tex­to y ten­sión», mien­tras que la trans­for­ma­ción de Brosnan en un patriar­ca des­qui­cia­do apor­ta una fres­cu­ra ines­pe­ra­da al géne­ro. Quizás la segun­da tem­po­ra­da logre encon­trar un equi­li­brio más satis­fac­to­rio entre estas for­ta­le­zas inter­pre­ta­ti­vas y las exi­gen­cias narra­ti­vas de un des­en­la­ce apro­pia­do.

Referencias

Bennett, R., & Butterworth, J. (Guionistas). (2025). MobLand. MTV Entertainment Studios. Serie tele­vi­si­va que explo­ra las diná­mi­cas del cri­men orga­ni­za­do lon­di­nen­se con­tem­po­rá­neo a tra­vés de con­flic­tos fami­lia­res, des­ta­can­do por las inter­pre­ta­cio­nes de Hardy, Brosnan y Mirren.

Ritchie, G. (Director). (2025). Tierra de mafio­sos – Episodios 1–2. SkyShowtime. Los epi­so­dios ini­cia­les diri­gi­dos por Ritchie esta­ble­cen el tono visual y narra­ti­vo de la serie, reto­man­do ele­men­tos esti­lís­ti­cos carac­te­rís­ti­cos del direc­tor bri­tá­ni­co apli­ca­dos al for­ma­to tele­vi­si­vo seria­do.

Hobby Consolas. (2025). Crítica de Tierra de Mafiosos: Hardy, Brosnan y Mirren hacen fun­cio­nar la serie sólo con cru­zar mira­das. Reseña que ana­li­za las for­ta­le­zas inter­pre­ta­ti­vas del trío pro­ta­go­nis­ta y eva­lúa cómo sos­tie­nen la narra­ti­va a tra­vés de su quí­mi­ca en pan­ta­lla y pre­sen­cia escé­ni­ca.

Escribiendo Cine. (2025). Crítica de «Tierra de mafia»: Tom Hardy, Pierce Brosnan y Helen Mirren entre el cri­men y la sober­bia de Guy Ritchie. Análisis crí­ti­co que exa­mi­na la trans­for­ma­ción de acto­res esta­ble­ci­dos en pape­les de villa­nos, eva­luan­do la efec­ti­vi­dad de su ale­ja­mien­to de roles pre­vios.

Fotogramas. (2025). Pierce Brosnan, al man­do de la mafia lon­di­nen­se: «Disfruto mucho de inter­pre­tar al malo». Entrevista don­de el actor irlan­dés refle­xio­na sobre su pro­ce­so crea­ti­vo para encar­nar a Conrad Harrigan y su expe­rien­cia tra­ba­jan­do bajo la direc­ción de Guy Ritchie en for­ma­to tele­vi­si­vo.

El Eternauta, del cómic a la serie, entre la nieve mortal y la resistencia (contiene spoilers)

La adap­ta­ción de «El Eternauta» a Netflix ha reavi­va­do el deba­te entre la fide­li­dad al cómic ori­gi­nal y las licen­cias crea­ti­vas de la serie. Con la con­fir­ma­ción de una segun­da tem­po­ra­da tras el éxi­to glo­bal de la pri­me­ra, el uni­ver­so de Juan Salvo se expan­de, pero no sin polé­mi­cas. Este artícu­lo explo­ra las trans­for­ma­cio­nes narra­ti­vas, des­de el cam­bio de nom­bre de los emble­má­ti­cos «cas­ca­ru­dos» a sim­ples «bichos» has­ta la intro­duc­ción del cliffhan­ger de «Los Manos», ana­li­zan­do cómo estas deci­sio­nes impac­tan en la esen­cia polí­ti­ca y sim­bó­li­ca de la obra de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López.

La serie como proyecto multitemporal, más allá de la primera temporada

La reno­va­ción de «El Eternauta» para una segun­da tem­po­ra­da era inevi­ta­ble tras alcan­zar el top 3 glo­bal de Netflix y acu­mu­lar 58 millo­nes de horas vis­tas en su pri­me­ra sema­na. Sin embar­go, el final abier­to de la tem­po­ra­da 1 —con la apa­ri­ción de «Los Manos» y el giro trai­cio­ne­ro de per­so­na­jes cla­ve como Clara— ha divi­di­do a la audien­cia. Mientras algu­nos cele­bran la expan­sión del rela­to, otros cri­ti­can la dilu­ción de la estruc­tu­ra auto­con­clu­si­va del cómic ori­gi­nal, don­de la inva­sión alie­ní­ge­na se resol­vía en un solo arco. La serie, al optar por un for­ma­to seria­li­za­do, prio­ri­za el sus­pen­se tele­vi­si­vo sobre la inme­dia­tez meta­fó­ri­ca de la his­to­rie­ta, un ries­go que podría pagar caro si no pro­fun­di­za en los temas fun­da­cio­na­les de la obra.

El Cambio de «Cascarudos» a «Bichos»: ¿Simplificación o Pérdida Simbólica?

Uno de los deba­tes más inten­sos gira en torno a la deci­sión de renom­brar a los «cas­ca­ru­dos» —insec­tos gigan­tes con­tro­la­dos por los inva­so­res— como «bichos». En el cómic, el tér­mino «cas­ca­ru­do» no solo desig­na una espe­cie alie­ní­ge­na, sino que fun­cio­na como metá­fo­ra de la maqui­na­ria repre­si­va: seres sin volun­tad pro­pia, obe­dien­tes a una jerar­quía opre­so­ra Al redu­cir­los a «bichos», la serie pier­de esta capa de sig­ni­fi­ca­do, homo­ge­ni­zan­do su iden­ti­dad y des­co­nec­tán­do­los de su car­ga polí­ti­ca ori­gi­nal. Este cam­bio, apa­ren­te­men­te menor, refle­ja una ten­den­cia a sua­vi­zar el len­gua­je crí­ti­co de Oesterheld para adap­tar­lo a un públi­co glo­bal, sacri­fi­can­do mati­ces cla­ve de la crí­ti­ca social.

La elec­ción no es ino­cen­te: los «bichos» de la serie son pre­sen­ta­dos como ame­na­zas gené­ri­cas, mien­tras que en el cómic los cas­ca­ru­dos encar­na­ban la des­hu­ma­ni­za­ción de los cola­bo­ra­cio­nis­tas duran­te las dic­ta­du­ras. La tela­ra­ña que tejen en la adap­ta­ción —una adi­ción no pre­sen­te en el mate­rial ori­gi­nal— aun­que visual­men­te impac­tan­te, refuer­za su rol como mons­truos de acción, no como sím­bo­los de opre­sión sis­té­mi­ca. Esta sim­pli­fi­ca­ción narra­ti­va podría limi­tar la pro­fun­di­dad ale­gó­ri­ca que hizo de la his­to­rie­ta un refe­ren­te cul­tu­ral.

«Los Manos» y el cliffhanger, la nueva jerarquía de la invasión

El momen­to más dis­rup­ti­vo del final de la pri­me­ra tem­po­ra­da es la intro­duc­ción de «Los Manos», seres con dedos mul­ti­ples que con­tro­lan a los «bichos» des­de las som­bras. En el cómic, estos seres —subor­di­na­dos a una enti­dad supe­rior lla­ma­da «Los Ellos»— repre­sen­ta­ban la buro­cra­cia repre­si­va y la com­pli­ci­dad inter­na­cio­nal con las dic­ta­du­ras lati­no­ame­ri­ca­nas. La serie, sin embar­go, los retra­ta como estra­te­gas fríos, enfo­cán­do­se en su rol mili­tar más que en su sim­bo­lis­mo polí­ti­co. La deci­sión de cerrar la tem­po­ra­da con su apa­ri­ción en el Estadio Monumental, mien­tras Juan Salvo vis­lum­bra su cone­xión con el futu­ro, prio­ri­za el mis­te­rio sci-fi sobre la denun­cia social.

Este giro narra­ti­vo gene­ra expec­ta­ti­vas ambi­va­len­tes: por un lado, pro­me­te explo­rar la jerar­quía alie­ní­ge­na en pro­fun­di­dad; por otro, corre el ries­go de redu­cir la tra­ma a un enfren­ta­mien­to bina­rio entre huma­nos e inva­so­res, des­di­bu­jan­do las múl­ti­ples capas de opre­sión que Oesterhard entre­la­zó en la his­to­rie­ta. La segun­da tem­po­ra­da ten­drá el desa­fío de equi­li­brar el espec­tácu­lo visual con la recu­pe­ra­ción de estas metá­fo­ras, espe­cial­men­te con­si­de­ran­do que el pre­su­pues­to aumen­ta­rá a 20 millo­nes de dóla­res y se fil­ma­rán ocho epi­so­dios en lugar de seis.

Oesterheld y su fami­lia
Solano López

La persistencia del legado político en una serie global

A pesar de las licen­cias crea­ti­vas, la serie man­tie­ne vivo el núcleo temá­ti­co de resis­ten­cia colec­ti­va. La esce­na don­de Juan Salvo (Ricardo Darín) aren­ga a los sobre­vi­vien­tes en Campo de Mayo —«No somos héroes, somos tes­ti­gos»— encap­su­la la esen­cia del men­sa­je de Oesterheld: la lucha como acto de memo­ria y dig­ni­dad. Sin embar­go, la adap­ta­ción miti­ga el con­tex­to espe­cí­fi­co de la Argentina dic­ta­to­rial, tras­la­dan­do la acción al pre­sen­te y eli­mi­nan­do refe­ren­cias direc­tas a la mili­tan­cia de los auto­res.

Este equi­li­brio entre actua­li­za­ción y fide­li­dad se mani­fies­ta en la ban­da sono­ra: temas de Soda Stereo y Mercedes Sosa anclan la his­to­ria en la iden­ti­dad local, mien­tras los efec­tos de soni­do hiper­rea­lis­tas —como el cru­jir de los capa­ra­zo­nes de los «bichos»— bus­can conec­tar con una audien­cia inter­na­cio­nal. El desa­fío pen­dien­te es que estas elec­cio­nes téc­ni­cas no opa­quen el sus­tra­to ideo­ló­gi­co que con­vir­tió a «El Eternauta» en un sím­bo­lo de lucha con­tra la opre­sión.

El futuro de la adaptación, ¿hacia dónde navega El Eternauta?

La con­fir­ma­ción de una segun­da tem­po­ra­da obli­ga a replan­tear el artícu­lo ori­gi­nal, que asu­mía una estruc­tu­ra cerra­da. Ahora, el aná­li­sis debe anti­ci­par cómo la serie abor­da­rá ele­men­tos cla­ve del cómic aún no adap­ta­dos:

  1. Los Gurbos: Criaturas cie­gas y colo­sa­les que en la his­to­rie­ta repre­sen­ta­ban la bru­ta­li­dad irra­cio­nal de la repre­sión. Su inclu­sión podría enri­que­cer el bes­tia­rio alie­ní­ge­na y pro­fun­di­zar en la crí­ti­ca a la des­hu­ma­ni­za­ción.

  2. La Dimensión Temporal: En el cómic, Juan Salvo via­ja al futu­ro, encon­tran­do una Tierra devas­ta­da por la inva­sión. La serie ha insi­nua­do esta capa­ci­dad con sus visio­nes, pero aún no la explo­ra ple­na­men­te.

  3. Los Ellos: La enti­dad supre­ma que con­tro­la a «Los Manos». Su reve­la­ción podría rein­tro­du­cir la crí­ti­ca al poder invi­si­ble y las estruc­tu­ras neo­co­lo­nia­les, ausen­tes en la pri­me­ra tem­po­ra­da.

Bruno Stagnaro, direc­tor de la serie, ha seña­la­do que la segun­da tem­po­ra­da «inda­ga­rá en con­cep­tos de cien­cia fic­ción ape­nas esbo­za­dos». Este enfo­que sugie­re un giro hacia lo espec­ta­cu­lar, pero si logra inte­grar­lo con la car­ga polí­ti­ca ori­gi­nal, podría cerrar la bre­cha entre puris­tas y nue­vos fans.

Entre la fidelidad y la renovación

La adap­ta­ción de «El Eternauta» enfren­ta el dile­ma clá­si­co de las obras de cul­to: cómo moder­ni­zar sin trai­cio­nar. El cam­bio de «cas­ca­ru­dos» a «bichos» y el cliffhan­ger de «Los Manos» son sín­to­mas de una ten­sión crea­ti­va entre el acce­so glo­bal y la pro­fun­di­dad local. Mientras la serie se pre­pa­ra para su segun­da tem­po­ra­da —con fil­ma­ción en Buenos Aires y efec­tos lide­ra­dos por Pablo Helman—, el lega­do de Oesterheld y Solano López exi­ge que las metá­fo­ras polí­ti­cas no sean sacri­fi­ca­das en el altar del entre­te­ni­mien­to. La nie­ve mor­tal sigue cayen­do, pero su sig­ni­fi­ca­do debe per­ma­ne­cer intac­to: una adver­ten­cia con­tra el olvi­do y la com­pli­ci­dad.


Referencias

  • Oesterheld, H. G., & Solano López, F. (2015). El Eternauta. Fantagraphics Books.
  • Edición inte­gral en inglés de la his­to­rie­ta ori­gi­nal, con notas crí­ti­cas y con­tex­to his­tó­ri­co. Ganadora del Premio Eisner a mejor colec­ción de tiras de pren­sa.
  • Sasturain, J. (2016). El Eternauta: Una lec­tu­ra posi­ble. Ediciones Colihue.
  • Ensayo fun­da­men­tal sobre la his­to­rie­ta, su con­tex­to, sus inter­pre­ta­cio­nes polí­ti­cas y su vigen­cia cul­tu­ral.
  • Gago, M. (2017). Sesenta años de lec­tu­ras de Oesterheld. Editorial Sudamericana.
  • Análisis aca­dé­mi­co sobre la obra de Oesterheld, con espe­cial énfa­sis en las múl­ti­ples lec­tu­ras de «El Eternauta».
  • Repetto, I. (2025). La ban­da sono­ra de El Eternauta: la lis­ta de can­cio­nes que sue­nan en la serie del momen­to de Netflix. La Nación.
  • Artículo perio­dís­ti­co que deta­lla la músi­ca y las can­cio­nes pre­sen­tes en la serie, y su impor­tan­cia en la narra­ti­va audio­vi­sual.
  • Pol, I. (2025). El Eternauta y los esce­na­rios digi­ta­les que pare­cen reales. La Nación.
  • Reportaje sobre la pro­duc­ción téc­ni­ca y visual de la serie, con entre­vis­tas al equi­po y expli­ca­ción de las tec­no­lo­gías emplea­das.

«El código que valía millones»: La historia detrás de TerraVision y Google Earth

Introducción

En el uni­ver­so de las mini­se­ries basa­das en hechos reales, pocas con­si­guen cap­tar la com­ple­ja rela­ción entre inno­va­ción, poder y jus­ti­cia como «El códi­go que valía millo­nes» (títu­lo ori­gi­nal: «The Billion Dollar Code»). Esta pro­duc­ción ale­ma­na de 2021 narra la increí­ble his­to­ria de TerraVision, un soft­wa­re revo­lu­cio­na­rio desa­rro­lla­do en los años 90 que sen­tó las bases para lo que años des­pués se cono­ce­ría como Google Earth.

La serie no solo abor­da el pro­ce­so crea­ti­vo detrás de esta inno­va­ción, sino tam­bién la colo­sal bata­lla legal que sus crea­do­res, dos visio­na­rios ale­ma­nes, libra­ron con­tra Google por la supues­ta infrac­ción de su paten­te. ¿Puede un par de inge­nie­ros enfren­tar­se a un gigan­te tec­no­ló­gi­co y ganar? Esta es la his­to­ria de David con­tra Goliat en la era digi­tal.

TerraVision: el software que adelantó a su tiempo

A media­dos de los años 90, Berlín era un her­vi­de­ro de crea­ti­vi­dad digi­tal y expe­ri­men­ta­ción tec­no­ló­gi­ca. En ese con­tex­to, el artis­ta Carsten Schlüter y el pro­gra­ma­dor Juri Müller, con el apo­yo del gru­po ART+COM, desa­rro­lla­ron TerraVision, una apli­ca­ción pio­ne­ra que per­mi­tía a los usua­rios nave­gar por un mode­lo tri­di­men­sio­nal de la Tierra uti­li­zan­do imá­ge­nes sate­li­ta­les y datos geo­grá­fi­cos.

El con­cep­to de TerraVision no solo era inno­va­dor, sino que supu­so un hito en la visua­li­za­ción de infor­ma­ción geo­es­pa­cial. En 1994, el equi­po pre­sen­tó su tec­no­lo­gía en Silicon Valley duran­te una con­fe­ren­cia, don­de la demos­tra­ron fren­te a desa­rro­lla­do­res de la NASA y Google. En aquel enton­ces, inter­net ape­nas esta­ba en sus pri­me­ras eta­pas, y la capa­ci­dad de mani­pu­lar mapas en tiem­po real pare­cía casi cien­cia fic­ción.

Sin embar­go, lo que comen­zó como un logro téc­ni­co y artís­ti­co aca­bó con­vir­tién­do­se en un pro­ble­ma cuan­do, años des­pués, Google lan­zó Google Earth, un soft­wa­re con un fun­cio­na­mien­to sos­pe­cho­sa­men­te simi­lar al de TerraVision. Al inves­ti­gar, los crea­do­res des­cu­brie­ron que su tec­no­lo­gía había sido repli­ca­da sin nin­gún reco­no­ci­mien­to ni com­pen­sa­ción.

La batalla legal contra Google

Convencidos de que Google había infrin­gi­do la paten­te de TerraVision, los desa­rro­lla­do­res ini­cia­ron una deman­da legal en Estados Unidos. Aquí es don­de la his­to­ria de la mini­se­rie cobra fuer­za, ya que la narra­ti­va se divi­de en dos líneas tem­po­ra­les: por un lado, los años 90, cuan­do los pro­ta­go­nis­tas desa­rro­lla­ban su soft­wa­re; por otro, el pre­sen­te, don­de enfren­tan la titá­ni­ca tarea de pro­bar que Google usó su códi­go sin per­mi­so.

La serie mues­tra con gran deta­lle el pro­ce­so judi­cial, explo­ran­do los desa­fíos de enfren­tar­se a una cor­po­ra­ción con recur­sos prác­ti­ca­men­te ili­mi­ta­dos. Desde la difi­cul­tad de pre­sen­tar prue­bas con­clu­yen­tes has­ta las tác­ti­cas agre­si­vas de los abo­ga­dos de Google, «El códi­go que valía millo­nes» reve­la lo difí­cil que es bus­car jus­ti­cia en un mun­do don­de las ideas pue­den ser apro­pia­das por quie­nes tie­nen más poder.

Los actores, correctos y creíbles

• Leonard Scheicher inter­pre­ta al joven Carsten Schlüter, refle­jan­do su entu­sias­mo y la inge­nui­dad con la que com­par­te su inno­va­ción.

• Marius Ahrendt da vida a Juri Müller, el hac­ker visio­na­rio cuya pro­gra­ma­ción hizo posi­ble TerraVision.

• Mark Waschke y Mišel Matičević inter­pre­tan a las ver­sio­nes adul­tas de Carsten y Juri, res­pec­ti­va­men­te, mos­tran­do el des­gas­te emo­cio­nal y la lucha inter­na por recu­pe­rar el reco­no­ci­mien­to de su tra­ba­jo.

• Lavinia Wilson encar­na a la abo­ga­da Leona Hauswirth, pie­za cla­ve en la bata­lla legal con­tra Google.

Una serie bastante realista

La mini­se­rie ha sido elo­gia­da por su pre­ci­sión his­tó­ri­ca y su capa­ci­dad para huma­ni­zar una his­to­ria téc­ni­ca y jurí­di­ca, hacien­do acce­si­ble un tema com­ple­jo sin per­der su pro­fun­di­dad. La direc­ción de Robert Thalheim y el guion de Oliver Ziegenbalg equi­li­bran el dra­ma legal con momen­tos de cama­ra­de­ría y des­cu­bri­mien­to, crean­do una narra­ti­va atra­pan­te.

Uno de los aspec­tos más intere­san­tes es cómo retra­ta el mun­do de la tec­no­lo­gía en los años 90, con sus pri­me­ras incur­sio­nes en la reali­dad vir­tual y la visua­li­za­ción geo­es­pa­cial. La pro­duc­ción tam­bién des­ta­ca por su impe­ca­ble direc­ción de arte y cine­ma­to­gra­fía, trans­por­tan­do al espec­ta­dor tan­to al vibran­te Berlín de la pos­gue­rra fría como a las salas de jun­tas de Silicon Valley.

Sin embar­go, uno de los pun­tos que más con­tro­ver­sia ha gene­ra­do es la con­clu­sión del jui­cio, dejan­do abier­ta la refle­xión sobre la ver­da­de­ra equi­dad en el mun­do tec­no­ló­gi­co. ¿Realmente es posi­ble que los peque­ños inno­va­do­res sean reco­no­ci­dos cuan­do sus ideas caen en manos de gigan­tes como Google?

Merece la pena verla

«El códi­go que valía millo­nes» no es solo una his­to­ria sobre la crea­ción de Google Earth; es un tes­ti­mo­nio sobre la lucha de los inno­va­do­res fren­te a las gran­des cor­po­ra­cio­nes. A tra­vés de la mini­se­rie, el espec­ta­dor pue­de refle­xio­nar sobre el valor de las ideas, la impor­tan­cia del reco­no­ci­mien­to y las difi­cul­ta­des de hacer jus­ti­cia en la era digi­tal.

Para quie­nes dis­fru­tan de his­to­rias sobre tec­no­lo­gía, inno­va­ción y bata­llas judi­cia­les, esta mini­se­rie es una reco­men­da­ción impres­cin­di­ble.