El Eternauta, del cómic a la serie, entre la nieve mortal y la resistencia (contiene spoilers)

La adap­ta­ción de «El Eternauta» a Netflix ha reavi­va­do el deba­te entre la fide­li­dad al cómic ori­gi­nal y las licen­cias crea­ti­vas de la serie. Con la con­fir­ma­ción de una segun­da tem­po­ra­da tras el éxi­to glo­bal de la pri­me­ra, el uni­ver­so de Juan Salvo se expan­de, pero no sin polé­mi­cas. Este artícu­lo explo­ra las trans­for­ma­cio­nes narra­ti­vas, des­de el cam­bio de nom­bre de los emble­má­ti­cos «cas­ca­ru­dos» a sim­ples «bichos» has­ta la intro­duc­ción del cliffhan­ger de «Los Manos», ana­li­zan­do cómo estas deci­sio­nes impac­tan en la esen­cia polí­ti­ca y sim­bó­li­ca de la obra de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López.

La serie como proyecto multitemporal, más allá de la primera temporada

La reno­va­ción de «El Eternauta» para una segun­da tem­po­ra­da era inevi­ta­ble tras alcan­zar el top 3 glo­bal de Netflix y acu­mu­lar 58 millo­nes de horas vis­tas en su pri­me­ra sema­na. Sin embar­go, el final abier­to de la tem­po­ra­da 1 —con la apa­ri­ción de «Los Manos» y el giro trai­cio­ne­ro de per­so­na­jes cla­ve como Clara— ha divi­di­do a la audien­cia. Mientras algu­nos cele­bran la expan­sión del rela­to, otros cri­ti­can la dilu­ción de la estruc­tu­ra auto­con­clu­si­va del cómic ori­gi­nal, don­de la inva­sión alie­ní­ge­na se resol­vía en un solo arco. La serie, al optar por un for­ma­to seria­li­za­do, prio­ri­za el sus­pen­se tele­vi­si­vo sobre la inme­dia­tez meta­fó­ri­ca de la his­to­rie­ta, un ries­go que podría pagar caro si no pro­fun­di­za en los temas fun­da­cio­na­les de la obra.

El Cambio de «Cascarudos» a «Bichos»: ¿Simplificación o Pérdida Simbólica?

Uno de los deba­tes más inten­sos gira en torno a la deci­sión de renom­brar a los «cas­ca­ru­dos» —insec­tos gigan­tes con­tro­la­dos por los inva­so­res— como «bichos». En el cómic, el tér­mino «cas­ca­ru­do» no solo desig­na una espe­cie alie­ní­ge­na, sino que fun­cio­na como metá­fo­ra de la maqui­na­ria repre­si­va: seres sin volun­tad pro­pia, obe­dien­tes a una jerar­quía opre­so­ra Al redu­cir­los a «bichos», la serie pier­de esta capa de sig­ni­fi­ca­do, homo­ge­ni­zan­do su iden­ti­dad y des­co­nec­tán­do­los de su car­ga polí­ti­ca ori­gi­nal. Este cam­bio, apa­ren­te­men­te menor, refle­ja una ten­den­cia a sua­vi­zar el len­gua­je crí­ti­co de Oesterheld para adap­tar­lo a un públi­co glo­bal, sacri­fi­can­do mati­ces cla­ve de la crí­ti­ca social.

La elec­ción no es ino­cen­te: los «bichos» de la serie son pre­sen­ta­dos como ame­na­zas gené­ri­cas, mien­tras que en el cómic los cas­ca­ru­dos encar­na­ban la des­hu­ma­ni­za­ción de los cola­bo­ra­cio­nis­tas duran­te las dic­ta­du­ras. La tela­ra­ña que tejen en la adap­ta­ción —una adi­ción no pre­sen­te en el mate­rial ori­gi­nal— aun­que visual­men­te impac­tan­te, refuer­za su rol como mons­truos de acción, no como sím­bo­los de opre­sión sis­té­mi­ca. Esta sim­pli­fi­ca­ción narra­ti­va podría limi­tar la pro­fun­di­dad ale­gó­ri­ca que hizo de la his­to­rie­ta un refe­ren­te cul­tu­ral.

«Los Manos» y el cliffhanger, la nueva jerarquía de la invasión

El momen­to más dis­rup­ti­vo del final de la pri­me­ra tem­po­ra­da es la intro­duc­ción de «Los Manos», seres con dedos mul­ti­ples que con­tro­lan a los «bichos» des­de las som­bras. En el cómic, estos seres —subor­di­na­dos a una enti­dad supe­rior lla­ma­da «Los Ellos»— repre­sen­ta­ban la buro­cra­cia repre­si­va y la com­pli­ci­dad inter­na­cio­nal con las dic­ta­du­ras lati­no­ame­ri­ca­nas. La serie, sin embar­go, los retra­ta como estra­te­gas fríos, enfo­cán­do­se en su rol mili­tar más que en su sim­bo­lis­mo polí­ti­co. La deci­sión de cerrar la tem­po­ra­da con su apa­ri­ción en el Estadio Monumental, mien­tras Juan Salvo vis­lum­bra su cone­xión con el futu­ro, prio­ri­za el mis­te­rio sci-fi sobre la denun­cia social.

Este giro narra­ti­vo gene­ra expec­ta­ti­vas ambi­va­len­tes: por un lado, pro­me­te explo­rar la jerar­quía alie­ní­ge­na en pro­fun­di­dad; por otro, corre el ries­go de redu­cir la tra­ma a un enfren­ta­mien­to bina­rio entre huma­nos e inva­so­res, des­di­bu­jan­do las múl­ti­ples capas de opre­sión que Oesterhard entre­la­zó en la his­to­rie­ta. La segun­da tem­po­ra­da ten­drá el desa­fío de equi­li­brar el espec­tácu­lo visual con la recu­pe­ra­ción de estas metá­fo­ras, espe­cial­men­te con­si­de­ran­do que el pre­su­pues­to aumen­ta­rá a 20 millo­nes de dóla­res y se fil­ma­rán ocho epi­so­dios en lugar de seis.

Oesterheld y su fami­lia
Solano López

La persistencia del legado político en una serie global

A pesar de las licen­cias crea­ti­vas, la serie man­tie­ne vivo el núcleo temá­ti­co de resis­ten­cia colec­ti­va. La esce­na don­de Juan Salvo (Ricardo Darín) aren­ga a los sobre­vi­vien­tes en Campo de Mayo —«No somos héroes, somos tes­ti­gos»— encap­su­la la esen­cia del men­sa­je de Oesterheld: la lucha como acto de memo­ria y dig­ni­dad. Sin embar­go, la adap­ta­ción miti­ga el con­tex­to espe­cí­fi­co de la Argentina dic­ta­to­rial, tras­la­dan­do la acción al pre­sen­te y eli­mi­nan­do refe­ren­cias direc­tas a la mili­tan­cia de los auto­res.

Este equi­li­brio entre actua­li­za­ción y fide­li­dad se mani­fies­ta en la ban­da sono­ra: temas de Soda Stereo y Mercedes Sosa anclan la his­to­ria en la iden­ti­dad local, mien­tras los efec­tos de soni­do hiper­rea­lis­tas —como el cru­jir de los capa­ra­zo­nes de los «bichos»— bus­can conec­tar con una audien­cia inter­na­cio­nal. El desa­fío pen­dien­te es que estas elec­cio­nes téc­ni­cas no opa­quen el sus­tra­to ideo­ló­gi­co que con­vir­tió a «El Eternauta» en un sím­bo­lo de lucha con­tra la opre­sión.

El futuro de la adaptación, ¿hacia dónde navega El Eternauta?

La con­fir­ma­ción de una segun­da tem­po­ra­da obli­ga a replan­tear el artícu­lo ori­gi­nal, que asu­mía una estruc­tu­ra cerra­da. Ahora, el aná­li­sis debe anti­ci­par cómo la serie abor­da­rá ele­men­tos cla­ve del cómic aún no adap­ta­dos:

  1. Los Gurbos: Criaturas cie­gas y colo­sa­les que en la his­to­rie­ta repre­sen­ta­ban la bru­ta­li­dad irra­cio­nal de la repre­sión. Su inclu­sión podría enri­que­cer el bes­tia­rio alie­ní­ge­na y pro­fun­di­zar en la crí­ti­ca a la des­hu­ma­ni­za­ción.

  2. La Dimensión Temporal: En el cómic, Juan Salvo via­ja al futu­ro, encon­tran­do una Tierra devas­ta­da por la inva­sión. La serie ha insi­nua­do esta capa­ci­dad con sus visio­nes, pero aún no la explo­ra ple­na­men­te.

  3. Los Ellos: La enti­dad supre­ma que con­tro­la a «Los Manos». Su reve­la­ción podría rein­tro­du­cir la crí­ti­ca al poder invi­si­ble y las estruc­tu­ras neo­co­lo­nia­les, ausen­tes en la pri­me­ra tem­po­ra­da.

Bruno Stagnaro, direc­tor de la serie, ha seña­la­do que la segun­da tem­po­ra­da «inda­ga­rá en con­cep­tos de cien­cia fic­ción ape­nas esbo­za­dos». Este enfo­que sugie­re un giro hacia lo espec­ta­cu­lar, pero si logra inte­grar­lo con la car­ga polí­ti­ca ori­gi­nal, podría cerrar la bre­cha entre puris­tas y nue­vos fans.

Entre la fidelidad y la renovación

La adap­ta­ción de «El Eternauta» enfren­ta el dile­ma clá­si­co de las obras de cul­to: cómo moder­ni­zar sin trai­cio­nar. El cam­bio de «cas­ca­ru­dos» a «bichos» y el cliffhan­ger de «Los Manos» son sín­to­mas de una ten­sión crea­ti­va entre el acce­so glo­bal y la pro­fun­di­dad local. Mientras la serie se pre­pa­ra para su segun­da tem­po­ra­da —con fil­ma­ción en Buenos Aires y efec­tos lide­ra­dos por Pablo Helman—, el lega­do de Oesterheld y Solano López exi­ge que las metá­fo­ras polí­ti­cas no sean sacri­fi­ca­das en el altar del entre­te­ni­mien­to. La nie­ve mor­tal sigue cayen­do, pero su sig­ni­fi­ca­do debe per­ma­ne­cer intac­to: una adver­ten­cia con­tra el olvi­do y la com­pli­ci­dad.


Referencias

  • Oesterheld, H. G., & Solano López, F. (2015). El Eternauta. Fantagraphics Books.
  • Edición inte­gral en inglés de la his­to­rie­ta ori­gi­nal, con notas crí­ti­cas y con­tex­to his­tó­ri­co. Ganadora del Premio Eisner a mejor colec­ción de tiras de pren­sa.
  • Sasturain, J. (2016). El Eternauta: Una lec­tu­ra posi­ble. Ediciones Colihue.
  • Ensayo fun­da­men­tal sobre la his­to­rie­ta, su con­tex­to, sus inter­pre­ta­cio­nes polí­ti­cas y su vigen­cia cul­tu­ral.
  • Gago, M. (2017). Sesenta años de lec­tu­ras de Oesterheld. Editorial Sudamericana.
  • Análisis aca­dé­mi­co sobre la obra de Oesterheld, con espe­cial énfa­sis en las múl­ti­ples lec­tu­ras de «El Eternauta».
  • Repetto, I. (2025). La ban­da sono­ra de El Eternauta: la lis­ta de can­cio­nes que sue­nan en la serie del momen­to de Netflix. La Nación.
  • Artículo perio­dís­ti­co que deta­lla la músi­ca y las can­cio­nes pre­sen­tes en la serie, y su impor­tan­cia en la narra­ti­va audio­vi­sual.
  • Pol, I. (2025). El Eternauta y los esce­na­rios digi­ta­les que pare­cen reales. La Nación.
  • Reportaje sobre la pro­duc­ción téc­ni­ca y visual de la serie, con entre­vis­tas al equi­po y expli­ca­ción de las tec­no­lo­gías emplea­das.

Mundos subterráneos: La estética y narrativa de «City of Ember» y «Silo»

En el vas­to uni­ver­so de la cien­cia fic­ción dis­tó­pi­ca, dos obras des­ta­can por su explo­ra­ción de socie­da­des sub­te­rrá­neas: la pelí­cu­la «City of Ember» y la serie «Silo». Ambas pro­duc­cio­nes, sepa­ra­das por más de una déca­da, ofre­cen visio­nes úni­cas de la super­vi­ven­cia huma­na en entor­nos cerra­dos, cada una con su pro­pia esté­ti­ca y narra­ti­va. A pesar de sus simi­li­tu­des super­fi­cia­les, estas obras pre­sen­tan enfo­ques dis­tin­tos sobre la vida bajo tie­rra, refle­jan­do las preo­cu­pa­cio­nes y esti­los narra­ti­vos de sus res­pec­ti­vas épo­cas.

Orígenes literarios y adaptaciones

«City of Ember», basa­da en la nove­la homó­ni­ma de Jeanne DuPrau publi­ca­da en 2003, lle­gó a la gran pan­ta­lla en 2008. La his­to­ria, ori­gi­nal­men­te con­ce­bi­da como lite­ra­tu­ra juve­nil, se cen­tra en una ciu­dad sub­te­rrá­nea cons­trui­da como refu­gio ante una catás­tro­fe glo­bal inmi­nen­te. Por su par­te, «Silo», adap­ta­ción de la serie de nove­las de Hugh Howey ini­cia­da con «Wool» en 2011, debu­tó como serie de tele­vi­sión en 2023, ofre­cien­do una visión más madu­ra y com­ple­ja de la vida en un entorno cerra­do24.

Esta dife­ren­cia tem­po­ral entre las obras ori­gi­na­les y sus adap­ta­cio­nes se refle­ja no solo en sus enfo­ques narra­ti­vos, sino tam­bién en la for­ma en que abor­dan temas como el con­trol social, la bús­que­da de la ver­dad y la rela­ción entre el indi­vi­duo y la comu­ni­dad. Mientras «City of Ember» man­tie­ne un tono más juve­nil y espe­ran­za­dor, «Silo» se sumer­ge en temas más oscu­ros y com­ple­jos, diri­gi­dos a un públi­co adul­to.

Estética y diseño: Dos visiones del mundo subterráneo

La esté­ti­ca visual jue­ga un papel cru­cial en ambas pro­duc­cio­nes, crean­do atmós­fe­ras úni­cas que refle­jan las reali­da­des de sus res­pec­ti­vos mun­dos fic­ti­cios.

La ciudad luminosa de Ember

La ciu­dad de Ember des­lum­bra con su esté­ti­ca steam­punk y deca­den­te, don­de la inge­nie­ría impro­vi­sa­da y el reci­cla­je son pro­ta­go­nis­tas. Sus calles y edi­fi­cios, ilu­mi­na­dos por una red eléc­tri­ca en decli­ve, crean una atmós­fe­ra úni­ca de mara­vi­lla y dete­rio­ro. La pale­ta de colo­res cáli­dos y la ilu­mi­na­ción cons­tan­te con­tras­tan con la oscu­ri­dad que ame­na­za con engu­llir la ciu­dad, sim­bo­li­zan­do la lucha entre la espe­ran­za y la deses­pe­ra­ción.

El dise­ño de pro­duc­ción de «City of Ember» se esfuer­za por crear un mun­do que, a pesar de su ais­la­mien­to, rebo­sa de vida y crea­ti­vi­dad. Los habi­tan­tes de Ember han adap­ta­do cada rin­cón de su entorno, crean­do una socie­dad fun­cio­nal a par­tir de los res­tos de la civi­li­za­ción que los pre­ce­dió. Esta esté­ti­ca refle­ja la resi­lien­cia y el inge­nio humano fren­te a cir­cuns­tan­cias adver­sas, temas cen­tra­les en la narra­ti­va de la pelí­cu­la.

El silo austero y claustrofóbico

En con­tras­te, el silo de la serie homó­ni­ma pre­sen­ta un dise­ño más aus­te­ro y fun­cio­nal, con su estruc­tu­ra ver­ti­cal que recuer­da a un ras­ca­cie­los inver­ti­do. La esté­ti­ca de «Silo» enfa­ti­za la claus­tro­fo­bia y el con­trol, con espa­cios metá­li­cos y uti­li­ta­rios que refle­jan la rigi­dez de su socie­dad. Los tonos fríos y la ilu­mi­na­ción tenue crean una sen­sa­ción de opre­sión cons­tan­te, sub­ra­yan­do la natu­ra­le­za con­tro­la­da y arti­fi­cial del entorno.

El dise­ño del silo es un per­so­na­je en sí mis­mo, con sus dife­ren­tes nive­les repre­sen­tan­do la estra­ti­fi­ca­ción social y las diná­mi­cas de poder den­tro de la comu­ni­dad. La ver­ti­ca­li­dad del silo no solo es un desa­fío físi­co para sus habi­tan­tes, sino tam­bién una metá­fo­ra de las barre­ras socia­les y psi­co­ló­gi­cas que deben supe­rar.

Narrativas y personajes: De la inocencia a la complejidad

Ambas his­to­rias giran en torno al des­cu­bri­mien­to de secre­tos ocul­tos y la bús­que­da de la ver­dad sobre el mun­do exte­rior. Sin embar­go, la for­ma en que abor­dan estos temas y desa­rro­llan sus per­so­na­jes difie­re sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te.

Los jóvenes héroes de Ember

«City of Ember» se cen­tra en jóve­nes pro­ta­go­nis­tas como Lina Mayfleet y Doon Harrow, quie­nes encar­nan la curio­si­dad y el opti­mis­mo. Su bús­que­da de la ver­dad y su deseo de sal­var su ciu­dad mori­bun­da impul­san la narra­ti­va, ofre­cien­do una his­to­ria de coming-of-age en un entorno dis­tó­pi­co. La ino­cen­cia y deter­mi­na­ción de estos per­so­na­jes con­tras­tan con la resig­na­ción de muchos adul­tos de Ember, plan­tean­do pre­gun­tas sobre la con­for­mi­dad y el valor de cues­tio­nar el sta­tus quo.

La pelí­cu­la explo­ra temas como la corrup­ción polí­ti­ca, repre­sen­ta­da por el alcal­de Cole, y la impor­tan­cia del cono­ci­mien­to y la edu­ca­ción como herra­mien­tas para el cam­bio. La rela­ción entre Lina y Doon, así como sus inter­ac­cio­nes con figu­ras adul­tas como Loris Harrow, padre de Doon, aña­den pro­fun­di­dad emo­cio­nal a la narra­ti­va, mos­tran­do cómo el apo­yo inter­ge­ne­ra­cio­nal pue­de ser cru­cial para el pro­gre­so.

Los complejos habitantes del Silo

«Silo», por su par­te, pre­sen­ta per­so­na­jes adul­tos como Juliette Nichols, que se enfren­tan a dile­mas mora­les más com­ple­jos y a un sis­te­ma de con­trol más sofis­ti­ca­do. La serie explo­ra temas como la mani­pu­la­ción de la ver­dad, la natu­ra­le­za del poder y el cos­to per­so­nal de desa­fiar las nor­mas esta­ble­ci­das. Los per­so­na­jes de «Silo» son más mati­za­dos, con moti­va­cio­nes y leal­ta­des que a menu­do entran en con­flic­to, refle­jan­do la com­ple­ji­dad de la vida en un entorno cerra­do y alta­men­te regu­la­do.

La narra­ti­va de «Silo» se desa­rro­lla como un mis­te­rio en capas, don­de cada reve­la­ción plan­tea nue­vas pre­gun­tas sobre la natu­ra­le­za del silo y las razo­nes de su exis­ten­cia. Este enfo­que per­mi­te una explo­ra­ción más pro­fun­da de temas como la memo­ria colec­ti­va, la iden­ti­dad y el papel del indi­vi­duo en la socie­dad.

El puente entre dos mundos: Tim Robbins

Un ele­men­to fas­ci­nan­te que conec­ta ambas pro­duc­cio­nes es la pre­sen­cia de Tim Robbins, cuya par­ti­ci­pa­ción en ambos pro­yec­tos ofre­ce una intere­san­te pers­pec­ti­va sobre la evo­lu­ción del géne­ro dis­tó­pi­co en la pan­ta­lla48.

Loris Harrow: El inventor esperanzado

En «City of Ember», Robbins inter­pre­ta a Loris Harrow, el padre de Doon. Loris es un inven­tor bon­da­do­so que, a pesar de las difi­cul­ta­des, man­tie­ne viva la chis­pa de la crea­ti­vi­dad y la espe­ran­za. Su per­so­na­je repre­sen­ta la impor­tan­cia del cono­ci­mien­to y la inno­va­ción en tiem­pos de cri­sis, apo­yan­do la bús­que­da de la ver­dad de su hijo y, por exten­sión, el futu­ro de Ember.

El papel de Robbins como Loris aña­de una capa de pro­fun­di­dad emo­cio­nal a la pelí­cu­la, mos­tran­do la ten­sión entre la resig­na­ción ante las cir­cuns­tan­cias y el deseo de un futu­ro mejor. Su rela­ción con Doon es cen­tral para el desa­rro­llo del per­so­na­je del joven pro­ta­go­nis­ta, ilus­tran­do cómo el apo­yo y la sabi­du­ría de las gene­ra­cio­nes ante­rio­res pue­den ser cru­cia­les para el pro­gre­so.

Bernard Holland: El guardián de secretos

En «Silo», Robbins da vida a Bernard Holland, un per­so­na­je mucho más ambi­guo y auto­ri­ta­rio, fun­da­men­tal en el man­te­ni­mien­to del sta­tus quo den­tro del silo. Bernard es un líder que cree fir­me­men­te en la nece­si­dad de man­te­ner el orden a toda cos­ta, inclu­so si eso sig­ni­fi­ca ocul­tar la ver­dad a los habi­tan­tes del silo.

El per­so­na­je de Bernard es com­ple­jo y mul­ti­fa­cé­ti­co, repre­sen­tan­do las difí­ci­les deci­sio­nes y com­pro­mi­sos mora­les que a menu­do deben hacer quie­nes están en posi­cio­nes de poder en socie­da­des cerra­das. A tra­vés de Bernard, la serie explo­ra temas como la jus­ti­fi­ca­ción del con­trol social, el peso del cono­ci­mien­to prohi­bi­do y las con­se­cuen­cias de man­te­ner secre­tos que podrían des­es­ta­bi­li­zar toda una socie­dad.

La dualidad de Robbins: Un reflejo de la evolución del género

La par­ti­ci­pa­ción de Tim Robbins en ambas pro­duc­cio­nes no solo sir­ve como un curio­so pun­to de cone­xión entre ellas, sino que tam­bién ilus­tra la evo­lu­ción del géne­ro dis­tó­pi­co en la pan­ta­lla. Su tran­si­ción de un per­so­na­je espe­ran­za­dor y de apo­yo en «City of Ember» a uno más com­ple­jo y moral­men­te ambi­guo en «Silo» refle­ja el cam­bio en las narra­ti­vas dis­tó­pi­cas hacia temas más madu­ros y mati­za­dos.

Esta dua­li­dad en sus roles refle­ja la evo­lu­ción del géne­ro dis­tó­pi­co y las dife­ren­tes apro­xi­ma­cio­nes a temas como el poder, la liber­tad y la res­pon­sa­bi­li­dad indi­vi­dual fren­te al bien­es­tar colec­ti­vo. Mientras Loris Harrow encar­na la espe­ran­za y el apo­yo a la nue­va gene­ra­ción, Bernard Holland repre­sen­ta las com­ple­ji­da­des y los com­pro­mi­sos mora­les que con­lle­va el lide­raz­go en un mun­do cerra­do y poten­cial­men­te hos­til.

Temas y motivos recurrentes

A pesar de sus dife­ren­cias en tono y enfo­que, «City of Ember» y «Silo» com­par­ten varios temas y moti­vos que son carac­te­rís­ti­cos del géne­ro dis­tó­pi­co sub­te­rrá­neo.

El misterio del mundo exterior

Ambas his­to­rias jue­gan con la idea de un mun­do exte­rior des­co­no­ci­do y poten­cial­men­te peli­gro­so. En «City of Ember», este mis­te­rio se pre­sen­ta como una pro­me­sa de sal­va­ción, un lugar mejor al que los pro­ta­go­nis­tas aspi­ran lle­gar. En «Silo», el mun­do exte­rior es tabú, un tema prohi­bi­do que gene­ra tan­to curio­si­dad como temor entre los habi­tan­tes.

Este con­tras­te en la per­cep­ción del mun­do exte­rior refle­ja las dife­ren­tes filo­so­fías detrás de cada his­to­ria. Mientras «City of Ember» pro­mue­ve la explo­ra­ción y el des­cu­bri­mien­to como medios para la sal­va­ción, «Silo» exa­mi­na cómo el mie­do y la incer­ti­dum­bre pue­den ser uti­li­za­dos como herra­mien­tas de con­trol social.

La lucha contra el tiempo

El ele­men­to del tiem­po jue­ga un papel cru­cial en ambas narra­ti­vas. En «City of Ember», la ciu­dad se enfren­ta a un colap­so inmi­nen­te debi­do al fallo de su gene­ra­dor, crean­do un sen­ti­do de urgen­cia que impul­sa la acción de los pro­ta­go­nis­tas. En «Silo», aun­que la ame­na­za no es tan inme­dia­ta, exis­te una sen­sa­ción cons­tan­te de que el tiem­po se ago­ta, ya sea en tér­mi­nos de recur­sos o de la capa­ci­dad de los habi­tan­tes para man­te­ner su for­ma de vida.

Esta lucha con­tra el tiem­po aña­de ten­sión a las narra­ti­vas y sub­ra­ya la pre­ca­rie­dad de las socie­da­des cerra­das, plan­tean­do pre­gun­tas sobre la sos­te­ni­bi­li­dad a lar­go pla­zo de tales sis­te­mas.

El papel de la tecnología y el conocimiento

Tanto «City of Ember» como «Silo» explo­ran la rela­ción entre la tec­no­lo­gía, el cono­ci­mien­to y el poder. En Ember, la tec­no­lo­gía en decli­ve es un recor­da­to­rio cons­tan­te de la fra­gi­li­dad de su socie­dad, mien­tras que el cono­ci­mien­to olvi­da­do se con­vier­te en la cla­ve para la sal­va­ción. En el silo, la tec­no­lo­gía es tan­to una herra­mien­ta de super­vi­ven­cia como de con­trol, y el cono­ci­mien­to prohi­bi­do es un arma pode­ro­sa en manos de quie­nes lo poseen.

Estas narra­ti­vas invi­tan a refle­xio­nar sobre cómo la tec­no­lo­gía y el cono­ci­mien­to pue­den ser uti­li­za­dos tan­to para libe­rar como para opri­mir, depen­dien­do de quién los con­tro­le y cómo se apli­quen.

Adaptación y fidelidad al material original

La adap­ta­ción de obras lite­ra­rias al medio audio­vi­sual siem­pre pre­sen­ta desa­fíos, y tan­to «City of Ember» como «Silo» ofre­cen intere­san­tes estu­dios de caso en este aspec­to.

«City of Ember»: Del libro a la pantalla grande

La adap­ta­ción de «City of Ember» al cine man­tu­vo en gran medi­da la esen­cia y los ele­men­tos cla­ve de la nove­la de Jeanne DuPrau. Sin embar­go, como es común en las adap­ta­cio­nes cine­ma­to­grá­fi­cas, se rea­li­za­ron algu­nos cam­bios para adap­tar la his­to­ria al for­ma­to visual y a las expec­ta­ti­vas de una audien­cia más amplia.

Uno de los mayo­res desa­fíos fue tra­du­cir la atmós­fe­ra claus­tro­fó­bi­ca y mis­te­rio­sa de la ciu­dad sub­te­rrá­nea a la pan­ta­lla. El dise­ño de pro­duc­ción jugó un papel cru­cial en este aspec­to, crean­do un mun­do visual­men­te rico que cap­tu­ra­ba la esen­cia de la nove­la. La pelí­cu­la tam­bién ampli­fi­có algu­nos ele­men­tos de acción y aven­tu­ra para aumen­tar el atrac­ti­vo visual y el rit­mo narra­ti­vo.

«Silo»: Expandiendo el universo de Hugh Howey

La adap­ta­ción de «Silo» a serie de tele­vi­sión per­mi­tió una explo­ra­ción más pro­fun­da y deta­lla­da del mun­do crea­do por Hugh Howey en sus nove­las. El for­ma­to de serie ofre­ció la opor­tu­ni­dad de desa­rro­llar sub­tra­mas y per­so­na­jes secun­da­rios que enri­que­cen el uni­ver­so del silo.

Una de las for­ta­le­zas de la adap­ta­ción de «Silo» es cómo logra man­te­ner el mis­te­rio y la ten­sión a lo lar­go de múl­ti­ples epi­so­dios, dosi­fi­can­do las reve­la­cio­nes de mane­ra simi­lar a como lo hacen las nove­las. La serie tam­bién apro­ve­cha las posi­bi­li­da­des visua­les para crear un sen­ti­do de esca­la y claus­tro­fo­bia que com­ple­men­ta la narra­ti­va escri­ta.

Impacto cultural y recepción

Tanto «City of Ember» como «Silo» han deja­do su hue­lla en el pano­ra­ma de la cien­cia fic­ción dis­tó­pi­ca, aun­que de mane­ras dife­ren­tes.

El legado de «City of Ember»

Aunque «City of Ember» no fue un gran éxi­to de taqui­lla en su momen­to, la pelí­cu­la ha gana­do un esta­tus de cul­to entre los afi­cio­na­dos al géne­ro. Su visión úni­ca de una socie­dad sub­te­rrá­nea y su men­sa­je de espe­ran­za y des­cu­bri­mien­to han reso­na­do con audien­cias jóve­nes y adul­tas por igual.

La pelí­cu­la tam­bién ha sido elo­gia­da por su dise­ño visual y su capa­ci­dad para crear un mun­do inmer­si­vo y creí­ble. Además, ha ser­vi­do como pun­to de entra­da al géne­ro dis­tó­pi­co para muchos jóve­nes espec­ta­do­res, fomen­tan­do el inte­rés en temas como la sos­te­ni­bi­li­dad, el gobierno y la impor­tan­cia de cues­tio­nar el sta­tus quo.

El fenómeno «Silo»

«Silo», por su par­te, ha gene­ra­do un con­si­de­ra­ble inte­rés y dis­cu­sión des­de su estreno. La serie ha sido elo­gia­da por su narra­ti­va com­ple­ja, sus actua­cio­nes sóli­das y su capa­ci­dad para man­te­ner el mis­te­rio y la ten­sión a lo lar­go de múl­ti­ples epi­so­dios.

El éxi­to de «Silo» tam­bién ha reavi­va­do el inte­rés en las nove­las ori­gi­na­les de Hugh Howey, demos­tran­do el poder de las adap­ta­cio­nes de cali­dad para ampliar la audien­cia de obras lite­ra­rias. La serie ha gene­ra­do dis­cu­sio­nes sobre temas como el con­trol social, la natu­ra­le­za de la ver­dad y la éti­ca de las socie­da­des cerra­das, refle­jan­do preo­cu­pa­cio­nes con­tem­po­rá­neas sobre la pri­va­ci­dad, la des­in­for­ma­ción y el poder de las ins­ti­tu­cio­nes.

Dos visiones de un futuro subterráneo

Tanto «City of Ember» como «Silo» ofre­cen visio­nes cau­ti­va­do­ras de socie­da­des sub­te­rrá­neas, cada una adap­ta­da a su públi­co obje­ti­vo y épo­ca. Mientras «City of Ember» invi­ta a soñar con un mun­do más allá de los lími­tes cono­ci­dos, ape­lan­do a la espe­ran­za y el cora­je de las gene­ra­cio­nes más jóve­nes, «Silo» nos hace cues­tio­nar la natu­ral

Referencias

  • DuPrau, J. (2003). The City of Ember. Random House.
    Esta nove­la juve­nil es la base de la pelí­cu­la homó­ni­ma y explo­ra la vida en una ciu­dad sub­te­rrá­nea en deca­den­cia, des­ta­can­do temas como la espe­ran­za y el inge­nio fren­te a la adver­si­dad.

  • Howey, H. (2011). Wool. Self-published.
    Primera entre­ga de la serie «Silo», esta obra plan­tea un mun­do dis­tó­pi­co don­de los habi­tan­tes de un silo luchan con­tra el con­trol social y el mis­te­rio del exte­rior.

  • Theriz Journal. (2023). City of Ember: a new sci-fi movie list.
    Este artícu­lo ana­li­za las simi­li­tu­des entre «City of Ember» y «Silo», des­ta­can­do sus cone­xio­nes temá­ti­cas y esté­ti­cas den­tro del géne­ro dis­tó­pi­co.

  • Herrenknecht AG. (2025). Science-Fiction enri­ches fore­sight metho­do­lo­gies.
    Explora cómo las narra­ti­vas de cien­cia fic­ción, como «The City of Ember», pue­den influir en meto­do­lo­gías futu­ris­tas y refle­xio­nes sobre la sos­te­ni­bi­li­dad urba­na.

  • Shepherd.com. (2025). Love The City of Ember? Readers pick 100 books like it.
    Una guía que conec­ta «The City of Ember» con otras obras simi­la­res, mos­tran­do su impac­to en el géne­ro dis­tó­pi­co juve­nil.


«El código que valía millones»: La historia detrás de TerraVision y Google Earth

Introducción

En el uni­ver­so de las mini­se­ries basa­das en hechos reales, pocas con­si­guen cap­tar la com­ple­ja rela­ción entre inno­va­ción, poder y jus­ti­cia como «El códi­go que valía millo­nes» (títu­lo ori­gi­nal: «The Billion Dollar Code»). Esta pro­duc­ción ale­ma­na de 2021 narra la increí­ble his­to­ria de TerraVision, un soft­wa­re revo­lu­cio­na­rio desa­rro­lla­do en los años 90 que sen­tó las bases para lo que años des­pués se cono­ce­ría como Google Earth.

La serie no solo abor­da el pro­ce­so crea­ti­vo detrás de esta inno­va­ción, sino tam­bién la colo­sal bata­lla legal que sus crea­do­res, dos visio­na­rios ale­ma­nes, libra­ron con­tra Google por la supues­ta infrac­ción de su paten­te. ¿Puede un par de inge­nie­ros enfren­tar­se a un gigan­te tec­no­ló­gi­co y ganar? Esta es la his­to­ria de David con­tra Goliat en la era digi­tal.

TerraVision: el software que adelantó a su tiempo

A media­dos de los años 90, Berlín era un her­vi­de­ro de crea­ti­vi­dad digi­tal y expe­ri­men­ta­ción tec­no­ló­gi­ca. En ese con­tex­to, el artis­ta Carsten Schlüter y el pro­gra­ma­dor Juri Müller, con el apo­yo del gru­po ART+COM, desa­rro­lla­ron TerraVision, una apli­ca­ción pio­ne­ra que per­mi­tía a los usua­rios nave­gar por un mode­lo tri­di­men­sio­nal de la Tierra uti­li­zan­do imá­ge­nes sate­li­ta­les y datos geo­grá­fi­cos.

El con­cep­to de TerraVision no solo era inno­va­dor, sino que supu­so un hito en la visua­li­za­ción de infor­ma­ción geo­es­pa­cial. En 1994, el equi­po pre­sen­tó su tec­no­lo­gía en Silicon Valley duran­te una con­fe­ren­cia, don­de la demos­tra­ron fren­te a desa­rro­lla­do­res de la NASA y Google. En aquel enton­ces, inter­net ape­nas esta­ba en sus pri­me­ras eta­pas, y la capa­ci­dad de mani­pu­lar mapas en tiem­po real pare­cía casi cien­cia fic­ción.

Sin embar­go, lo que comen­zó como un logro téc­ni­co y artís­ti­co aca­bó con­vir­tién­do­se en un pro­ble­ma cuan­do, años des­pués, Google lan­zó Google Earth, un soft­wa­re con un fun­cio­na­mien­to sos­pe­cho­sa­men­te simi­lar al de TerraVision. Al inves­ti­gar, los crea­do­res des­cu­brie­ron que su tec­no­lo­gía había sido repli­ca­da sin nin­gún reco­no­ci­mien­to ni com­pen­sa­ción.

La batalla legal contra Google

Convencidos de que Google había infrin­gi­do la paten­te de TerraVision, los desa­rro­lla­do­res ini­cia­ron una deman­da legal en Estados Unidos. Aquí es don­de la his­to­ria de la mini­se­rie cobra fuer­za, ya que la narra­ti­va se divi­de en dos líneas tem­po­ra­les: por un lado, los años 90, cuan­do los pro­ta­go­nis­tas desa­rro­lla­ban su soft­wa­re; por otro, el pre­sen­te, don­de enfren­tan la titá­ni­ca tarea de pro­bar que Google usó su códi­go sin per­mi­so.

La serie mues­tra con gran deta­lle el pro­ce­so judi­cial, explo­ran­do los desa­fíos de enfren­tar­se a una cor­po­ra­ción con recur­sos prác­ti­ca­men­te ili­mi­ta­dos. Desde la difi­cul­tad de pre­sen­tar prue­bas con­clu­yen­tes has­ta las tác­ti­cas agre­si­vas de los abo­ga­dos de Google, «El códi­go que valía millo­nes» reve­la lo difí­cil que es bus­car jus­ti­cia en un mun­do don­de las ideas pue­den ser apro­pia­das por quie­nes tie­nen más poder.

Los actores, correctos y creíbles

• Leonard Scheicher inter­pre­ta al joven Carsten Schlüter, refle­jan­do su entu­sias­mo y la inge­nui­dad con la que com­par­te su inno­va­ción.

• Marius Ahrendt da vida a Juri Müller, el hac­ker visio­na­rio cuya pro­gra­ma­ción hizo posi­ble TerraVision.

• Mark Waschke y Mišel Matičević inter­pre­tan a las ver­sio­nes adul­tas de Carsten y Juri, res­pec­ti­va­men­te, mos­tran­do el des­gas­te emo­cio­nal y la lucha inter­na por recu­pe­rar el reco­no­ci­mien­to de su tra­ba­jo.

• Lavinia Wilson encar­na a la abo­ga­da Leona Hauswirth, pie­za cla­ve en la bata­lla legal con­tra Google.

Una serie bastante realista

La mini­se­rie ha sido elo­gia­da por su pre­ci­sión his­tó­ri­ca y su capa­ci­dad para huma­ni­zar una his­to­ria téc­ni­ca y jurí­di­ca, hacien­do acce­si­ble un tema com­ple­jo sin per­der su pro­fun­di­dad. La direc­ción de Robert Thalheim y el guion de Oliver Ziegenbalg equi­li­bran el dra­ma legal con momen­tos de cama­ra­de­ría y des­cu­bri­mien­to, crean­do una narra­ti­va atra­pan­te.

Uno de los aspec­tos más intere­san­tes es cómo retra­ta el mun­do de la tec­no­lo­gía en los años 90, con sus pri­me­ras incur­sio­nes en la reali­dad vir­tual y la visua­li­za­ción geo­es­pa­cial. La pro­duc­ción tam­bién des­ta­ca por su impe­ca­ble direc­ción de arte y cine­ma­to­gra­fía, trans­por­tan­do al espec­ta­dor tan­to al vibran­te Berlín de la pos­gue­rra fría como a las salas de jun­tas de Silicon Valley.

Sin embar­go, uno de los pun­tos que más con­tro­ver­sia ha gene­ra­do es la con­clu­sión del jui­cio, dejan­do abier­ta la refle­xión sobre la ver­da­de­ra equi­dad en el mun­do tec­no­ló­gi­co. ¿Realmente es posi­ble que los peque­ños inno­va­do­res sean reco­no­ci­dos cuan­do sus ideas caen en manos de gigan­tes como Google?

Merece la pena verla

«El códi­go que valía millo­nes» no es solo una his­to­ria sobre la crea­ción de Google Earth; es un tes­ti­mo­nio sobre la lucha de los inno­va­do­res fren­te a las gran­des cor­po­ra­cio­nes. A tra­vés de la mini­se­rie, el espec­ta­dor pue­de refle­xio­nar sobre el valor de las ideas, la impor­tan­cia del reco­no­ci­mien­to y las difi­cul­ta­des de hacer jus­ti­cia en la era digi­tal.

Para quie­nes dis­fru­tan de his­to­rias sobre tec­no­lo­gía, inno­va­ción y bata­llas judi­cia­les, esta mini­se­rie es una reco­men­da­ción impres­cin­di­ble.