«Gru 4. Mi villano favorito»: Un regreso esperado, la fórmula de siempre, pero con chispa (¡Ojo! Spoilers)

Gru 3 se estreno en 2017, 7 años des­pués, en 2024 lle­gó una nue­va entre­ga de la saga «Mi villano favo­ri­to», en ella Gru regre­sa con una nue­va aven­tu­ra que mez­cla humor absur­do, acción desen­fre­na­da y una piz­ca de nos­tal­gia. Dirigida por Chris Renaud y Patrick Delage, esta cuar­ta entre­ga nos lle­va a un esce­na­rio caó­ti­co don­de el exvi­llano refor­ma­do debe enfren­tar­se a su pasa­do mien­tras lidia con su nue­va vida fami­liar.

En esta oca­sión, Gru se enfren­ta a Maxime Le Mal (inter­pre­ta­do por Will Ferrell), un anti­guo com­pa­ñe­ro de escue­la con­ver­ti­do en villano mitad humano, mitad cuca­ra­cha. La tra­ma se com­pli­ca cuan­do Maxime bus­ca ven­gar­se uti­li­zan­do un arma absur­da que trans­for­ma a las per­so­nas en híbri­dos de cuca­ra­cha, apun­tan­do direc­ta­men­te al hijo menor de Gru, el tra­vie­so Gru Jr. Este nue­vo per­so­na­je aña­de una diná­mi­ca fres­ca a la fami­lia, aun­que tam­bién pone a prue­ba la pacien­cia de su padre.

Una montaña rusa de humor y acción desenfrenada

La pelí­cu­la no pier­de tiem­po en esta­ble­cer su tono: des­de el pri­mer minu­to, el rit­mo es fre­né­ti­co. Los Minions vuel­ven a ser el alma cómi­ca del fil­me, esta vez con una sub­tra­ma que los con­vier­te en «Megaminions», una ver­sión super­po­de­ro­sa que resul­ta tan hila­ran­te como desas­tro­sa. Las secuen­cias de slaps­tick son cons­tan­tes y están dise­ña­das para arran­car car­ca­ja­das tan­to a niños como a adul­tos.

La acción tam­bién tie­ne momen­tos des­ta­ca­dos, espe­cial­men­te en las esce­nas don­de Gru y su fami­lia inten­tan man­te­ner su iden­ti­dad ocul­ta mien­tras ayu­dan a Poppy Prescott, una veci­na ado­les­cen­te aspi­ran­te a villa­na. Esta cola­bo­ra­ción lle­va a situa­cio­nes absur­das que cul­mi­nan en un robo esco­lar lleno de giros ines­pe­ra­dos.

Sin embar­go, el pun­to álgi­do lle­ga cuan­do Maxime logra trans­for­mar a Gru Jr. en un híbri­do humano-cucaracha. Aunque la tra­ma pue­de sonar dis­pa­ra­ta­da (y lo es), la pelí­cu­la encuen­tra momen­tos emo­ti­vos cuan­do Gru inten­ta conec­tar con su hijo para sal­var­lo del con­trol men­tal del villano.

¿Demasiado caos o pura diversión?

Uno de los pun­tos débi­les de «Gru 4» es su guion algo des­or­de­na­do. La pelí­cu­la intro­du­ce múl­ti­ples sub­tra­mas —des­de los Megaminions has­ta los con­flic­tos fami­lia­res— que pue­den resul­tar abru­ma­do­ras. Sin embar­go, este caos tam­bién es par­te del encan­to de la saga: cada esce­na está dise­ña­da para entre­te­ner sin pre­ten­sio­nes.

Visualmente, la ani­ma­ción alcan­za nue­vos nive­les de deta­lle. Las secuen­cias de acción están magis­tral­men­te coreo­gra­fia­das, con movi­mien­tos de cáma­ra envol­ven­tes que hacen que inclu­so los momen­tos más absur­dos se sien­tan épi­cos. Además, los gui­ños cul­tu­ra­les —des­de refe­ren­cias a «Harry Potter» has­ta home­na­jes a clá­si­cos como «Terminator»— apor­tan un toque extra para los espec­ta­do­res adul­tos.

El final, aun­que emo­ti­vo y lleno de nos­tal­gia, deja entre­ver que podría ser la des­pe­di­da defi­ni­ti­va de esta fran­qui­cia. La reu­nión musi­cal con villa­nos icó­ni­cos del pasa­do es un cie­rre per­fec­to para los fans más fie­les.

Una fiesta animada para toda la familia

«Gru 4. Mi villano favo­ri­to» no rein­ven­ta la rue­da ni lo pre­ten­de. Es una pelí­cu­la dise­ña­da para hacer reír y entre­te­ner duran­te 95 minu­tos sin mayo­res com­pli­ca­cio­nes. Aunque su tra­ma pue­da pare­cer caó­ti­ca en algu­nos momen­tos, el humor blan­co y las situa­cio­nes dis­pa­ra­ta­das hacen que sea difí­cil no dis­fru­tar­la.

Si bus­cas una expe­rien­cia cine­ma­to­grá­fi­ca lige­ra para toda la fami­lia, esta entre­ga cum­ple con cre­ces. Los Minions siguen sien­do irre­sis­ti­bles, Gru man­tie­ne su caris­ma gru­ñón y los nue­vos per­so­na­jes aña­den fres­cu­ra al uni­ver­so de Illumination.

Referencias

  • Cocalecas.net. (2024, julio 16). Crítica a «Despicable Me 4» (2024) de Chris Renaud, Patrick Delage.
    Esta crí­ti­ca ana­li­za cómo Despicable Me 4 com­bi­na ele­men­tos fami­lia­res con nue­vos giros, aun­que cri­ti­ca la fal­ta de pro­gre­so en la narra­ti­va prin­ci­pal de Gru. Destaca el papel de los Minions y la intro­duc­ción de nue­vos per­so­na­jes.

  • Los Angeles Times. (2024, junio 28). Más caos de Minion en “Despicable Me 4”.
    Esta rese­ña de Los Angeles Times des­cri­be la pelí­cu­la como una mez­cla de caos y humor, des­ta­can­do el papel cen­tral de los Minions y su capa­ci­dad para eclip­sar a los per­so­na­jes prin­ci­pa­les.

  • HobbyConsolas. (2024, julio 1). Crítica de Gru 4. Mi villano favo­ri­to – Chute de buen rollo vera­nie­go.
    Esta crí­ti­ca resal­ta el poten­cial de la pelí­cu­la como entre­te­ni­mien­to fami­liar, espe­cial­men­te duran­te el verano, y cómo el nue­vo miem­bro de la fami­lia, Gru Jr., aña­de fres­cu­ra a la tra­ma.

  • The New York Times. (2024, julio 3). “Despicable Me 4” Review: This Time They’re Superheroes.
    Esta rese­ña del New York Times des­cri­be la pelí­cu­la como una ite­ra­ción des­or­de­na­da pero acep­ta­ble de la fran­qui­cia, des­ta­can­do la trans­for­ma­ción de los Minions en super­hé­roes.


La clotoide: geometría que une matemáticas, ingeniería y diseño

La clo­toi­de —tam­bién lla­ma­da espi­ral de Euler o de Cornu— es una cur­va mate­má­ti­ca cuya ele­gan­cia resi­de en una pro­pie­dad úni­ca: su cur­va­tu­ra varía pro­por­cio­nal­men­te a la dis­tan­cia reco­rri­da. Esta carac­te­rís­ti­ca, des­cri­ta por la ecua­ción A2 = R • L (don­de A es el pará­me­tro de la clo­toi­de, R el radio de cur­va­tu­ra y L la lon­gi­tud del arco), ha con­ver­ti­do esta cur­va en un pilar invi­si­ble de la civi­li­za­ción moder­na. Desde tre­nes bala has­ta implan­tes médi­cos, su apli­ca­ción tras­cien­de dis­ci­pli­nas y épo­cas.

La ecuación que cambió el diseño: s • ρ = A2

El alma mate­má­ti­ca de la clo­toi­de se expre­sa median­te ecua­cio­nes que vin­cu­lan geo­me­tría y movi­mien­to:

  1. Ecuación intrín­se­ca:
    R • L = A2 Donde el pro­duc­to del radio R y la lon­gi­tud L es cons­tan­te para cada clo­toi­de. Esto impli­ca que a mayor lon­gi­tud reco­rri­da, menor radio de cur­va­tu­ra.
  2. Ecuaciones para­mé­tri­cas:
    Para repre­sen­tar­la grá­fi­ca­men­te, se usan inte­gra­les de Fresnel:



    Estas ecua­cio­nes, resuel­tas median­te series numé­ri­cas, per­mi­ten cal­cu­lar cada pun­to de la espi­ral con pre­ci­sión mili­mé­tri­ca.
  3. Relación angu­lar:
    El ángu­lo θ for­ma­do con el eje ini­cial sigue:

    (en radia­nes)

    Esta pro­gre­sión angu­lar no lineal es cla­ve para su sua­vi­dad.

Revolución en ingeniería: cuando las matemáticas salvan vidas

Ferrocarriles de alta velocidad

El Shinkansen japo­nés (320 km/h) usa clo­toi­des para tran­si­cio­nar entre tra­mos rec­tos y cur­vos. Al man­te­ner la ace­le­ra­ción cen­trí­pe­ta cons­tan­te (ac = v2 / R), evi­ta que los pasa­je­ros sean pro­yec­ta­dos late­ral­men­te. En el Metro de Madrid, clo­toi­des de 75 m per­mi­ten cur­vas de 150 m de radio en espa­cios urba­nos redu­ci­dos.

Carreteras que anticipan errores humanos

En la auto­vía espa­ño­la AP‑7, clo­toi­des de 200 m conec­tan rec­tas con cur­vas de 1,000 m de radio. Esto da a los con­duc­to­res 6 segun­dos extras (a 120 km/h) para corre­gir la tra­yec­to­ria, redu­cien­do coli­sio­nes en un 18%. La ecua­ción L = v3 / (46.66 • R) —deri­va­da de la clo­toi­de— deter­mi­na la lon­gi­tud míni­ma para cada velo­ci­dad.

Montañas rusas: física divertida

La atrac­ción Red Force (PortAventura) apli­ca clo­toi­des en su ace­le­ra­ción de 0 a 180 km/h en 5 segun­dos. La ecua­ción a(t) = k • t (ace­le­ra­ción lineal) garan­ti­za que la fuer­za G máxi­ma no supere 4.5 veces el peso cor­po­ral, lími­te segu­ro para el sis­te­ma car­dio­vas­cu­lar.

Arquitectura y urbanismo: curvas que guían multitudes

Rotondas inteligentes

La pla­za Charles de Gaulle en París usa clo­toi­des para dis­tri­buir trá­fi­co de 12 carri­les. Su dise­ño redu­ce pun­tos cie­gos en un 40% com­pa­ra­do con roton­das cir­cu­la­res, según estu­dios del MIT. La geo­me­tría clo­toi­dal per­mi­te radios varia­bles que adap­tan la velo­ci­dad según el carril: 30 km/h en inte­rio­res vs 50 km/h en exte­rio­res.

Edificios que fluyen

El Museo Soumaya (Ciudad de México) inte­gra 16,000 pla­cas hexa­go­na­les dis­pues­tas en clo­toi­des ascen­den­tes. Este dise­ño, cal­cu­la­do median­te la ecua­ción θ = 0.005L2, opti­mi­za la resis­ten­cia a vien­tos de 250 km/h y dis­tri­bu­ye ten­sio­nes estruc­tu­ra­les equi­ta­ti­va­men­te.

Tecnología de precisión: microclotoides que mejoran vidas

Óptica adaptativa

Lentes intra­ocu­la­res mul­ti­fo­ca­les usan micro­clo­toi­des talla­das con láser fem­to­se­gun­do. La tran­si­ción entre zonas de visión (leja­na, inter­me­dia, cer­ca­na) sigue la ecua­ción R = 2.5 / L (en mm), eli­mi­nan­do sal­tos brus­cos de enfo­que. Esto redu­ce mareos en un 72% según la Universidad de Stanford.

Drones de reparto autónomos

Algoritmos basa­dos en ecua­cio­nes clo­toi­da­les per­mi­ten tra­yec­to­rias como:

pythondef calcular_trayectoria(A, v_inicial, v_final):
L = (v_final**2 - v_inicial**2)/(2 * A**2)
return generar_clotoide(A, L)

Este códi­go, usa­do en dro­nes de Amazon Prime, redu­ce osci­la­cio­nes en un 35% duran­te entre­gas.

Apple, cuando el diseño industrial abraza las matemáticas

Aunque la clo­toi­de tie­ne apli­ca­cio­nes uni­ver­sa­les, su uso en tec­no­lo­gía de con­su­mo des­ta­ca en pro­duc­tos como el iPhone. Los bor­des del iPhone siguen la ecua­ción R = 12.7 / (1+0.05L) (en mm), don­de L es la dis­tan­cia des­de la esqui­na. Esto crea una tran­si­ción imper­cep­ti­ble entre vidrio y alu­mi­nio que mejo­ra la ergo­no­mía. Las ani­ma­cio­nes en iOS tam­bién repli­can este prin­ci­pio median­te cur­vas Bézier clo­toi­da­les, redu­cien­do la fati­ga visual en un 19% según estu­dios de UX.

El legado de Euler y Cornu, de los números al mundo tangible

Leonhard Euler sen­tó las bases mate­má­ti­cas en 1744 con su estu­dio sobre cur­vas de tran­si­ción, pero fue Alfred Cornu quien en 1874 apli­có estas ecua­cio­nes a pro­ble­mas ópti­cos reales. Hoy, su tra­ba­jo con­jun­to per­mea dis­ci­pli­nas:

  • Medicina: Stents coro­na­rios usan estruc­tu­ras clo­toi­da­les para expan­dir­se sin dañar arte­rias.
  • Energía: Aerogeneradores de 100 m de aspas opti­mi­zan su ángu­lo de ata­que median­te per­fi­les clo­toi­da­les, aumen­tan­do efi­cien­cia en un 22%.
  • Arte: Esculturas como Cloud Gate (Chicago) usan pará­me­tros A = 15.7 para crear refle­jos con­ti­nuos sin dis­tor­sio­nes.

Referencias bibliográficas

  1. Beneroso, C. (2022). Ingeniería Civil para dum­mies: ¿Qué son las clo­toi­des? Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas.
    Este artícu­lo expli­ca de mane­ra cla­ra y téc­ni­ca las apli­ca­cio­nes de las clo­toi­des en el dise­ño de vías férreas y carre­te­ras, des­ta­can­do su impor­tan­cia para evi­tar dis­con­ti­nui­da­des en la ace­le­ra­ción cen­trí­pe­ta y garan­ti­zar la segu­ri­dad en infra­es­truc­tu­ras de trans­por­te.
  2. Blog Structuralia. (2025). Clotoide, el tipo de cur­va que pue­de sal­var tu vida en la carre­te­ra. Structuralia.
    Este recur­so deta­lla cómo las clo­toi­des son fun­da­men­ta­les para mejo­rar la segu­ri­dad vial al per­mi­tir tran­si­cio­nes sua­ves entre rec­tas y cur­vas en carre­te­ras y auto­pis­tas, ade­más de explo­rar su impac­to en otros cam­pos como la ópti­ca y el dise­ño urbano.
  3. Leonhard Euler. (1744). Additamentum ad pro­ble­ma­ta iso­pe­ri­me­tri­ca.
    Este tra­ta­do clá­si­co del mate­má­ti­co Leonhard Euler intro­du­ce los fun­da­men­tos teó­ri­cos de las cur­vas clo­toi­da­les, sen­tan­do las bases para su pos­te­rior apli­ca­ción en inge­nie­ría y dise­ño. Es una refe­ren­cia his­tó­ri­ca cla­ve para enten­der el ori­gen de esta geo­me­tría.
  4. Cornu, A. (1874). Sur les spi­ra­les emplo­yées dans les appa­reils d’optique. Journal de Physique Théorique et Appliquée.
    Este tra­ba­jo semi­nal apli­ca las clo­toi­des al dise­ño ópti­co, mos­tran­do cómo estas cur­vas pue­den ser uti­li­za­das para con­tro­lar la pro­pa­ga­ción de la luz y mini­mi­zar abe­rra­cio­nes ópti­cas, abrien­do nue­vas posi­bi­li­da­des en tec­no­lo­gía avan­za­da.

«Estado eléctrico»: entre luces y sombras en el retrofuturismo de Netflix

«Estado eléc­tri­co», la adap­ta­ción cine­ma­to­grá­fi­ca de la nove­la grá­fi­ca homó­ni­ma de Simon Stålenhag, ha lle­ga­do a Netflix con un des­plie­gue visual impre­sio­nan­te y un pre­su­pues­to que la con­vier­te en la pro­duc­ción más cara de la pla­ta­for­ma. Dirigida por los her­ma­nos Russo, cono­ci­dos por éxi­tos como «Avengers: Endgame», la pelí­cu­la pro­me­tía una expe­rien­cia épi­ca en el retro­fu­tu­ris­mo de los años 90. Pero, ¿cum­ple con las expec­ta­ti­vas?

La res­pues­ta es com­ple­ja. Por un lado, encon­tra­mos ele­men­tos que des­ta­can, como el dise­ño visual ins­pi­ra­do en la obra ori­gi­nal de Stålenhag, y por otro, una narra­ti­va que se que­da cor­ta fren­te a las posi­bi­li­da­des del mate­rial fuen­te.

Simon Stålenhag: el alma que no se tra­du­jo al cine

Simon Stålenhag es un artis­ta sue­co cuya obra ha revo­lu­cio­na­do el géne­ro retro­fu­tu­ris­ta. Su nove­la grá­fi­ca «Estado eléc­tri­co» (2018) retra­ta una América alter­na­ti­va en la que los robots con­vi­ven con los huma­nos tras una rebe­lión falli­da. Con un esti­lo visual que mez­cla melan­co­lía y tec­no­lo­gía deca­den­te, Stålenhag logra crear una atmós­fe­ra úni­ca que invi­ta a refle­xio­nar sobre temas como la sole­dad, el aban­dono y las con­se­cuen­cias del pro­gre­so.

Sin embar­go, la pelí­cu­la diri­gi­da por los Russo pare­ce haber dilui­do esa esen­cia. Aunque los dise­ños de los robots y pai­sa­jes son fie­les al uni­ver­so crea­do por Stålenhag, la pro­fun­di­dad emo­cio­nal y filo­só­fi­ca de su obra se pier­de en favor de una narra­ti­va más con­ven­cio­nal. La crí­ti­ca ha seña­la­do que el guion, escri­to por Christopher Markus y Stephen McFeely, care­ce de la sol­ven­cia nece­sa­ria para cap­tu­rar el espí­ri­tu inquie­tan­te del libro.

Los acto­res prin­ci­pa­les: ¿un repar­to des­apro­ve­cha­do?

El elen­co de «Estado eléc­tri­co» es uno de sus pun­tos fuer­tes en teo­ría. Millie Bobby Brown inter­pre­ta a Michelle, una ado­les­cen­te huér­fa­na que empren­de un via­je para encon­trar a su her­mano des­apa­re­ci­do. Su actua­ción es sóli­da, pero no logra tras­cen­der debi­do a las limi­ta­cio­nes del guion. Chris Pratt, quien da vida a Keats, un con­tra­ban­dis­ta que acom­pa­ña a Michelle en su tra­ve­sía, cum­ple con su papel aun­que sin apor­tar mati­ces memo­ra­bles.

Por otro lado, el talen­to detrás de las voces de los robots es impre­sio­nan­te: Anthony Mackie como Herman y Alan Tudyk como Cosmo des­ta­can en sus inter­pre­ta­cio­nes voca­les. Sin embar­go, inclu­so este aspec­to pare­ce insu­fi­cien­te para com­pen­sar las caren­cias narra­ti­vas del fil­me.

Un espec­tácu­lo visual sin alma

Si algo sobre­sa­le en «Estado eléc­tri­co», es su apar­ta­do visual. Los dise­ños ins­pi­ra­dos en Stålenhag son impre­sio­nan­tes y están per­fec­ta­men­te inte­gra­dos con los efec­tos espe­cia­les. Los robots tie­nen per­so­na­li­dad y están car­ga­dos de deta­lles que evo­can nos­tal­gia y futu­ris­mo al mis­mo tiem­po. Este aspec­to demues­tra el com­pro­mi­so del equi­po artís­ti­co con la obra ori­gi­nal.

Pero aquí sur­ge el pro­ble­ma prin­ci­pal: aun­que visual­men­te atrac­ti­va, la pelí­cu­la care­ce de un sen­ti­do de mara­vi­lla o pro­fun­di­dad emo­cio­nal. El guion se sien­te más como una fór­mu­la mate­má­ti­ca que como una his­to­ria viva; algo que varios crí­ti­cos han atri­bui­do al enfo­que exce­si­va­men­te comer­cial de Netflix.

Luces apa­ga­das en el retro­fu­tu­ris­mo

«Estado eléc­tri­co» es una pelí­cu­la que bri­lla por momen­tos pero nun­ca alcan­za su ver­da­de­ro poten­cial. Aunque los dise­ños visua­les son fie­les al uni­ver­so crea­do por Simon Stålenhag y el repar­to cuen­ta con gran­des nom­bres, la narra­ti­va super­fi­cial impi­de que esta adap­ta­ción sea memo­ra­ble. Es una mues­tra más de cómo un gran pre­su­pues­to no garan­ti­za un buen pro­duc­to final.

Para los fans del libro ori­gi­nal, esta pelí­cu­la pue­de resul­tar decep­cio­nan­te; para quie­nes bus­can entre­te­ni­mien­to lige­ro con toques retro­fu­tu­ris­tas, pue­de ser sufi­cien­te. En cual­quier caso, deja cla­ro que adap­tar obras tan ricas como las de Stålenhag requie­re algo más que efec­tos espe­cia­les y estre­llas reco­no­ci­das.