«A Working Man», cuando la acción se convierte en castigo

Tiempo de lec­tu­ra: ±8 minu­tos

No hay nada peor que sen­tar­se fren­te a una pelí­cu­la de acción espe­ran­do explo­sio­nes, peleas memo­ra­bles y per­so­na­jes con caris­ma, y aca­bar desean­do que el villano gane solo para que la tor­tu­ra ter­mi­ne antes. «A Working Man», la últi­ma pro­pues­ta de Amazon Prime Video, es exac­ta­men­te eso: una colec­ción de erro­res enca­de­na­dos que ni Jason Statham ni Sylvester Stallone logran sal­var, por mucho que ambos nos cai­gan bien. Aquí no hay reden­ción posi­ble, solo un nau­fra­gio épi­co en cada depar­ta­men­to, des­de el guion has­ta la direc­ción, pasan­do por unos esce­na­rios que pare­cen saca­dos de un catá­lo­go de deco­ra­dos de sal­do.

La pre­mi­sa es tan vie­ja como el pro­pio géne­ro: Levon Cade, exma­ri­ne bri­tá­ni­co reci­cla­do a curran­te de la cons­truc­ción, se ve obli­ga­do a vol­ver a las anda­das cuan­do la hija de su jefe es secues­tra­da por una mafia rusa de sal­do. Statham, que sue­le ser garan­tía de mam­po­rros y ceño frun­ci­do, aquí pare­ce estar en pilo­to auto­má­ti­co, como si supie­ra que ni con tres cafés y dos dobles de whisky iba a poder levan­tar este muer­to. Stallone, por su par­te, fir­ma un guion que haría son­ro­jar a cual­quier beca­rio de Hollywood: diá­lo­gos de car­tón pie­dra, villa­nos de ope­re­ta y moti­va­cio­nes tan pro­fun­das como un char­co tras la llu­via.

La direc­ción de David Ayer, que en otros tiem­pos supo impri­mir cier­ta ener­gía a sus pelí­cu­las, aquí se pier­de en una mara­ña de pla­nos mal ilu­mi­na­dos y un mon­ta­je que haría pali­de­cer a cual­quier edi­tor de vídeos de bodas. Las esce­nas de acción, que debe­rían ser el alma de la pelí­cu­la, son un fes­ti­val de cor­tes abrup­tos, cáma­ra tem­blo­ro­sa y peleas que no trans­mi­ten ni ten­sión ni espec­ta­cu­la­ri­dad. Si bus­ca­bas adre­na­li­na, aquí solo encon­tra­rás bos­te­zos y la incó­mo­da sen­sa­ción de estar vien­do una paro­dia invo­lun­ta­ria del géne­ro.

Por si fue­ra poco, los acto­res secun­da­rios pare­cen haber sido ele­gi­dos en un cas­ting exprés en el bar de la esqui­na. Los villa­nos, con acen­tos rusos tan sobre­ac­tua­dos que rozan el ridícu­lo, no gene­ran ni mie­do ni res­pe­to. Más bien dan ganas de invi­tar­les a un karao­ke para ver si al menos allí logran des­ta­car. Los esce­na­rios, supues­ta­men­te ambien­ta­dos en Chicago, son una suce­sión de cli­chés urba­nos sin alma ni cohe­ren­cia geo­grá­fi­ca: un plano de la sky­li­ne aquí, una per­se­cu­ción por un subur­bio allá, y de repen­te, ¡zas!, esta­mos en un bos­que digno de pelí­cu­la de serie B. La pelí­cu­la no solo care­ce de sen­ti­do de lugar, sino que pare­ce roda­da en un lim­bo don­de la lógi­ca y la con­ti­nui­dad han sido des­te­rra­das.

El guion es un des­pro­pó­si­to mayúscu­lo. Stallone pare­ce haber vol­ca­do en el papel todas las ideas que se le ocu­rrie­ron en una tar­de de resa­ca: exsol­da­dos trau­ma­ti­za­dos, mafias rusas gené­ri­cas, secues­tros sin emo­ción, y un pro­ta­go­nis­ta que, en teo­ría, debe­ría ser un hom­bre corrien­te pero que aca­ba sien­do una cari­ca­tu­ra sin mati­ces. Las sub­tra­mas fami­lia­res, que en otras manos podrían haber apor­ta­do algo de huma­ni­dad, aquí solo sir­ven para alar­gar la ago­nía y dis­traer de lo poco que fun­cio­na. El resul­ta­do es una his­to­ria tan enre­ve­sa­da como insus­tan­cial, don­de nin­gún per­so­na­je impor­ta y los giros de guion se ven venir des­de el minu­to uno.

Stantham no sabe si tirar la gra­na­da o comér­se­la para aca­bar con el sufri­mien­to de seme­jan­te bodrio…

La acción, ese supues­to sal­va­vi­das, es el mayor nau­fra­gio de todos. Los com­ba­tes cuer­po a cuer­po, que debe­rían ser el sello de Statham, están edi­ta­dos con tal tor­pe­za que cues­ta seguir quién gol­pea a quién. La vio­len­cia, lejos de ser crea­ti­va o impac­tan­te, resul­ta repe­ti­ti­va y caren­te de ener­gía. Ni siquie­ra los efec­tos espe­cia­les logran apor­tar algo de emo­ción: explo­sio­nes de sal­do, dis­pa­ros sin fuer­za y una ban­da sono­ra que inten­ta, sin éxi­to, insu­flar vida a una pelí­cu­la ya mori­bun­da. El clí­max, que debe­ría ser el momen­to de reden­ción, es tan oscu­ro y mal roda­do que uno aca­ba miran­do el reloj, desean­do que la pesa­di­lla ter­mi­ne de una vez.

Si habla­mos de los per­so­na­jes secun­da­rios, la cosa no mejo­ra. Michael Peña y David Harbour apa­re­cen y des­apa­re­cen sin dejar hue­lla, como si ni ellos mis­mos supie­ran qué pin­tan en la his­to­ria. Los villa­nos, cari­ca­tu­res­cos has­ta el extre­mo, pare­cen saca­dos de una paro­dia de «Rocky & Bullwinkle» más que de una pelí­cu­la de acción seria. El resul­ta­do es un des­fi­le de cli­chés y sobre­ac­tua­cio­nes que no apor­tan nada, más allá de algún que otro momen­to invo­lun­ta­ria­men­te cómi­co.

La ambien­ta­ción es otro de los gran­des fra­ca­sos. La pelí­cu­la pre­su­me de estar ambien­ta­da en Chicago, pero la ciu­dad nun­ca cobra vida. Los esce­na­rios son gené­ri­cos, sin per­so­na­li­dad ni atmós­fe­ra, y el abu­so de pla­nos de la sky­li­ne aca­ba resul­tan­do can­sino. Las tran­si­cio­nes entre loca­li­za­cio­nes care­cen de lógi­ca, y uno tie­ne la sen­sa­ción de que los per­so­na­jes se tele­trans­por­tan de un sitio a otro sin que impor­te dema­sia­do el cómo ni el por­qué. Todo esto con­tri­bu­ye a una sen­sa­ción cons­tan­te de des­co­ne­xión, como si la pelí­cu­la estu­vie­ra impro­vi­sa­da sobre la mar­cha.

La direc­ción de Ayer, lejos de apor­tar cohe­ren­cia o rit­mo, se limi­ta a enca­de­nar esce­nas sin alma ni ten­sión. El mon­ta­je es caó­ti­co, la ilu­mi­na­ción es tan pobre que en oca­sio­nes cues­ta dis­tin­guir qué está ocu­rrien­do en pan­ta­lla, y la cáma­ra tem­blo­ro­sa solo aña­de con­fu­sión. La pelí­cu­la inten­ta com­pen­sar su fal­ta de ideas con vio­len­cia gra­tui­ta y fra­ses lapi­da­rias, pero ni siquie­ra en eso logra des­ta­car. El resul­ta­do es una expe­rien­cia visual­men­te des­agra­da­ble, que solo con­si­gue aumen­tar la frus­tra­ción del espec­ta­dor.

En cuan­to a Statham, poco se le pue­de repro­char. Hace lo que pue­de con el mate­rial que le han dado, pero ni su caris­ma ni su peri­cia en las esce­nas de acción logran sal­var el con­jun­to. Su acen­to, nor­mal­men­te incon­fun­di­ble, aquí se con­vier­te en un expe­ri­men­to falli­do que des­con­cier­ta más que otra cosa. Es como si el pro­pio actor supie­ra que está atra­pa­do en un pro­yec­to sin rum­bo, y se limi­ta­ra a cum­plir el expe­dien­te sin dema­sia­do entu­sias­mo.

Michael Peña pen­san­do en que habrá hecho para mere­cer esto…

El guion de Stallone es, pro­ba­ble­men­te, el mayor las­tre de la pelí­cu­la. Todo sue­na a déjà vu, a ideas reci­cla­das y per­so­na­jes pla­nos. Las moti­va­cio­nes de los villa­nos son inexis­ten­tes, los diá­lo­gos son for­za­dos y las situa­cio­nes resul­tan tan inve­ro­sí­mi­les que cues­ta tomar­se en serio nada de lo que ocu­rre en pan­ta­lla. Ni siquie­ra los inten­tos de humor fun­cio­nan, y las pocas sub­tra­mas fami­lia­res solo sir­ven para aña­dir minu­tos inne­ce­sa­rios a una pelí­cu­la que ya de por sí se hace inter­mi­na­ble.

En resu­men, «A Working Man» es un desas­tre de prin­ci­pio a fin. Ni la acción, ni los acto­res, ni los esce­na­rios, ni el guion logran estar a la altu­ra. Es una pelí­cu­la que solo pue­de reco­men­dar­se a los com­ple­tis­tas de Statham o a quie­nes dis­fru­ten con los desas­tres cine­ma­to­grá­fi­cos. El res­to haría bien en bus­car otra cosa que ver, por­que aquí solo encon­tra­rán decep­ción, abu­rri­mien­to y la incó­mo­da sen­sa­ción de haber per­di­do dos horas de su vida que jamás recu­pe­ra­rán.

«Miss Meadows»: Katie Holmes y la dulce venganza en tacones de claqué

Un cuen­to de hadas sub­ur­bano con pis­to­la en el bol­so

Cuando Katie Holmes deci­dió encar­nar a la pecu­liar pro­ta­go­nis­ta de «Miss Meadows», pro­ba­ble­men­te bus­ca­ba un papel que rom­pie­ra con su ima­gen habi­tual. Estrenada el 14 de noviem­bre de 2014 tras su paso por el Festival de Tribeca, la pelí­cu­la escri­ta y diri­gi­da por Karen Leigh Hopkins es una come­dia negra con tin­tes de thri­ller psi­co­ló­gi­co que mez­cla la ino­cen­cia de un cuen­to de hadas con la vio­len­cia del cine de jus­ti­cie­ros. Holmes inter­pre­ta a una maes­tra sus­ti­tu­ta de pri­mer gra­do, Mary Meadows, que cami­na por la vida con moda­les impe­ca­bles, ves­tua­rio de otra épo­ca y una pis­to­la semi­au­to­má­ti­ca siem­pre lis­ta en su bol­so. Su misión: eli­mi­nar a los cri­mi­na­les que ame­na­zan la paz de su idí­li­co vecin­da­rio sub­ur­bano, todo ello sin per­der la son­ri­sa ni el com­pás de sus zapa­tos de cla­qué.

La tra­ma se des­plie­ga en un entorno que pare­ce saca­do de una pos­tal de los años 50, don­de la pro­ta­go­nis­ta se mue­ve entre jar­di­nes per­fec­ta­men­te cui­da­dos, con­ver­sa­cio­nes con ardi­llas y paseos en un Nash Metropolitan de 1956. Pero bajo esa super­fi­cie de per­fec­ción, late una his­to­ria de trau­ma y jus­ti­cia por mano pro­pia. La seño­ri­ta Meadows, mar­ca­da por el ase­si­na­to de su madre cuan­do era niña, ha cons­trui­do un uni­ver­so pro­pio don­de la ino­cen­cia con­vi­ve con la vio­len­cia, y la línea entre el bien y el mal se difu­mi­na peli­gro­sa­men­te.

El elen­co, enca­be­za­do por Holmes, inclu­ye a James Badge Dale como el she­riff que se deba­te entre el deber y el amor, Callan Mulvey como el inquie­tan­te Skylar y Jean Smart en el papel de la madre de Meadows. El guion jue­ga cons­tan­te­men­te con el con­tras­te entre la apa­rien­cia ange­li­cal de la pro­ta­go­nis­ta y la bru­ta­li­dad de sus accio­nes, mien­tras la direc­ción de Hopkins opta por un tono que osci­la entre el humor negro y el dra­ma psi­co­ló­gi­co, sin decan­tar­se nun­ca del todo por uno u otro extre­mo.

La pelí­cu­la no rehú­ye las pre­gun­tas incó­mo­das: ¿es legí­ti­mo tomar­se la jus­ti­cia por la mano? ¿Qué con­se­cuen­cias tie­ne el trau­ma infan­til en la vida adul­ta? ¿Puede alguien ser a la vez víc­ti­ma y ver­du­go? «Miss Meadows» no ofre­ce res­pues­tas fáci­les, pero sí un retra­to fas­ci­nan­te de una heroí­na tan entra­ña­ble como per­tur­ba­do­ra.

Vestuario: el arte de dis­fra­zar la locu­ra

Uno de los gran­des acier­tos de «Miss Meadows» es su dise­ño de ves­tua­rio, a car­go de Brenda Abbandandolo. La ropa de la pro­ta­go­nis­ta es un per­so­na­je en sí mis­mo: ves­ti­dos a la rodi­lla, fal­das de talle alto, guan­tes blan­cos, pei­na­dos puli­dos y, por supues­to, los inse­pa­ra­bles zapa­tos de cla­qué. El look de Meadows evo­ca a Mary Poppins, pero con un giro oscu­ro y sub­ver­si­vo. Cada pren­da refuer­za la dua­li­dad del per­so­na­je: la apa­rien­cia de ino­cen­cia y pure­za con­tras­ta con la pis­to­la que escon­de en su bol­so y la deter­mi­na­ción con la que eje­cu­ta a los cri­mi­na­les.

El ves­tua­rio no solo defi­ne a la pro­ta­go­nis­ta, sino que tam­bién con­tri­bu­ye a la atmós­fe­ra de fábu­la retor­ci­da que impreg­na la pelí­cu­la. El she­riff, por ejem­plo, luce un aspec­to deli­be­ra­da­men­te anti­cua­do, con entra­das pro­nun­cia­das y aire des­pis­ta­do, mien­tras que los villa­nos son retra­ta­dos con ras­gos exa­ge­ra­dos, casi cari­ca­tu­res­cos. La esce­no­gra­fía acom­pa­ña este enfo­que esti­li­za­do, con casas, jar­di­nes y coches que pare­cen saca­dos de una pos­tal retro, refor­zan­do la sen­sa­ción de estar en un uni­ver­so para­le­lo don­de las reglas de la lógi­ca y la mora­li­dad han sido rees­cri­tas.

El ves­tua­rio y la esté­ti­ca visual fun­cio­nan como una más­ca­ra que per­mi­te a la pro­ta­go­nis­ta mover­se entre dos mun­dos: el de la maes­tra modé­li­ca y el de la jus­ti­cie­ra impla­ca­ble. Es pre­ci­sa­men­te esa ambi­güe­dad la que hace que el espec­ta­dor no pue­da evi­tar sim­pa­ti­zar con ella, inclu­so cuan­do sus accio­nes resul­tan moral­men­te cues­tio­na­bles.

Banda sono­ra y foto­gra­fía: entre la inge­nui­dad y la inquie­tud

La músi­ca de «Miss Meadows», com­pues­ta por Jeff Cardoni, refuer­za el tono ambi­guo de la pelí­cu­la. La ban­da sono­ra alter­na melo­días lige­ras y casi infan­ti­les con temas más oscu­ros y ten­sos, acom­pa­ñan­do los cam­bios de regis­tro del guion. Destacan can­cio­nes como “Dumbhead” de Gal Pals, “The Long Haul” de No, y ver­sio­nes inter­pre­ta­das por la pro­pia Katie Holmes, como “These Boots Are Made For Walkin’”, que apor­ta un gui­ño iró­ni­co a la dua­li­dad del per­so­na­je.

La foto­gra­fía, a car­go de Barry Markowitz, es otro de los pila­res esti­lís­ti­cos del fil­me. Desde los pri­me­ros minu­tos, la cáma­ra se recrea en los colo­res pas­tel, la luz sua­ve y los encua­dres simé­tri­cos que evo­can la esté­ti­ca de los años 50. Pero esta apa­rien­cia de per­fec­ción se ve cons­tan­te­men­te alte­ra­da por deta­lles inquie­tan­tes: la pis­to­la aso­man­do en el bol­so de la pro­ta­go­nis­ta, la san­gre que man­cha el asfal­to tras una eje­cu­ción, o los pri­me­ros pla­nos de los ojos de Meadows, don­de la ino­cen­cia y la locu­ra se mez­clan en una mira­da impo­si­ble de des­ci­frar.

La direc­ción de foto­gra­fía jue­ga con la pro­fun­di­dad de cam­po y la com­po­si­ción para sub­ra­yar el ais­la­mien­to de la pro­ta­go­nis­ta. Muchas esce­nas la mues­tran sola en espa­cios amplios, rodea­da de una natu­ra­le­za domes­ti­ca­da pero aje­na, como si el mun­do real estu­vie­ra siem­pre a pun­to de irrum­pir en su bur­bu­ja de fan­ta­sía. Este con­tras­te entre la belle­za arti­fi­cial del entorno y la vio­len­cia laten­te de la his­to­ria es uno de los mayo­res logros visua­les de la pelí­cu­la.

La músi­ca y la ima­gen se com­bi­nan para crear una atmós­fe­ra de cuen­to de hadas enve­ne­na­do, don­de cada ele­men­to —des­de el soni­do de los zapa­tos de cla­qué has­ta el bri­llo de los guan­tes blan­cos— con­tri­bu­ye a la cons­truc­ción de un uni­ver­so tan atrac­ti­vo como inquie­tan­te.

Protagonistas: luces y som­bras en la inter­pre­ta­ción

Katie Holmes lle­va el peso de la pelí­cu­la sobre sus hom­bros, y lo hace con una inter­pre­ta­ción que ha divi­di­do a la crí­ti­ca. Algunos con­si­de­ran que su actua­ción care­ce del caris­ma y la locu­ra nece­sa­rios para un per­so­na­je tan extre­mo, mien­tras que otros valo­ran su capa­ci­dad para trans­mi­tir la fra­gi­li­dad y el dolor ocul­tos tras la facha­da de per­fec­ción. Holmes dota a Miss Meadows de una ino­cen­cia casi infan­til, que con­tras­ta de for­ma per­tur­ba­do­ra con la frial­dad con la que eje­cu­ta a sus víc­ti­mas. Su dic­ción afec­ta­da, sus ges­tos deli­ca­dos y su son­ri­sa per­ma­nen­te refuer­zan la sen­sa­ción de estar ante una heroí­na sali­da de otro tiem­po, inca­paz de adap­tar­se a la bru­ta­li­dad del mun­do moderno.

James Badge Dale inter­pre­ta al she­riff, un hom­bre sen­ci­llo y algo tor­pe que se ena­mo­ra de la pro­ta­go­nis­ta sin sos­pe­char su ver­da­de­ra natu­ra­le­za. Su papel fun­cio­na como con­tra­pun­to a la extra­va­gan­cia de Meadows: repre­sen­ta la nor­ma­li­dad, la ley y el deseo de for­mar una fami­lia, aun­que para ello deba acep­tar la locu­ra de su pare­ja. Callan Mulvey, por su par­te, encar­na a Skylar, el villano de la his­to­ria, con una mez­cla de ame­na­za y pate­tis­mo que refuer­za la ten­sión en los momen­tos cla­ve del fil­me.

El res­to del repar­to cum­ple con sol­ven­cia, aun­que sus per­so­na­jes están cla­ra­men­te al ser­vi­cio de la pro­ta­go­nis­ta. Jean Smart, como la madre de Meadows, apor­ta un toque de mis­te­rio y ter­nu­ra, mien­tras que los secun­da­rios con­tri­bu­yen a dibu­jar el uni­ver­so cerra­do y arti­fi­cial en el que se mue­ve la pro­ta­go­nis­ta.

La quí­mi­ca entre Holmes y Dale es uno de los pun­tos fuer­tes de la pelí­cu­la, espe­cial­men­te en las esce­nas en las que el she­riff empie­za a sos­pe­char la ver­dad sobre su ama­da. El guion jue­ga con la ambi­güe­dad moral de ambos per­so­na­jes, obli­gan­do al espec­ta­dor a cues­tio­nar­se has­ta qué pun­to es posi­ble jus­ti­fi­car la vio­len­cia en nom­bre de la jus­ti­cia.

Recepción y lega­do: una fábu­la incó­mo­da

«Miss Meadows» no fue un éxi­to de crí­ti­ca ni de públi­co. Con una pun­tua­ción del 25% en Rotten Tomatoes y un 43100 en Metacritic, la mayo­ría de los ana­lis­tas coin­ci­die­ron en seña­lar las debi­li­da­des del guion y la fal­ta de pro­fun­di­dad en el desa­rro­llo de los per­so­na­jes. Sin embar­go, algu­nos valo­ra­ron posi­ti­va­men­te la ori­gi­na­li­dad de la pro­pues­ta, el ries­go esti­lís­ti­co y la inter­pre­ta­ción de Holmes, que supo rein­ven­tar­se en un papel ale­ja­do de sus regis­tros habi­tua­les.

La pelí­cu­la se ha con­ver­ti­do en una peque­ña obra de cul­to para los aman­tes del cine indie y las his­to­rias de jus­ti­cie­ros atí­pi­cos. Su mez­cla de come­dia negra, dra­ma psi­co­ló­gi­co y esté­ti­ca retro la sitúa en la órbi­ta de títu­los como «Heathers» o «God Bless America», aun­que sin alcan­zar el nivel de estas en cuan­to a impac­to o sofis­ti­ca­ción.

En defi­ni­ti­va, «Miss Meadows» es una pelí­cu­la imper­fec­ta pero fas­ci­nan­te, que invi­ta a refle­xio­nar sobre la jus­ti­cia, la mora­li­dad y el pre­cio de la ino­cen­cia. Su pro­ta­go­nis­ta, con su son­ri­sa peren­ne y sus zapa­tos de cla­qué, es un recor­da­to­rio de que, a veces, los mons­truos más peli­gro­sos se escon­den tras las más­ca­ras más encan­ta­do­ras.

Referencias

  1. Wikipedia (2024). Miss Meadows. Recuperado de https://es.wikipedia.org/wiki/Miss_Meadows
    Breve ficha téc­ni­ca, sinop­sis deta­lla­da, aná­li­sis de per­so­na­jes y con­tex­to de pro­duc­ción.
  2. Filmaffinity (2014). Miss Meadows (2014) – Ficha téc­ni­ca y sinop­sis. Recuperado de https://www.filmaffinity.com/es/film846270.html
    Datos téc­ni­cos, ficha artís­ti­ca y bre­ve resu­men argu­men­tal.
  3. IMDb (2024). Miss Meadows (2014) – Soundtracks. Recuperado de https://www.imdb.com/title/tt3128900/soundtrack/
    Listado de can­cio­nes y deta­lles sobre la ban­da sono­ra de la pelí­cu­la.
  4. Portal Arlequín (2019). Crítica: Miss Meadows (2014). Recuperado de https://www.portalarlequin.com.ar/miss-meadows/
    Crítica espe­cia­li­za­da sobre las inter­pre­ta­cio­nes y el tono de la pelí­cu­la.
  5. Cápsulas de Cine (2014). Miss Meadows – cáp­su­las de cine. Recuperado de http://capsulasdecine.blogspot.com/2014/12/miss-meadows.html
    Análisis del esti­lo visual y narra­ti­vo, así como de la recep­ción crí­ti­ca.

Mundos subterráneos: La estética y narrativa de «City of Ember» y «Silo»

En el vas­to uni­ver­so de la cien­cia fic­ción dis­tó­pi­ca, dos obras des­ta­can por su explo­ra­ción de socie­da­des sub­te­rrá­neas: la pelí­cu­la «City of Ember» y la serie «Silo». Ambas pro­duc­cio­nes, sepa­ra­das por más de una déca­da, ofre­cen visio­nes úni­cas de la super­vi­ven­cia huma­na en entor­nos cerra­dos, cada una con su pro­pia esté­ti­ca y narra­ti­va. A pesar de sus simi­li­tu­des super­fi­cia­les, estas obras pre­sen­tan enfo­ques dis­tin­tos sobre la vida bajo tie­rra, refle­jan­do las preo­cu­pa­cio­nes y esti­los narra­ti­vos de sus res­pec­ti­vas épo­cas.

Orígenes literarios y adaptaciones

«City of Ember», basa­da en la nove­la homó­ni­ma de Jeanne DuPrau publi­ca­da en 2003, lle­gó a la gran pan­ta­lla en 2008. La his­to­ria, ori­gi­nal­men­te con­ce­bi­da como lite­ra­tu­ra juve­nil, se cen­tra en una ciu­dad sub­te­rrá­nea cons­trui­da como refu­gio ante una catás­tro­fe glo­bal inmi­nen­te. Por su par­te, «Silo», adap­ta­ción de la serie de nove­las de Hugh Howey ini­cia­da con «Wool» en 2011, debu­tó como serie de tele­vi­sión en 2023, ofre­cien­do una visión más madu­ra y com­ple­ja de la vida en un entorno cerra­do24.

Esta dife­ren­cia tem­po­ral entre las obras ori­gi­na­les y sus adap­ta­cio­nes se refle­ja no solo en sus enfo­ques narra­ti­vos, sino tam­bién en la for­ma en que abor­dan temas como el con­trol social, la bús­que­da de la ver­dad y la rela­ción entre el indi­vi­duo y la comu­ni­dad. Mientras «City of Ember» man­tie­ne un tono más juve­nil y espe­ran­za­dor, «Silo» se sumer­ge en temas más oscu­ros y com­ple­jos, diri­gi­dos a un públi­co adul­to.

Estética y diseño: Dos visiones del mundo subterráneo

La esté­ti­ca visual jue­ga un papel cru­cial en ambas pro­duc­cio­nes, crean­do atmós­fe­ras úni­cas que refle­jan las reali­da­des de sus res­pec­ti­vos mun­dos fic­ti­cios.

La ciudad luminosa de Ember

La ciu­dad de Ember des­lum­bra con su esté­ti­ca steam­punk y deca­den­te, don­de la inge­nie­ría impro­vi­sa­da y el reci­cla­je son pro­ta­go­nis­tas. Sus calles y edi­fi­cios, ilu­mi­na­dos por una red eléc­tri­ca en decli­ve, crean una atmós­fe­ra úni­ca de mara­vi­lla y dete­rio­ro. La pale­ta de colo­res cáli­dos y la ilu­mi­na­ción cons­tan­te con­tras­tan con la oscu­ri­dad que ame­na­za con engu­llir la ciu­dad, sim­bo­li­zan­do la lucha entre la espe­ran­za y la deses­pe­ra­ción.

El dise­ño de pro­duc­ción de «City of Ember» se esfuer­za por crear un mun­do que, a pesar de su ais­la­mien­to, rebo­sa de vida y crea­ti­vi­dad. Los habi­tan­tes de Ember han adap­ta­do cada rin­cón de su entorno, crean­do una socie­dad fun­cio­nal a par­tir de los res­tos de la civi­li­za­ción que los pre­ce­dió. Esta esté­ti­ca refle­ja la resi­lien­cia y el inge­nio humano fren­te a cir­cuns­tan­cias adver­sas, temas cen­tra­les en la narra­ti­va de la pelí­cu­la.

El silo austero y claustrofóbico

En con­tras­te, el silo de la serie homó­ni­ma pre­sen­ta un dise­ño más aus­te­ro y fun­cio­nal, con su estruc­tu­ra ver­ti­cal que recuer­da a un ras­ca­cie­los inver­ti­do. La esté­ti­ca de «Silo» enfa­ti­za la claus­tro­fo­bia y el con­trol, con espa­cios metá­li­cos y uti­li­ta­rios que refle­jan la rigi­dez de su socie­dad. Los tonos fríos y la ilu­mi­na­ción tenue crean una sen­sa­ción de opre­sión cons­tan­te, sub­ra­yan­do la natu­ra­le­za con­tro­la­da y arti­fi­cial del entorno.

El dise­ño del silo es un per­so­na­je en sí mis­mo, con sus dife­ren­tes nive­les repre­sen­tan­do la estra­ti­fi­ca­ción social y las diná­mi­cas de poder den­tro de la comu­ni­dad. La ver­ti­ca­li­dad del silo no solo es un desa­fío físi­co para sus habi­tan­tes, sino tam­bién una metá­fo­ra de las barre­ras socia­les y psi­co­ló­gi­cas que deben supe­rar.

Narrativas y personajes: De la inocencia a la complejidad

Ambas his­to­rias giran en torno al des­cu­bri­mien­to de secre­tos ocul­tos y la bús­que­da de la ver­dad sobre el mun­do exte­rior. Sin embar­go, la for­ma en que abor­dan estos temas y desa­rro­llan sus per­so­na­jes difie­re sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te.

Los jóvenes héroes de Ember

«City of Ember» se cen­tra en jóve­nes pro­ta­go­nis­tas como Lina Mayfleet y Doon Harrow, quie­nes encar­nan la curio­si­dad y el opti­mis­mo. Su bús­que­da de la ver­dad y su deseo de sal­var su ciu­dad mori­bun­da impul­san la narra­ti­va, ofre­cien­do una his­to­ria de coming-of-age en un entorno dis­tó­pi­co. La ino­cen­cia y deter­mi­na­ción de estos per­so­na­jes con­tras­tan con la resig­na­ción de muchos adul­tos de Ember, plan­tean­do pre­gun­tas sobre la con­for­mi­dad y el valor de cues­tio­nar el sta­tus quo.

La pelí­cu­la explo­ra temas como la corrup­ción polí­ti­ca, repre­sen­ta­da por el alcal­de Cole, y la impor­tan­cia del cono­ci­mien­to y la edu­ca­ción como herra­mien­tas para el cam­bio. La rela­ción entre Lina y Doon, así como sus inter­ac­cio­nes con figu­ras adul­tas como Loris Harrow, padre de Doon, aña­den pro­fun­di­dad emo­cio­nal a la narra­ti­va, mos­tran­do cómo el apo­yo inter­ge­ne­ra­cio­nal pue­de ser cru­cial para el pro­gre­so.

Los complejos habitantes del Silo

«Silo», por su par­te, pre­sen­ta per­so­na­jes adul­tos como Juliette Nichols, que se enfren­tan a dile­mas mora­les más com­ple­jos y a un sis­te­ma de con­trol más sofis­ti­ca­do. La serie explo­ra temas como la mani­pu­la­ción de la ver­dad, la natu­ra­le­za del poder y el cos­to per­so­nal de desa­fiar las nor­mas esta­ble­ci­das. Los per­so­na­jes de «Silo» son más mati­za­dos, con moti­va­cio­nes y leal­ta­des que a menu­do entran en con­flic­to, refle­jan­do la com­ple­ji­dad de la vida en un entorno cerra­do y alta­men­te regu­la­do.

La narra­ti­va de «Silo» se desa­rro­lla como un mis­te­rio en capas, don­de cada reve­la­ción plan­tea nue­vas pre­gun­tas sobre la natu­ra­le­za del silo y las razo­nes de su exis­ten­cia. Este enfo­que per­mi­te una explo­ra­ción más pro­fun­da de temas como la memo­ria colec­ti­va, la iden­ti­dad y el papel del indi­vi­duo en la socie­dad.

El puente entre dos mundos: Tim Robbins

Un ele­men­to fas­ci­nan­te que conec­ta ambas pro­duc­cio­nes es la pre­sen­cia de Tim Robbins, cuya par­ti­ci­pa­ción en ambos pro­yec­tos ofre­ce una intere­san­te pers­pec­ti­va sobre la evo­lu­ción del géne­ro dis­tó­pi­co en la pan­ta­lla48.

Loris Harrow: El inventor esperanzado

En «City of Ember», Robbins inter­pre­ta a Loris Harrow, el padre de Doon. Loris es un inven­tor bon­da­do­so que, a pesar de las difi­cul­ta­des, man­tie­ne viva la chis­pa de la crea­ti­vi­dad y la espe­ran­za. Su per­so­na­je repre­sen­ta la impor­tan­cia del cono­ci­mien­to y la inno­va­ción en tiem­pos de cri­sis, apo­yan­do la bús­que­da de la ver­dad de su hijo y, por exten­sión, el futu­ro de Ember.

El papel de Robbins como Loris aña­de una capa de pro­fun­di­dad emo­cio­nal a la pelí­cu­la, mos­tran­do la ten­sión entre la resig­na­ción ante las cir­cuns­tan­cias y el deseo de un futu­ro mejor. Su rela­ción con Doon es cen­tral para el desa­rro­llo del per­so­na­je del joven pro­ta­go­nis­ta, ilus­tran­do cómo el apo­yo y la sabi­du­ría de las gene­ra­cio­nes ante­rio­res pue­den ser cru­cia­les para el pro­gre­so.

Bernard Holland: El guardián de secretos

En «Silo», Robbins da vida a Bernard Holland, un per­so­na­je mucho más ambi­guo y auto­ri­ta­rio, fun­da­men­tal en el man­te­ni­mien­to del sta­tus quo den­tro del silo. Bernard es un líder que cree fir­me­men­te en la nece­si­dad de man­te­ner el orden a toda cos­ta, inclu­so si eso sig­ni­fi­ca ocul­tar la ver­dad a los habi­tan­tes del silo.

El per­so­na­je de Bernard es com­ple­jo y mul­ti­fa­cé­ti­co, repre­sen­tan­do las difí­ci­les deci­sio­nes y com­pro­mi­sos mora­les que a menu­do deben hacer quie­nes están en posi­cio­nes de poder en socie­da­des cerra­das. A tra­vés de Bernard, la serie explo­ra temas como la jus­ti­fi­ca­ción del con­trol social, el peso del cono­ci­mien­to prohi­bi­do y las con­se­cuen­cias de man­te­ner secre­tos que podrían des­es­ta­bi­li­zar toda una socie­dad.

La dualidad de Robbins: Un reflejo de la evolución del género

La par­ti­ci­pa­ción de Tim Robbins en ambas pro­duc­cio­nes no solo sir­ve como un curio­so pun­to de cone­xión entre ellas, sino que tam­bién ilus­tra la evo­lu­ción del géne­ro dis­tó­pi­co en la pan­ta­lla. Su tran­si­ción de un per­so­na­je espe­ran­za­dor y de apo­yo en «City of Ember» a uno más com­ple­jo y moral­men­te ambi­guo en «Silo» refle­ja el cam­bio en las narra­ti­vas dis­tó­pi­cas hacia temas más madu­ros y mati­za­dos.

Esta dua­li­dad en sus roles refle­ja la evo­lu­ción del géne­ro dis­tó­pi­co y las dife­ren­tes apro­xi­ma­cio­nes a temas como el poder, la liber­tad y la res­pon­sa­bi­li­dad indi­vi­dual fren­te al bien­es­tar colec­ti­vo. Mientras Loris Harrow encar­na la espe­ran­za y el apo­yo a la nue­va gene­ra­ción, Bernard Holland repre­sen­ta las com­ple­ji­da­des y los com­pro­mi­sos mora­les que con­lle­va el lide­raz­go en un mun­do cerra­do y poten­cial­men­te hos­til.

Temas y motivos recurrentes

A pesar de sus dife­ren­cias en tono y enfo­que, «City of Ember» y «Silo» com­par­ten varios temas y moti­vos que son carac­te­rís­ti­cos del géne­ro dis­tó­pi­co sub­te­rrá­neo.

El misterio del mundo exterior

Ambas his­to­rias jue­gan con la idea de un mun­do exte­rior des­co­no­ci­do y poten­cial­men­te peli­gro­so. En «City of Ember», este mis­te­rio se pre­sen­ta como una pro­me­sa de sal­va­ción, un lugar mejor al que los pro­ta­go­nis­tas aspi­ran lle­gar. En «Silo», el mun­do exte­rior es tabú, un tema prohi­bi­do que gene­ra tan­to curio­si­dad como temor entre los habi­tan­tes.

Este con­tras­te en la per­cep­ción del mun­do exte­rior refle­ja las dife­ren­tes filo­so­fías detrás de cada his­to­ria. Mientras «City of Ember» pro­mue­ve la explo­ra­ción y el des­cu­bri­mien­to como medios para la sal­va­ción, «Silo» exa­mi­na cómo el mie­do y la incer­ti­dum­bre pue­den ser uti­li­za­dos como herra­mien­tas de con­trol social.

La lucha contra el tiempo

El ele­men­to del tiem­po jue­ga un papel cru­cial en ambas narra­ti­vas. En «City of Ember», la ciu­dad se enfren­ta a un colap­so inmi­nen­te debi­do al fallo de su gene­ra­dor, crean­do un sen­ti­do de urgen­cia que impul­sa la acción de los pro­ta­go­nis­tas. En «Silo», aun­que la ame­na­za no es tan inme­dia­ta, exis­te una sen­sa­ción cons­tan­te de que el tiem­po se ago­ta, ya sea en tér­mi­nos de recur­sos o de la capa­ci­dad de los habi­tan­tes para man­te­ner su for­ma de vida.

Esta lucha con­tra el tiem­po aña­de ten­sión a las narra­ti­vas y sub­ra­ya la pre­ca­rie­dad de las socie­da­des cerra­das, plan­tean­do pre­gun­tas sobre la sos­te­ni­bi­li­dad a lar­go pla­zo de tales sis­te­mas.

El papel de la tecnología y el conocimiento

Tanto «City of Ember» como «Silo» explo­ran la rela­ción entre la tec­no­lo­gía, el cono­ci­mien­to y el poder. En Ember, la tec­no­lo­gía en decli­ve es un recor­da­to­rio cons­tan­te de la fra­gi­li­dad de su socie­dad, mien­tras que el cono­ci­mien­to olvi­da­do se con­vier­te en la cla­ve para la sal­va­ción. En el silo, la tec­no­lo­gía es tan­to una herra­mien­ta de super­vi­ven­cia como de con­trol, y el cono­ci­mien­to prohi­bi­do es un arma pode­ro­sa en manos de quie­nes lo poseen.

Estas narra­ti­vas invi­tan a refle­xio­nar sobre cómo la tec­no­lo­gía y el cono­ci­mien­to pue­den ser uti­li­za­dos tan­to para libe­rar como para opri­mir, depen­dien­do de quién los con­tro­le y cómo se apli­quen.

Adaptación y fidelidad al material original

La adap­ta­ción de obras lite­ra­rias al medio audio­vi­sual siem­pre pre­sen­ta desa­fíos, y tan­to «City of Ember» como «Silo» ofre­cen intere­san­tes estu­dios de caso en este aspec­to.

«City of Ember»: Del libro a la pantalla grande

La adap­ta­ción de «City of Ember» al cine man­tu­vo en gran medi­da la esen­cia y los ele­men­tos cla­ve de la nove­la de Jeanne DuPrau. Sin embar­go, como es común en las adap­ta­cio­nes cine­ma­to­grá­fi­cas, se rea­li­za­ron algu­nos cam­bios para adap­tar la his­to­ria al for­ma­to visual y a las expec­ta­ti­vas de una audien­cia más amplia.

Uno de los mayo­res desa­fíos fue tra­du­cir la atmós­fe­ra claus­tro­fó­bi­ca y mis­te­rio­sa de la ciu­dad sub­te­rrá­nea a la pan­ta­lla. El dise­ño de pro­duc­ción jugó un papel cru­cial en este aspec­to, crean­do un mun­do visual­men­te rico que cap­tu­ra­ba la esen­cia de la nove­la. La pelí­cu­la tam­bién ampli­fi­có algu­nos ele­men­tos de acción y aven­tu­ra para aumen­tar el atrac­ti­vo visual y el rit­mo narra­ti­vo.

«Silo»: Expandiendo el universo de Hugh Howey

La adap­ta­ción de «Silo» a serie de tele­vi­sión per­mi­tió una explo­ra­ción más pro­fun­da y deta­lla­da del mun­do crea­do por Hugh Howey en sus nove­las. El for­ma­to de serie ofre­ció la opor­tu­ni­dad de desa­rro­llar sub­tra­mas y per­so­na­jes secun­da­rios que enri­que­cen el uni­ver­so del silo.

Una de las for­ta­le­zas de la adap­ta­ción de «Silo» es cómo logra man­te­ner el mis­te­rio y la ten­sión a lo lar­go de múl­ti­ples epi­so­dios, dosi­fi­can­do las reve­la­cio­nes de mane­ra simi­lar a como lo hacen las nove­las. La serie tam­bién apro­ve­cha las posi­bi­li­da­des visua­les para crear un sen­ti­do de esca­la y claus­tro­fo­bia que com­ple­men­ta la narra­ti­va escri­ta.

Impacto cultural y recepción

Tanto «City of Ember» como «Silo» han deja­do su hue­lla en el pano­ra­ma de la cien­cia fic­ción dis­tó­pi­ca, aun­que de mane­ras dife­ren­tes.

El legado de «City of Ember»

Aunque «City of Ember» no fue un gran éxi­to de taqui­lla en su momen­to, la pelí­cu­la ha gana­do un esta­tus de cul­to entre los afi­cio­na­dos al géne­ro. Su visión úni­ca de una socie­dad sub­te­rrá­nea y su men­sa­je de espe­ran­za y des­cu­bri­mien­to han reso­na­do con audien­cias jóve­nes y adul­tas por igual.

La pelí­cu­la tam­bién ha sido elo­gia­da por su dise­ño visual y su capa­ci­dad para crear un mun­do inmer­si­vo y creí­ble. Además, ha ser­vi­do como pun­to de entra­da al géne­ro dis­tó­pi­co para muchos jóve­nes espec­ta­do­res, fomen­tan­do el inte­rés en temas como la sos­te­ni­bi­li­dad, el gobierno y la impor­tan­cia de cues­tio­nar el sta­tus quo.

El fenómeno «Silo»

«Silo», por su par­te, ha gene­ra­do un con­si­de­ra­ble inte­rés y dis­cu­sión des­de su estreno. La serie ha sido elo­gia­da por su narra­ti­va com­ple­ja, sus actua­cio­nes sóli­das y su capa­ci­dad para man­te­ner el mis­te­rio y la ten­sión a lo lar­go de múl­ti­ples epi­so­dios.

El éxi­to de «Silo» tam­bién ha reavi­va­do el inte­rés en las nove­las ori­gi­na­les de Hugh Howey, demos­tran­do el poder de las adap­ta­cio­nes de cali­dad para ampliar la audien­cia de obras lite­ra­rias. La serie ha gene­ra­do dis­cu­sio­nes sobre temas como el con­trol social, la natu­ra­le­za de la ver­dad y la éti­ca de las socie­da­des cerra­das, refle­jan­do preo­cu­pa­cio­nes con­tem­po­rá­neas sobre la pri­va­ci­dad, la des­in­for­ma­ción y el poder de las ins­ti­tu­cio­nes.

Dos visiones de un futuro subterráneo

Tanto «City of Ember» como «Silo» ofre­cen visio­nes cau­ti­va­do­ras de socie­da­des sub­te­rrá­neas, cada una adap­ta­da a su públi­co obje­ti­vo y épo­ca. Mientras «City of Ember» invi­ta a soñar con un mun­do más allá de los lími­tes cono­ci­dos, ape­lan­do a la espe­ran­za y el cora­je de las gene­ra­cio­nes más jóve­nes, «Silo» nos hace cues­tio­nar la natu­ral

Referencias

  • DuPrau, J. (2003). The City of Ember. Random House.
    Esta nove­la juve­nil es la base de la pelí­cu­la homó­ni­ma y explo­ra la vida en una ciu­dad sub­te­rrá­nea en deca­den­cia, des­ta­can­do temas como la espe­ran­za y el inge­nio fren­te a la adver­si­dad.

  • Howey, H. (2011). Wool. Self-published.
    Primera entre­ga de la serie «Silo», esta obra plan­tea un mun­do dis­tó­pi­co don­de los habi­tan­tes de un silo luchan con­tra el con­trol social y el mis­te­rio del exte­rior.

  • Theriz Journal. (2023). City of Ember: a new sci-fi movie list.
    Este artícu­lo ana­li­za las simi­li­tu­des entre «City of Ember» y «Silo», des­ta­can­do sus cone­xio­nes temá­ti­cas y esté­ti­cas den­tro del géne­ro dis­tó­pi­co.

  • Herrenknecht AG. (2025). Science-Fiction enri­ches fore­sight metho­do­lo­gies.
    Explora cómo las narra­ti­vas de cien­cia fic­ción, como «The City of Ember», pue­den influir en meto­do­lo­gías futu­ris­tas y refle­xio­nes sobre la sos­te­ni­bi­li­dad urba­na.

  • Shepherd.com. (2025). Love The City of Ember? Readers pick 100 books like it.
    Una guía que conec­ta «The City of Ember» con otras obras simi­la­res, mos­tran­do su impac­to en el géne­ro dis­tó­pi­co juve­nil.