«El abismo secreto»: Una promesa cinematográfica que se desvanece en las profundidades

Imagina una pelí­cu­la que mez­cla cien­cia fic­ción, mis­te­rio y acción en un esce­na­rio tan intri­gan­te como un cañón ultra­se­cre­to. Ahora aña­de a dos agen­tes de éli­te inter­pre­ta­dos por estre­llas en ascen­so como Anya Taylor-Joy y Miles Teller. Suena pro­me­te­dor, ¿ver­dad? Lamentablemente, «El abis­mo secre­to» es un cla­ro ejem­plo de cómo una pre­mi­sa fas­ci­nan­te pue­de diluir­se en una eje­cu­ción poco ins­pi­ra­da.

Un concepto atractivo con desarrollo deficiente

La tra­ma nos pre­sen­ta a Drasa (Anya Taylor-Joy) y Levi (Miles Teller), dos fran­co­ti­ra­do­res excep­cio­na­les asig­na­dos a torres de vigi­lan­cia en lados opues­tos de un mis­te­rio­so cañón. Su misión: pro­te­ger al mun­do de una ame­na­za des­co­no­ci­da que ace­cha en las pro­fun­di­da­des. Este esce­na­rio, remi­nis­cen­te de obras como «La nie­bla» de Stephen King, pro­me­te ten­sión y horror cós­mi­co.

Sin embar­go, el guion de Zach Dean opta por un camino menos intere­san­te. En lugar de explo­rar el terror laten­te y el mis­te­rio del abis­mo, la pelí­cu­la se enfo­ca en desa­rro­llar un roman­ce for­za­do entre los pro­ta­go­nis­tas. Lo que podría haber sido una explo­ra­ción fas­ci­nan­te de lo des­co­no­ci­do se con­vier­te en una his­to­ria de amor poco con­vin­cen­te con un telón de fon­do de cien­cia fic­ción.

Desperdicio de talento

El repar­to es, sin duda, uno de los pun­tos fuer­tes de la pelí­cu­la. Anya Taylor-Joy demues­tra una vez más su ver­sa­ti­li­dad, sal­van­do esce­nas que de otro modo serían olvi­da­bles. Miles Teller, por su par­te, hace lo que pue­de con un per­so­na­je poco desa­rro­lla­do. La inclu­sión de Sigourney Weaver como la enig­má­ti­ca Bartholomew aña­de un toque de dis­tin­ción, pero su talen­to que­da des­apro­ve­cha­do en un papel secun­da­rio.

Oportunidades perdidas

La pelí­cu­la se divi­de cla­ra­men­te en dos actos. El pri­me­ro esta­ble­ce la pre­mi­sa y los per­so­na­jes, mien­tras que el segun­do se pre­ci­pi­ta en una acción fre­né­ti­ca que pare­ce más pro­pia de un video­jue­go que de una narra­ti­va cohe­ren­te. Esta estruc­tu­ra des­equi­li­bra­da hace que el mis­te­rio cen­tral se resuel­va pre­ma­tu­ra­men­te, dejan­do al espec­ta­dor con más pre­gun­tas que res­pues­tas y un final anti­cli­max.

Un abismo de potencial desperdiciado

«El abis­mo secre­to» es una lec­ción sobre cómo no desa­rro­llar una idea pro­me­te­do­ra. A pesar de con­tar con un elen­co talen­to­so y una pre­mi­sa intri­gan­te, la pelí­cu­la se pier­de en su inten­to de ser dema­sia­das cosas a la vez: thri­ller de cien­cia fic­ción, his­to­ria de amor y pelí­cu­la de acción. El resul­ta­do es una expe­rien­cia cine­ma­to­grá­fi­ca que, iró­ni­ca­men­te, cae en su pro­pio abis­mo de medio­cri­dad.

Crowe y Gosling: risas retro

En el vibran­te y caó­ti­co esce­na­rio de la déca­da de 1970 en Los Ángeles, «Dos Buenos Tipos» se pre­sen­ta como una come­dia de acción que des­ta­ca por la inigua­la­ble quí­mi­ca entre Russell Crowe y Ryan Gosling. Estos dos tita­nes de la actua­ción nos lle­van a un via­je lleno de risas, situa­cio­nes extra­va­gan­tes y gol­pes ines­pe­ra­dos. Sin embar­go, en medio de la bri­llan­te inter­pre­ta­ción de los pro­ta­go­nis­tas, sur­ge un pun­to de dis­cor­dia: la actua­ción de Kim Basinger. Pero antes de aden­trar­nos en ese mis­te­rio, deje­mos que la risa flu­ya como bour­bon en una fies­ta de los años 70.

Una pareja de cine dinámica

Russell Crowe y Ryan Gosling, dos nom­bres que no espe­ra­rías ver jun­tos en una come­dia, te dejan boquia­bier­to con su quí­mi­ca y habi­li­da­des cómi­cas en «Dos Buenos Tipos». Crowe inter­pre­ta a Jackson Healy, un matón a suel­do con un cora­zón (sí, un matón a suel­do con un cora­zón), mien­tras que Gosling es Holland March, un inves­ti­ga­dor pri­va­do cuya habi­li­dad para meter­se en pro­ble­mas es casi tan impre­sio­nan­te como su inca­pa­ci­dad para evi­tar­los.

La diná­mi­ca entre estos dos per­so­na­jes es tan natu­ral y diver­ti­da que te pre­gun­tas por qué no han tra­ba­ja­do jun­tos antes. Crowe ofre­ce su habi­tual dosis de rude­za con un toque cómi­co, mien­tras que Gosling nos sor­pren­de con sus habi­li­da­des cómi­cas, una reve­la­ción para aque­llos que lo cono­cían prin­ci­pal­men­te por pape­les más serios. Juntos, for­man una pare­ja de come­dia diná­mi­ca que mane­ja tan­to los momen­tos diver­ti­dos como las esce­nas de acción con una faci­li­dad asom­bro­sa.

Un guión irreverente

La fuer­za impul­so­ra detrás de las risas en «Dos Buenos Tipos» es, sin duda, el inge­nio­so guión escri­to por Shane Black y Anthony Bagarozzi. La tra­ma sigue a nues­tros «bue­nos tipos» mien­tras inves­ti­gan la des­apa­ri­ción de una estre­lla del porno y se ven envuel­tos en una red de corrup­ción y cons­pi­ra­ción. La his­to­ria es como un via­je en mon­ta­ña rusa de come­dia, con giros ines­pe­ra­dos y situa­cio­nes cómi­cas que te harán sol­tar car­ca­ja­das.

El humor es afi­la­do, a menu­do oscu­ro y siem­pre irre­ve­ren­te. Desde los diá­lo­gos inge­nio­sos has­ta las situa­cio­nes absur­das, el guión man­tie­ne una cali­dad cons­tan­te de come­dia que se inte­gra per­fec­ta­men­te con la atmós­fe­ra de la déca­da de 1970. Es un recor­da­to­rio de que el humor pue­de ser tan efec­ti­vo como cual­quier explo­sión en una pelí­cu­la de acción.

La actuación de Kim Basinger: un toque desafinado en la sinfonía cómica

Ahora, lle­ga­mos al meo­llo del asun­to: Kim Basinger. En medio de la bri­llan­tez de Crowe y Gosling, la actua­ción de Basinger pare­ce ser el esla­bón débil de la cade­na. Interpretando a Judith Kuttner, una figu­ra mis­te­rio­sa y pode­ro­sa, Basinger pare­ce estar en un tono dife­ren­te, como si estu­vie­ra actuan­do en una pelí­cu­la de dra­ma en lugar de sumer­gir­se en la come­dia de «Dos Buenos Tipos».

La inten­si­dad que Basinger trae a su per­so­na­je a veces cho­ca con el tono gene­ral de la pelí­cu­la. Mientras Crowe y Gosling están entre­gan­do líneas inge­nio­sas y metién­do­se en situa­cio­nes cómi­cas, Basinger pare­ce estar en el esce­na­rio equi­vo­ca­do. Su actua­ción seria y enig­má­ti­ca, aun­que apro­pia­da para otros géne­ros, a menu­do rom­pe el rit­mo humo­rís­ti­co de la pelí­cu­la.

Es cru­cial seña­lar que esto no es un ata­que per­so­nal a Basinger; ha demos­tra­do ser una actriz talen­to­sa en otras pelí­cu­las. Sin embar­go, en «Dos Buenos Tipos», su inter­pre­ta­ción sim­ple­men­te no pare­ce enca­jar con la tona­li­dad gene­ral de la pelí­cu­la. Como el ingre­dien­te pican­te en una rece­ta que debe­ría ser dul­ce, su actua­ción des­ta­ca, pero no de la mane­ra que qui­sié­ra­mos en una come­dia tan bien equi­li­bra­da.

Dos buenos tipos

Estilo visual: un banquete retro para los ojos

Más allá de las actua­cio­nes, «Dos Buenos Tipos» ofre­ce un fes­tín visual que te trans­por­ta direc­ta­men­te a la épo­ca de las sola­pas anchas y las cami­sas con estam­pa­dos psi­co­dé­li­cos. El direc­tor Shane Black y el equi­po de dise­ño de pro­duc­ción han crea­do un mun­do que pare­ce saca­do direc­ta­men­te de la déca­da de 1970, con colo­res vibran­tes, deta­lles autén­ti­cos y una ban­da sono­ra que te hace que­rer bai­lar en una pis­ta de dis­co­te­ca.

La pelí­cu­la apro­ve­cha la ambien­ta­ción de Los Ángeles en los años 70 de una mane­ra que no solo es esté­ti­ca­men­te agra­da­ble, sino que tam­bién con­tri­bu­ye al tono cómi­co gene­ral. Cada deta­lle, des­de los pei­na­dos has­ta los auto­mó­vi­les, está cui­da­do­sa­men­te selec­cio­na­do para sumer­gir al espec­ta­dor en la épo­ca.

Un dúo dinámico, una nota desafinada

En últi­ma ins­tan­cia, «Dos Buenos Tipos» es una mon­ta­ña rusa de diver­sión y emo­ción que te deja­rá con una son­ri­sa en el ros­tro. La diná­mi­ca entre Russell Crowe y Ryan Gosling es el alma de la pelí­cu­la, con un guión inge­nio­so que man­tie­ne el rit­mo des­de el prin­ci­pio has­ta el final.

Sin embar­go, la actua­ción de Kim Basinger se des­ta­ca como un ele­men­to dis­cor­dan­te en esta sin­fo­nía cómi­ca. Aunque su inter­pre­ta­ción es sóli­da por sí mis­ma, pare­ce no estar en sin­to­nía con el tono gene­ral de la pelí­cu­la. Aún así, «Dos Buenos Tipos» es una come­dia que mere­ce la pena ver, espe­cial­men­te por la memo­ra­ble cola­bo­ra­ción entre Crowe y Gosling.

Así que, si estás bus­can­do una pelí­cu­la que te haga reír a car­ca­ja­das, «Dos Buenos Tipos» es defi­ni­ti­va­men­te una apues­ta segu­ra. Solo ten en cuen­ta que la risa pue­de dis­mi­nuir un poco cuan­do Kim Basinger se une a la fies­ta. ¡Prepárate para una come­dia retro que te lle­va­rá de vuel­ta a la déca­da de 1970 con esti­lo y risas!

Explorando Marte con John Carter

Vemos todo tipo de pelí­cu­las inde­pen­dien­te­men­te de la cali­fi­ca­ción que le den los crí­ti­cos del géne­ro, hay pelí­cu­las que tie­nen una mala crí­ti­ca por dife­ren­tes moti­vos y esta que hoy revi­sa­mos «John Carter» que es una de esas joyas que podría decir­se que resul­to mal­di­ta.

Cuando se men­cio­na «John Carter», es posi­ble que algu­nos recuer­den vaga­men­te el títu­lo, pero es pro­ba­ble que pocos real­men­te hayan expe­ri­men­ta­do la gran­dio­si­dad que esta pelí­cu­la tra­jo con­si­go. Basada en la serie de nove­las «Barsoom» de Edgar Rice Burroughs, «John Carter» no solo es una aven­tu­ra de cien­cia fic­ción, sino una epo­pe­ya que desa­fía las expec­ta­ti­vas y mere­ce una nue­va eva­lua­ción.

Un mun­do más allá de la ima­gi­na­ción

La pelí­cu­la nos pre­sen­ta a John Carter, un vete­rano de la Guerra Civil Americana, inter­pre­ta­do por Taylor Kitsch. A tra­vés de cir­cuns­tan­cias extra­or­di­na­rias, Carter se ve trans­por­ta­do mis­te­rio­sa­men­te a Marte, cono­ci­do por sus habi­tan­tes como Barsoom. Desde el momen­to en que Carter des­pier­ta en este mun­do alie­ní­ge­na, la audien­cia es lle­va­da a un via­je visual­men­te impre­sio­nan­te.

El dise­ño de pro­duc­ción es sim­ple­men­te asom­bro­so. Barsoom cobra vida con sus vas­tos pai­sa­jes, ciu­da­des futu­ris­tas y seres alie­ní­ge­nas extra­or­di­na­rios. La cine­ma­to­gra­fía cap­tu­ra la esen­cia del mun­do ima­gi­na­do por Burroughs de una mane­ra que va más allá de las expec­ta­ti­vas. Cada deta­lle, des­de la arqui­tec­tu­ra mar­cia­na has­ta los tra­jes de los habi­tan­tes, mues­tra un cui­da­do meticu­loso y un com­pro­mi­so con la visión ori­gi­nal del autor.

Personajes que resue­nan en un uni­ver­so extra­te­rres­tre

Uno de los aspec­tos más des­ta­ca­dos de «John Carter» es su capa­ci­dad para dar vida a per­so­na­jes que, a pesar de estar en un pla­ne­ta alie­ní­ge­na, son sor­pren­den­te­men­te huma­nos en su esen­cia. La inter­pre­ta­ción de Taylor Kitsch como el héroe renuen­te John Carter es con­vin­cen­te y apa­sio­na­da. Carter no es solo un gue­rre­ro habi­li­do­so, sino un hom­bre com­ple­jo que lucha con su pasa­do y se ve obli­ga­do a encon­trar un pro­pó­si­to en este nue­vo mun­do.

Lynn Collins, que inter­pre­ta a Dejah Thoris, la prin­ce­sa de Helium, no es sim­ple­men­te una dami­se­la en apu­ros; es una cien­tí­fi­ca y líder valien­te que desa­fía las expec­ta­ti­vas. La quí­mi­ca entre Kitsch y Collins agre­ga una capa adi­cio­nal de auten­ti­ci­dad a la narra­ti­va y ele­va la rela­ción a algo más allá de un típi­co roman­ce de pelí­cu­las de aven­tu­ras.

Además, el per­so­na­je de Tars Tarkas, un Thark, una espe­cie mar­cia­na con cua­tro bra­zos, es lle­va­do a la pan­ta­lla por la maes­tría acto­ral de Willem Dafoe. La ani­ma­ción y cap­tu­ra de movi­mien­to trans­for­man a Tars Tarkas en un ser digi­tal creí­ble, y Dafoe apor­ta una huma­ni­dad sor­pren­den­te a este ser alie­ní­ge­na. Estos per­so­na­jes tras­cien­den las barre­ras de su entorno exó­ti­co, con­vir­tién­do­se en figu­ras a las que el públi­co pue­de conec­tar emo­cio­nal­men­te.

La narra­ti­va que se atre­ve a soñar en gran­de

«John Carter» no es solo una pelí­cu­la de aven­tu­ras. Es un épi­co cuen­to que mez­cla intri­ga polí­ti­ca, roman­ce, y una dosis salu­da­ble de acción. La narra­ti­va se desa­rro­lla en capas, explo­ran­do la com­ple­ji­dad de la socie­dad mar­cia­na y los con­flic­tos que la ame­na­zan. A medi­da que Carter des­cu­bre sus habi­li­da­des sobre­hu­ma­nas en la gra­ve­dad mar­cia­na redu­ci­da, la tra­ma se inten­si­fi­ca y nos lle­va a tra­vés de bata­llas emo­cio­nan­tes y con­fron­ta­cio­nes épi­cas.

El guion, aun­que toma­do de las nove­las de Burroughs, se adap­ta inte­li­gen­te­men­te a las deman­das del medio cine­ma­to­grá­fi­co. Las inter­ac­cio­nes entre los per­so­na­jes, las intri­gas polí­ti­cas y las sor­pren­den­tes reve­la­cio­nes se desa­rro­llan de mane­ra que man­tie­ne a la audien­cia intri­ga­da y com­pro­me­ti­da en todo momen­to. La pelí­cu­la toma ries­gos narra­ti­vos, y esos ries­gos resul­tan en una expe­rien­cia cine­ma­to­grá­fi­ca que se sien­te fres­ca y emo­cio­nan­te.

La ban­da sono­ra que ele­va la épi­ca

La músi­ca de Michael Giacchino mere­ce una men­ción espe­cial. La ban­da sono­ra de «John Carter» es una mez­cla envol­ven­te de gran­dio­si­dad y emo­ción. Giacchino logra com­ple­men­tar per­fec­ta­men­te la narra­ti­va, apor­tan­do un toque adi­cio­nal de magia a cada esce­na. Desde los momen­tos de acción has­ta los inter­lu­dios más emo­ti­vos, la músi­ca sir­ve como un ele­men­to vital que ele­va la pelí­cu­la a nue­vas altu­ras.

Una joya que mere­ce ser redes­cu­bier­ta

En retros­pec­ti­va, «John Carter» ha sido injus­ta­men­te sub­es­ti­ma­da. Su lan­za­mien­to ini­cial pudo haber­se vis­to opa­ca­do por diver­sas razo­nes, que a estas altu­ras todos ya sabe­mos y sino me pre­gun­táis, pero eso no debe­ría empa­ñar su ver­da­de­ro valor. Esta pelí­cu­la es una obra maes­tra de la ima­gi­na­ción, una epo­pe­ya que cap­tu­ra la esen­cia de la aven­tu­ra y la lle­va a un nivel com­ple­ta­men­te nue­vo.

«John Carter» es un recor­da­to­rio de que, a veces, las joyas cine­ma­to­grá­fi­cas pue­den pasar des­aper­ci­bi­das en su momen­to, pero mere­cen ser redes­cu­bier­tas y apre­cia­das por lo que real­men­te son. Es una epo­pe­ya que trans­por­ta a la audien­cia a mun­dos leja­nos y des­pier­ta la chis­pa de la mara­vi­lla. Es hora de dar­le a «John Carter» el reco­no­ci­mien­to que se mere­ce: como una obra maes­tra en el géne­ro de la cien­cia fic­ción y la aven­tu­ra.