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⚠️ ADVERTENCIA: Este artículo contiene spoilers importantes de la película ⚠️
Había expectativas. Después de casi treinta años siguiendo las aventuras de Ethan Hunt, creíamos que «Misión Imposible: Sentencia Final» sería el cierre épico que merecía una saga tan longeva. Sin embargo, lo que encontramos es un ejercicio de nostalgia forzada protagonizado por un Tom Cruise claramente envejecido y altamente retocado digitalmente, empeñado en demostrar que aún puede hacer lo imposible cuando, francamente, ya no debería intentarlo.

Una despedida que no convence
La película comienza con un montaje retrospectivo interminable que más que generar emoción, produce hastío. Christopher McQuarrie parece haber confundido la nostalgia genuina con el repaso forzado de momentos anteriores, creando un primer acto que se arrastra durante casi una hora antes de que algo remotamente interesante suceda. Esta sobreexposición narrativa convierte lo que debía ser un thriller tenso en una clase magistral sobre cómo NO cerrar una saga cinematográfica.
Tom Cruise, a sus 62 años, intenta mantener el ritmo de sus entregas anteriores, pero el resultado es más patético que heroico. Las escenas de acción, que antes fluían con naturalidad, ahora se sienten como un anciano tratando de recuperar su juventud perdida. El actor, retocado digitalmente hasta el punto de rozar lo inquietante, parece más preocupado por su legado personal que por ofrecer una historia coherente.
La persecución final entre aviones es absolutamente ridícula. No hay suspense real, solo una acumulación de situaciones físicamente imposibles que desafían toda lógica. Cruise colgando de las alas de una avioneta mientras lucha cuerpo a cuerpo con el villano Gabriel genera más risa que tensión, especialmente cuando recordamos que estamos viendo a un hombre de más de sesenta años haciendo el ridículo en nombre del espectáculo. La escena submarina, alardeada como una proeza técnica, se extiende innecesariamente sin aportar nada más que exhibicionismo.

Londres y el sin sentido final
La escena de despedida en Londres carece completamente de sentido narrativo. Después de salvar el mundo de una inteligencia artificial apocalíptica, Hunt simplemente se marcha caminando por las calles londinenses en una secuencia que pretende ser melancólica pero que resulta vacía e innecesaria. Es como si McQuarrie hubiera decidido que necesitaba un final «artístico» sin importar si encajaba o no con el resto de la película.
Esta supuesta despedida definitiva de Ethan Hunt resulta especialmente frustrante porque deja la puerta abierta a futuras entregas. Tom Cruise ha confirmado públicamente que esta sería su última película interpretando al personaje, pero la ambigüedad del final sugiere que la maquinaria de Hollywood podría resucitar la saga sin él, o peor aún, convencerle para una nueva aventura cuando tenga 70 años.

El problema de una saga agotada
La franquicia «Misión Imposible» ha perdido su esencia original. Lo que comenzó como un inteligente thriller de espías se ha convertido en un circo personal de Tom Cruise donde cada secuencia existe únicamente para demostrar que el actor sigue siendo capaz de arriesgar su vida por una toma. El espíritu de equipo que caracterizaba las primeras entregas ha sido sustituido por un culto a la personalidad insoportable.
El guión, lleno de referencias forzadas a películas anteriores, trata desesperadamente de crear conexiones emocionales que no existen. La muerte de Luther, interpretado por Ving Rhames, es manipulativa y gratuita, diseñada únicamente para generar un impacto emocional artificial. Gabriel, el villano principal, carece de cualquier motivación coherente más allá de ser el obstáculo necesario para las acrobacias de Cruise.
La película sufre de una duración excesiva que se siente aún más larga debido a su ritmo irregular. Las escenas de diálogo se alargan innecesariamente con exposiciones redundantes, mientras que las secuencias de acción se extienden hasta el absurdo sin aportar tensión real. Es evidente que McQuarrie no sabía cómo cerrar la historia de manera satisfactoria, optando por llenar el tiempo con espectáculo vacío.
Después de ocho entregas y treinta años, «Misión Imposible: Sentencia Final» demuestra que algunas sagas simplemente no saben cuándo retirarse con dignidad. Es un bodrio espectacular que confirma nuestros peores temores: Tom Cruise ha convertido una franquicia respetable en un monumento a su propio ego, y esperemos sinceramente que esta sea realmente la última vez que tengamos que soportar sus acrobacias geriátricas en nombre del entretenimiento.
Referencias
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