Startups, unicornios y zombies

Startups, unicornios y zombies

La revo­lu­ción tec­no­ló­gi­ca, que una vez pare­cía inter­mi­na­ble, enfren­ta un desa­fío sin pre­ce­den­tes. Star­tups que algu­na vez recau­da­ron sumas colo­sa­les aho­ra se encuen­tran al bor­de del colap­so, una señal de la dura reali­dad que enfren­ta la indus­tria. En un esfuer­zo por evi­tar la quie­bra masi­va, muchas de estas empre­sas recor­ta­ron cos­tos duran­te los últi­mos dos años, pero, a pesar de sus esfuer­zos, se que­da­ron sin opcio­nes, ali­men­tan­do una hogue­ra de efec­ti­vo que ha deja­do a inver­so­res y fun­da­do­res en una encru­ci­ja­da.

WeWork, una vez valo­ra­da en más de 11 mil millo­nes de dóla­res y sobre la que se pue­de ver una serie estu­pen­da en Apple TV+ don­de narra de mane­ra fic­cio­na­da lo ocu­rri­do con esta star­tup, se suma a la lis­ta de empre­sas que sucum­bie­ron a la cri­sis. Oli­ve AI, Con­voy y Veev, con recau­da­cio­nes millo­na­rias, se decla­ra­ron en quie­bra en las últi­mas seis sema­nas, mar­can­do una ten­den­cia que algu­nos inver­so­res pre­di­je­ron, pero que muchos no anti­ci­pa­ron por com­ple­to.

Des­pués de un perío­do en el que las pro­me­sas atraían inver­sio­nes masi­vas, los inver­so­res aho­ra han cam­bia­do de enfo­que. Ya no están intere­sa­dos en las pro­me­sas vacías, sino en empre­sas via­bles que pue­den gene­rar resul­ta­dos tan­gi­bles. La reduc­ción de cos­tos, estra­te­gia adop­ta­da por muchas star­tups, resul­tó insu­fi­cien­te para garan­ti­zar la super­vi­ven­cia a lar­go pla­zo.

Este pano­ra­ma ha dado lugar a lo que se ha deno­mi­na­do como empre­sas “zom­bi”, aque­llas que, aun­que sobre­vi­ven, no pue­den cre­cer. Con un mer­ca­do cada vez más exi­gen­te, estas empre­sas podrían enfren­tar difi­cul­ta­des para recau­dar más fon­dos, lo que pone en duda su sos­te­ni­bi­li­dad a lar­go pla­zo.

El caso de Hopin, que recau­dó más de 1.600 millo­nes de dóla­res, pero ven­dió su nego­cio prin­ci­pal por solo 15 millo­nes, refle­ja la mag­ni­tud de la cri­sis. Zeus Living, Plas­tiq y Bird son ejem­plos adi­cio­na­les de empre­sas que, a pesar de recau­dar can­ti­da­des sig­ni­fi­ca­ti­vas, no pudie­ron resis­tir la tor­men­ta.

Los inver­so­res, aun­que reco­no­cen que el fra­ca­so es par­te del jue­go, temen que las pér­di­das sean más drás­ti­cas esta vez. La inver­sión masi­va en nue­vas empre­sas, que se mul­ti­pli­có por ocho entre 2012 y 2022, ha crea­do una bur­bu­ja que final­men­te pare­ce estar esta­llan­do. Empre­sas que expe­ri­men­ta­ron éxi­to en las redes socia­les y apli­ca­cio­nes móvi­les no garan­ti­zan el mis­mo resul­ta­do para las nue­vas olea­das de star­tups, que han apos­ta­do por mode­los de nego­cios no pro­ba­dos.

Las cifras mues­tran una reali­dad impac­tan­te: apro­xi­ma­da­men­te 3.200 empre­sas esta­dou­ni­den­ses res­pal­da­das por capi­tal de ries­go han cerra­do este año, recau­dan­do pre­via­men­te 27.200 millo­nes de dóla­res. Estos datos, aun­que pro­ba­ble­men­te sub­es­ti­ma­dos, pro­por­cio­nan una visión som­bría de la situa­ción. Empre­sas que recau­da­ron gran­des sumas aho­ra están cerran­do silen­cio­sa­men­te, ale­ján­do­se del bri­llo que algu­na vez las rodeó.

La adver­ten­cia de inver­so­res y exper­tos es cla­ra: la indus­tria tec­no­ló­gi­ca se enfren­ta a tiem­pos difí­ci­les, y más fra­ca­sos podrían estar en el hori­zon­te. La inver­sión indis­cri­mi­na­da ha lle­ga­do a su fin, y aho­ra se impo­ne una era de selec­ti­vi­dad y cau­te­la. El cie­rre de empre­sas y el auge de las “zom­bis” son recor­da­to­rios de que, en este cam­bian­te mun­do tec­no­ló­gi­co, la super­vi­ven­cia es para aque­llos que pue­den adap­tar­se y ofre­cer resul­ta­dos con­cre­tos.

El tes­ti­mo­nio de fun­da­do­res que han deci­di­do cerrar empre­sas antes de que­dar­se sin efec­ti­vo des­ta­ca la com­ple­ji­dad de las deci­sio­nes que enfren­tan. Devol­ver el dine­ro a los inver­so­res se ha con­ver­ti­do en una opción más común, y el mer­ca­do ha vis­to sur­gir empre­sas espe­cia­li­za­das en ayu­dar a cerrar ope­ra­cio­nes de mane­ra orde­na­da.

En resu­men, lo que algu­na vez fue un boom tec­no­ló­gi­co aho­ra enfren­ta su inevi­ta­ble decli­ve. El mer­ca­do ha cam­bia­do, y las empre­sas que no pue­den adap­tar­se están pagan­do el pre­cio. Este no es solo el fin de un capí­tu­lo, sino el ini­cio de una nue­va era en la que la inno­va­ción y la sos­te­ni­bi­li­dad son más impor­tan­tes que las pro­me­sas vacías.

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