Folder Preview, imprescindible en tu Finder

Folder Preview es una peque­ña joya para quie­nes usan Mac y bus­can agi­li­zar su día a día con Finder. Esta apli­ca­ción, desa­rro­lla­da por Anybox LTD, aña­de una exten­sión de Quick Look que per­mi­te pre­vi­sua­li­zar el con­te­ni­do de cual­quier car­pe­ta sim­ple­men­te pul­san­do la barra espa­cia­do­ra o la com­bi­na­ción ⌘ + Y en Finder. ¿El resul­ta­do? Puedes echar un vis­ta­zo rápi­do a lo que hay den­tro de una car­pe­ta sin nece­si­dad de abrir­la, algo que Apple nun­ca ter­mi­nó de imple­men­tar de for­ma nati­va y que, sin­ce­ra­men­te, se echa en fal­ta cuan­do ges­tio­nas cien­tos de archi­vos.

Folder Preview des­ta­ca por su inte­gra­ción per­fec­ta: una vez acti­va­da la exten­sión en los ajus­tes del sis­te­ma, fun­cio­na de for­ma trans­pa­ren­te tan­to en Finder como en ges­to­res de archi­vos alter­na­ti­vos como ForkLift. No solo mues­tra los archi­vos y sub­car­pe­tas, sino que per­mi­te ajus­tar las colum­nas visi­bles con un sim­ple clic dere­cho sobre el enca­be­za­do, adap­tán­do­se así a tus pre­fe­ren­cias. La ver­sión más recien­te (1.6) ha mejo­ra­do nota­ble­men­te el ren­di­mien­to, per­mi­tien­do pre­vi­sua­li­zar car­pe­tas con miles de ele­men­tos de for­ma ins­tan­tá­nea y aumen­tan­do la pro­fun­di­dad de car­pe­tas que pue­de explo­rar has­ta sie­te nive­les.

En cuan­to a pri­va­ci­dad, Folder Preview no reco­pi­la nin­gún dato, algo que se agra­de­ce en tiem­pos don­de la infor­ma­ción per­so­nal es oro. Además, la app ocu­pa ape­nas 1,2 MB, es com­pa­ti­ble con macOS 13.0 o supe­rior y está dis­po­ni­ble en más de vein­te idio­mas, inclui­do el espa­ñol. Por menos de dos euros, pue­des ins­ta­lar­la y com­par­tir­la con has­ta seis miem­bros de tu fami­lia gra­cias a Family Sharing.

La úni­ca limi­ta­ción nota­ble es que, debi­do a las res­tric­cio­nes de las exten­sio­nes Quick Look de Apple, no pue­des inter­ac­tuar con los archi­vos des­de la pre­vi­sua­li­za­ción (por ejem­plo, abrir un archi­vo direc­ta­men­te des­de la vis­ta pre­via). Sin embar­go, la esta­bi­li­dad y uti­li­dad de la herra­mien­ta com­pen­san con cre­ces este peque­ño incon­ve­nien­te.

Folder Preview es ideal para quie­nes tra­ba­jan con gran­des volú­me­nes de archi­vos y bus­can una solu­ción lige­ra, rápi­da y sin com­pli­ca­cio­nes para nave­gar por sus car­pe­tas. Si algu­na vez has desea­do que Finder tuvie­ra una fun­ción de pre­vi­sua­li­za­ción real de car­pe­tas, esta app es la res­pues­ta que espe­ra­bas.

Y entonces surgió el "House"

Tiempo de lec­tu­ra:
±10 minu­tos

Para escu­char mien­tras lees:

El hou­se es mucho más que un géne­ro musi­cal: es una cul­tu­ra, una acti­tud y un pul­so que ha hecho vibrar a gene­ra­cio­nes ente­ras des­de su naci­mien­to en los clu­bes under­ground de Chicago a prin­ci­pios de los años 80. Su his­to­ria es la de una revo­lu­ción sóni­ca que, par­tien­do de la pis­ta de bai­le, ha con­quis­ta­do el mun­do y sigue rein­ven­tán­do­se con cada lati­do. Prepárate para sumer­gir­te en el ori­gen, la tra­yec­to­ria, los nom­bres impres­cin­di­bles y la vibran­te actua­li­dad del soni­do hou­se.

El origen, Chicago, sudor y máquinas

La géne­sis del hou­se se sitúa en el Chicago de los pri­me­ros años ochen­ta, en una ciu­dad mar­ca­da por la diver­si­dad y la efer­ves­cen­cia de sus clu­bes noc­tur­nos. El epi­cen­tro fue el legen­da­rio Warehouse, un club fre­cuen­ta­do por afro­ame­ri­ca­nos, lati­nos y la comu­ni­dad LGBTQ+ que bus­ca­ban un refu­gio don­de la músi­ca y el bai­le fue­ran sinó­ni­mo de liber­tad. Allí, Frankie Knuckles, cono­ci­do como el “Padrino del House”, mez­cla­ba dis­cos raros de soul, funk y dis­co con las pri­me­ras cajas de rit­mos y sin­te­ti­za­do­res, dan­do for­ma a un soni­do nue­vo, hip­nó­ti­co y pro­fun­da­men­te bai­la­ble.

El nom­bre “hou­se” tie­ne varias teo­rías: algu­nos lo atri­bu­yen direc­ta­men­te al Warehouse, otros a la cos­tum­bre de los DJs de crear músi­ca en sus pro­pias casas, y hay quie­nes pien­san que sim­ple­men­te era la “músi­ca de la casa” que sona­ba en esos clu­bes. Lo cier­to es que el hou­se nació de la nece­si­dad de pro­lon­gar la fies­ta dis­co, de expe­ri­men­tar con nue­vas tec­no­lo­gías y de crear una expe­rien­cia colec­ti­va en la pis­ta de bai­le.

Las pri­me­ras pro­duc­cio­nes, como “On & On” de Jesse Saunders (1984), mar­ca­ron el ini­cio de una era: bajos sin­te­ti­za­dos, beats mar­ca­dos, sam­ples voca­les y una estruc­tu­ra repe­ti­ti­va que invi­ta­ba a per­der­se en el rit­mo. El hou­se era sim­ple, direc­to y con­ta­gio­so, dise­ña­do para no dejar a nadie quie­to. Pronto, otros pio­ne­ros como Larry Heard (Mr. Fingers), Marshall Jefferson, Ron Hardy y Adonis se suma­ron a la ola, cada uno apor­tan­do mati­ces y empu­jan­do los lími­tes del géne­ro.

El hou­se no tar­dó en expan­dir­se: pri­me­ro a Nueva York y Detroit, don­de se fusio­nó con el gara­ge y el techno, y des­pués a Londres y el res­to de Europa, don­de se con­vir­tió en un fenó­meno masi­vo y sen­tó las bases de la cul­tu­ra rave. El hou­se era ya una decla­ra­ción de inten­cio­nes: músi­ca para todos, sin barre­ras de raza, géne­ro o cla­se.

Trayectoria, evolución, explosión y reinvención

Desde sus ini­cios, el hou­se ha sido un géne­ro en cons­tan­te muta­ción. En los ochen­ta, la esce­na de Chicago se lle­nó de sub­gé­ne­ros: deep hou­se, acid hou­se (con el icó­ni­co “Acid Tracks” de DJ Pierre y la TB-303), vocal hou­se y más. Cada varian­te tenía su pro­pio sabor, pero todas com­par­tían la obse­sión por el groo­ve y la pis­ta de bai­le.

El hou­se cru­zó el Atlántico y encon­tró en el Reino Unido un terreno fér­til. Allí, el acid hou­se se con­vir­tió en la ban­da sono­ra de la “Second Summer of Love” (1988−89), con fies­tas ile­ga­les, cul­tu­ra rave y una explo­sión de crea­ti­vi­dad que cam­bió para siem­pre la músi­ca elec­tró­ni­ca. Londres, Manchester y Berlín se con­vir­tie­ron en capi­ta­les del hou­se, y el géne­ro empe­zó a mez­clar­se con el pop, el techno y el hip-hop.

En los noven­ta, el hou­se se diver­si­fi­có aún más: sur­gie­ron esti­los como el pro­gres­si­ve hou­se, el tri­bal hou­se, el French hou­se (con Daft Punk y Cassius a la cabe­za) y el tech hou­se. Los clu­bes de Ibiza, Nueva York y Berlín se con­vir­tie­ron en tem­plos de la cul­tu­ra de club, y los DJs en autén­ti­cas estre­llas inter­na­cio­na­les. El hou­se se coló en la radio, la tele­vi­sión y las lis­tas de éxi­tos, pero nun­ca per­dió su esen­cia under­ground.

La revo­lu­ción digi­tal de los 2000 demo­cra­ti­zó la pro­duc­ción musi­cal: con un por­tá­til y un soft­wa­re cual­quie­ra podía crear un hit hou­se. Nuevos nom­bres como David Guetta, Calvin Harris y Eric Prydz lle­va­ron el hou­se a las masas, fusio­nán­do­lo con el pop y el EDM. Al mis­mo tiem­po, la esce­na under­ground seguía viva, con sellos y artis­tas inde­pen­dien­tes explo­ran­do soni­dos más oscu­ros, expe­ri­men­ta­les o nos­tál­gi­cos.

Hoy, el hou­se sigue tan vigen­te como siem­pre. Subgéneros como el tech hou­se, el deep hou­se, el bass hou­se y el futu­re rave domi­nan fes­ti­va­les y clu­bes de todo el mun­do La cul­tu­ra del remix, el uso crea­ti­vo de sam­ples y la inter­ac­ción con otras corrien­tes (como el hip-hop, el afro­beat o el reg­gae­tón) man­tie­nen el géne­ro fres­co y rele­van­te. El hou­se es, en esen­cia, una invi­ta­ción a bai­lar y a cele­brar la diver­si­dad.

Máximos representantes y actualidad, del Warehouse a la pista global

Hablar de hou­se es hablar de nom­bres pro­pios que han mar­ca­do su his­to­ria. Frankie Knuckles es el refe­ren­te indis­cu­ti­ble, pero la lis­ta de pio­ne­ros es amplia: Larry Heard (Mr. Fingers) y su deep hou­se sofis­ti­ca­do; Marshall Jefferson y el himno “Move Your Body”; Ron Hardy, el DJ expe­ri­men­tal de Music Box; Adonis y su mini­ma­lis­mo cru­do; y DJ Pierre, inven­tor del acid hou­se.

En Nueva York, Larry Levan y el Paradise Garage apor­ta­ron el toque soul­ful y la cul­tu­ra del remix, mien­tras que en Detroit, figu­ras como Juan Atkins y Derrick May conec­ta­ron el hou­se con el techno, amplian­do aún más el espec­tro sono­ro. En Europa, Daft Punk, Cassius, David Morales y Masters at Work lle­va­ron el hou­se a nue­vas altu­ras, mien­tras que en la actua­li­dad, artis­tas como David Guetta, Calvin Harris, Carl Cox, Disclosure, Peggy Gou, Maya Jane Coles, Leon Vynehall y CamelPhat man­tie­nen el géne­ro en la cres­ta de la ola.

El hou­se actual es un cri­sol de esti­los y ten­den­cias. El tech hou­se, con su fusión de rit­mos techno y groo­ves hou­se, es el soni­do domi­nan­te en clu­bes y fes­ti­va­les. El deep hou­se sigue con­quis­tan­do a quie­nes bus­can atmós­fe­ras más intros­pec­ti­vas y ele­gan­tes. El futu­re rave y el bass hou­se apor­tan ener­gía y moder­ni­dad, mien­tras que la esce­na indie y under­ground sigue explo­ran­do nue­vas fron­te­ras sono­ras.

La tec­no­lo­gía ha sido cla­ve: des­de las cajas de rit­mos Roland y los sam­plers de los ochen­ta has­ta las pla­ta­for­mas de strea­ming y los DAWs actua­les, el hou­se ha sabi­do adap­tar­se a cada revo­lu­ción téc­ni­ca. Los DJs y pro­duc­to­res actua­les jue­gan con sam­ples, loops y efec­tos en tiem­po real, crean­do sets cada vez más diná­mi­cos y sor­pren­den­tes. La cul­tu­ra del club, la moda y la esté­ti­ca visual tam­bién for­man par­te del ADN del hou­se, que sigue sien­do sinó­ni­mo de comu­ni­dad, inclu­sión y liber­tad.

El hou­se no es solo músi­ca: es movi­mien­to, his­to­ria y futu­ro. Su capa­ci­dad para rein­ven­tar­se, absor­ber influen­cias y emo­cio­nar a públi­cos de todas las eda­des lo man­tie­ne tan vivo como el pri­mer día. Hoy, en cual­quier rin­cón del pla­ne­ta, hay alguien bai­lan­do hou­se y sin­tien­do esa cone­xión uni­ver­sal que solo este géne­ro pue­de ofre­cer.


Referencias

  1. Wikipedia (2024). House (músi­ca). Un repa­so exhaus­ti­vo al ori­gen, evo­lu­ción y carac­te­rís­ti­cas téc­ni­cas del hou­se, con espe­cial aten­ción a los pio­ne­ros de Chicago y la expan­sión glo­bal del géne­ro.

  2. 120 BPM Store (2021). House music – 120 bpm sto­re. Análisis de los ini­cios del hou­se, la influen­cia de la músi­ca dis­co y el papel de los clu­bes y DJs en la crea­ción del soni­do.

  3. Amped Studio (2024). ¿Qué es la músi­ca hou­se? Descripción de los artis­tas más influ­yen­tes y del impac­to de figu­ras como Frankie Knuckles, Marshall Jefferson, David Guetta y Calvin Harris en la popu­la­ri­za­ción y desa­rro­llo del géne­ro.

  4. Acusmatica (2025). Música House. Explicación de las carac­te­rís­ti­cas téc­ni­cas del hou­se, la impor­tan­cia de los sin­te­ti­za­do­res y sam­plers, y ejem­plos de temas repre­sen­ta­ti­vos como «French Kiss» de Lil Louis.

  5. Martha Debayle (2025). La his­to­ria del «House» con Mario Lafontaine. Recorrido por los orí­ge­nes, pio­ne­ros y sub­gé­ne­ros del hou­se, con anéc­do­tas y play­list reco­men­da­das para enten­der la evo­lu­ción del soni­do.

Cúbit, el ladrillo cuántico que está cambiando la informática

Tiempo de lec­tu­ra:
±12 minu­tos

Para escu­char mien­tras lees:

¿Has oído hablar de los cúbits y te has que­da­do con cara de póker? Tranquilo, no eres el úni­co. La pala­bra sue­na a cien­cia fic­ción, pero es mucho más real y, sobre todo, mucho más revo­lu­cio­na­ria de lo que pare­ce. Si algu­na vez te han con­ta­do que los orde­na­do­res cuán­ti­cos pue­den hacer magia, el secre­to está aquí: en el cúbit. Pero, ¿qué es exac­ta­men­te un cúbit y por qué todo el mun­do habla de él como si fue­ra el Santo Grial de la tec­no­lo­gía? Vamos a des­mon­tar el mis­te­rio y a expli­car­lo con pala­bras que no te hagan salir corrien­do.

El origen del cúbit y por qué es tan especial

Para enten­der el cúbit, pri­me­ro hay que ima­gi­nar el mun­do digi­tal clá­si­co, ese que usa­mos a dia­rio en nues­tros móvi­les y orde­na­do­res. Todo lo que ves en la pan­ta­lla, des­de el meme más ton­to has­ta el vídeo más viral, está hecho de bits. Un bit es la uni­dad míni­ma de infor­ma­ción y solo pue­de tener dos valo­res: 0 o 1. Así de sim­ple. Todo lo demás es una com­bi­na­ción de ceros y unos, como si la reali­dad digi­tal fue­ra un inmen­so mosai­co bina­rio.

Ahora, entra en esce­na el cúbit, abre­via­tu­ra de “bit cuán­ti­co”. El tér­mino lo pro­pu­so Benjamin Schumacher, un físi­co que, entre bro­mas y cafés, deci­dió bau­ti­zar así a la uni­dad míni­ma de infor­ma­ción en el mun­do cuán­ti­co. La dife­ren­cia con el bit clá­si­co es tan radi­cal que pare­ce magia, pero es pura físi­ca: el cúbit pue­de ser 0, pue­de ser 1, ¡y pue­de ser ambos a la vez! ¿Cómo es posi­ble? La cla­ve está en la super­po­si­ción, una de esas pro­pie­da­des de la mecá­ni­ca cuán­ti­ca que hacen que los físi­cos se fro­ten las manos y los inge­nie­ros sue­ñen con orde­na­do­res impo­si­bles.

Imagina que lan­zas una mone­da al aire. Mientras gira, no es ni cara ni cruz, sino una mez­cla de las dos. Solo cuan­do cae y la miras, se deci­de. Así fun­cio­na un cúbit: mien­tras no lo “miras” (es decir, mien­tras no lo mides), pue­de estar en una com­bi­na­ción de 0 y 1. Cuando lo mides, eli­ge uno de los dos esta­dos. Esta capa­ci­dad de estar “en ambos sitios a la vez” es lo que hace a los cúbits tan pode­ro­sos y tan dife­ren­tes de los bits clá­si­cos.

Pero la his­to­ria no ter­mi­na ahí. Los cúbits pue­den entre­la­zar­se, es decir, pue­den for­mar pare­jas (o tríos, o gru­pos) en los que el esta­do de uno depen­de del esta­do del otro, aun­que estén sepa­ra­dos por kiló­me­tros. Si mides uno, el otro “sabe” ins­tan­tá­nea­men­te el resul­ta­do, como si tuvie­ran tele­pa­tía cuán­ti­ca. Este fenó­meno, lla­ma­do entre­la­za­mien­to cuán­ti­co, es tan extra­ño que Einstein lo lla­ma­ba “acción fan­tas­mal a dis­tan­cia”. Sin embar­go, es real y se ha demos­tra­do en labo­ra­to­rio. Gracias a esto, los cúbits pue­den tra­ba­jar en equi­po de for­mas que los bits clá­si­cos ni sue­ñan.

De la teoría a la práctica, cómo se construye un cúbit y por qué cuesta tanto

Vale, ya sabe­mos que el cúbit pue­de ser 0 y 1 a la vez, y que pue­de entre­la­zar­se con otros cúbits para hacer cosas increí­bles. Pero, ¿cómo se hace un cúbit? ¿Es un chip, una par­tí­cu­la, una onda, una idea loca? La res­pues­ta cor­ta: pue­de ser muchas cosas. La res­pues­ta lar­ga: cual­quier sis­te­ma cuán­ti­co que ten­ga dos esta­dos bien defi­ni­dos pue­de ser un cúbit. Y aquí es don­de la ima­gi­na­ción (y la tec­no­lo­gía) se ponen a prue­ba.

Hay cúbits hechos con áto­mos atra­pa­dos por láse­res, con elec­tro­nes en nano­es­truc­tu­ras lla­ma­das pun­tos cuán­ti­cos, con cir­cui­tos super­con­duc­to­res que fun­cio­nan a tem­pe­ra­tu­ras cer­ca­nas al cero abso­lu­to, con espi­nes de elec­tro­nes en dia­man­tes… La lis­ta es lar­ga y cada méto­do tie­ne sus ven­ta­jas y sus pesa­di­llas téc­ni­cas. Algunos son muy esta­bles pero difí­ci­les de fabri­car en masa, otros son fáci­les de esca­lar pero se “des­pis­tan” con el míni­mo rui­do. Por ejem­plo, los cúbits de iones atra­pa­dos se mani­pu­lan con láse­res ultra­fi­nos, mien­tras que los de cir­cui­tos super­con­duc­to­res usan micro­on­das y requie­ren neve­ras gigan­tes­cas que enfrían todo casi has­ta el cero abso­lu­to.

¿Por qué tan­to lío? Porque los cúbits son deli­ca­dos. Cualquier inter­ac­ción con el entorno pue­de hacer­les per­der su “magia cuán­ti­ca” y con­ver­tir­se en sim­ples bits clá­si­cos. Este fenó­meno se lla­ma deco­he­ren­cia y es el gran enemi­go de la compu­tación cuán­ti­ca. Para evi­tar­lo, los labo­ra­to­rios pare­cen más qui­ró­fa­nos que fábri­cas de orde­na­do­res: todo se aís­la, se enfría, se pro­te­ge. Aun así, los cúbits actua­les solo pue­den man­te­ner su esta­do cuán­ti­co duran­te mili­se­gun­dos o, con suer­te, unos pocos segun­dos. Por eso, cons­truir orde­na­do­res cuán­ti­cos gran­des y fia­bles es uno de los mayo­res retos tec­no­ló­gi­cos del siglo.

Pero la cosa no aca­ba en fabri­car cúbits. Hay que conec­tar­los, hacer que “hablen” entre sí, que pro­ce­sen infor­ma­ción sin per­der la cohe­ren­cia. Aquí entra en jue­go la correc­ción de erro­res cuán­ti­cos. A dife­ren­cia de los bits clá­si­cos, que se pue­den leer y copiar sin pro­ble­mas, medir un cúbit pue­de des­truir su esta­do. Así que los inge­nie­ros han inven­ta­do for­mas de “escon­der” la infor­ma­ción de un cúbit lógi­co en varios cúbits físi­cos, usan­do códi­gos como el de Shor. Es como guar­dar un secre­to entre varios ami­gos, de modo que aun­que uno olvi­de su par­te, el gru­po pue­de recu­pe­rar­lo. Pero esto requie­re muchos más cúbits y un con­trol téc­ni­co casi obse­si­vo.

La visua­li­za­ción mate­má­ti­ca del cúbit tam­bién es pecu­liar. Se repre­sen­ta como un vec­tor en un espa­cio com­ple­jo bidi­men­sio­nal, y todos los esta­dos posi­bles se pue­den dibu­jar en la lla­ma­da esfe­ra de Bloch. Imagina una esfe­ra don­de cada pun­to repre­sen­ta un esta­do puro del cúbit. El inte­rior de la esfe­ra sir­ve para los lla­ma­dos esta­dos mez­cla, cuan­do no sabe­mos exac­ta­men­te en qué esta­do está el cúbit. Esta repre­sen­ta­ción ayu­da a los físi­cos a enten­der y mani­pu­lar los cúbits, aun­que a los pro­fa­nos nos sue­ne a arte abs­trac­to.

El futuro cuántico, por qué el cúbit puede cambiarlo todo

Ahora que ya no te sue­na a chino eso de “cúbit”, toca la pre­gun­ta del millón: ¿para qué sir­ve todo esto? ¿Por qué inver­tir millo­nes en una tec­no­lo­gía que pare­ce tan frá­gil y com­pli­ca­da? La res­pues­ta está en el poten­cial de la compu­tación cuán­ti­ca. Los orde­na­do­res cuán­ti­cos, ali­men­ta­dos por cúbits, pue­den pro­ce­sar infor­ma­ción de for­mas que los orde­na­do­res clá­si­cos ni ima­gi­nan. Gracias a la super­po­si­ción y el entre­la­za­mien­to, pue­den explo­rar muchas solu­cio­nes a la vez, lo que les per­mi­te resol­ver cier­tos pro­ble­mas en segun­dos que a los super­or­de­na­do­res clá­si­cos les lle­va­rían millo­nes de años.

Por ejem­plo, la fac­to­ri­za­ción de núme­ros gigan­tes (cla­ve para la crip­to­gra­fía actual) es un jue­go de niños para un orde­na­dor cuán­ti­co sufi­cien­te­men­te gran­de. Simular molé­cu­las com­ple­jas, dise­ñar nue­vos mate­ria­les, opti­mi­zar rutas, pre­de­cir el cli­ma con pre­ci­sión bru­tal… Las apli­ca­cio­nes son casi infi­ni­tas. Eso sí, no espe­res que tu por­tá­til cuán­ti­co lle­gue maña­na: la tec­no­lo­gía aún está en paña­les, aun­que avan­za a pasos de gigan­te. En 2019, IBM pre­sen­tó el pri­mer orde­na­dor cuán­ti­co comer­cial, el IBM Q System One, y des­de enton­ces la carre­ra no ha para­do.

Por IBM Research – https://www.flickr.com/photos/ibm_research_zurich/51248690716/, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=108205707

El camino no está exen­to de desa­fíos. Los cúbits nece­si­tan ser más esta­bles, más fáci­les de fabri­car y más bara­tos. Hay que mejo­rar los algo­rit­mos, los sis­te­mas de correc­ción de erro­res, la inte­gra­ción con tec­no­lo­gías clá­si­cas. Pero la revo­lu­ción ya ha empe­za­do. Cada avan­ce, cada cúbit aña­di­do, acer­ca un poco más ese futu­ro en el que la compu­tación cuán­ti­ca deja­rá de ser un expe­ri­men­to de labo­ra­to­rio y se con­ver­ti­rá en una herra­mien­ta coti­dia­na, tan nor­mal como hoy lo es el wifi o el GPS.

En resu­men, el cúbit es mucho más que una pala­bra rara: es la pie­za cla­ve de una revo­lu­ción tec­no­ló­gi­ca que pue­de cam­biar la cien­cia, la indus­tria y, quién sabe, has­ta la for­ma en que enten­de­mos el uni­ver­so. No es magia, es físi­ca cuán­ti­ca. Y aun­que aún que­da mucho por hacer, enten­der qué es un cúbit es el pri­mer paso para no que­dar­se atrás en la pró­xi­ma gran ola digi­tal.


Referencias

  1. Schumacher, B. (1995). Quantum coding. Physical Review A, 51(4), 2738–2747.
    Benjamin Schumacher intro­du­ce el tér­mino cúbit y des­cri­be la com­pre­sión de infor­ma­ción cuán­ti­ca, sen­tan­do las bases con­cep­tua­les de la infor­ma­ción cuán­ti­ca.
  2. Nielsen, M. A., & Chuang, I. L. (2010). Quantum Computation and Quantum Information. Cambridge University Press.
    Obra de refe­ren­cia sobre compu­tación cuán­ti­ca, expli­ca en pro­fun­di­dad la teo­ría y la prác­ti­ca de los cúbits y sus apli­ca­cio­nes.
  3. Preskill, J. (2018). Quantum Computing in the NISQ era and beyond. Quantum, 2, 79.
    Analiza el esta­do actual de la compu­tación cuán­ti­ca, los retos téc­ni­cos de los cúbits y las pers­pec­ti­vas de futu­ro.
  4. Feynman, R. P. (1982). Simulating phy­sics with com­pu­ters. International Journal of Theoretical Physics, 21(6/7), 467–488.
    Feynman plan­tea la idea de simu­lar sis­te­mas físi­cos con orde­na­do­res cuán­ti­cos, anti­ci­pan­do la impor­tan­cia de los cúbits.
  5. Ladd, T. D., Jelezko, F., Laflamme, R., Nakamura, Y., Monroe, C., & O’Brien, J. L. (2010). Quantum com­pu­ters. Nature, 464(7285), 45–53.
    Revisión sobre las tec­no­lo­gías de cúbits, sus imple­men­ta­cio­nes físi­cas y los desa­fíos para cons­truir orde­na­do­res cuán­ti­cos esca­la­bles.